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Transición ecológica y economía descarbonizada

ANTONIO SOLER

Martes, 20 de noviembre 2018

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La reciente aparición en prensa de algunas medidas incluidas en lo que será una ley para la descarbonización de la economía está generando un importante debate donde entran a participar los grandes sectores de la economía, como automoción o eléctricas.

Abandonar los vehículos de combustión interna ha supuesto el detalle más llamativo en cuanto nos afecta a todos, y el sector de la automoción ya ha puesto el grito en el cielo de un modo compulsivo y poco meditado. Tienen tiempo de sobra para cambiar la producción.

Para los que venimos alertando desde hace 20 años de que es vital cambiar nuestro modelo de consumo nos parece una ley acertada, e incluso pensamos que se deja demasiado tiempo para el cambio. Si no abordamos de modo urgente el cambio de modelo es muy posible que lleguemos ya tarde. No debemos superar el aumento de 2ºC en las temperaturas globales, y la ciencia nos dice que ya hemos alcanzado prácticamente esa cifra.

Electrificar y descarbonizar la economía es una oportunidad histórica para la creación de empleo en nuevas instalaciones, tanto para grandes campos solares como para pequeñas de autoconsumo, para mejorar la renta familiar y la competitividad de las empresas al tener energía más barata (tenemos la electricidad más cara de Europa continental). Y este cambio de modelo se puede financiar basándonos en la reducción de importaciones energéticas: 50.000 millones de euros anuales actualmente, una sangría para nuestro país.

La electrificación del transporte es un reto. Hará falta la instalación de miles de puntos de recarga y tendremos que aumentar la generación renovable. Afortunadamente, las renovables solar fotovoltaica y eólica son perfectamente competitivas ya y España dispone de una de las mejores redes de distribución mundiales, necesitando tan solo mejorar nuestras interconexiones con el resto de Europa para intercambiar mayores cantidades de energía renovable.

El sector eléctrico de las grandes corporaciones ya está reflejando la sensatez de abandonar el uso del carbón. Iberdrola ya ha manifestado su deseo de cerrar sus plantas de carbón y Endesa (la mayor emisora de CO2 de nuestro país) ya ha anunciado el cierre de dos grandes plantas (Compostilla y Andorra). Adaptar dichas plantas a las nuevas normas europeas sale mucho más caro que sustituir esa potencia por renovable. Asimismo, los derechos de emisión han triplicado su precio en el mercado europeo, lo que acelera el abandono de las plantas más contaminantes, esto es, el carbón. Cuando el Estado manda señales claras hacia los sectores económicos vemos que los cambios son más fáciles de lo imaginado.

En este momento, el sector renovable está pendiente del reglamento que desarrollará la Ley 15/2018. Una apuesta valiente por el autoconsumo con balance neto sería de una efectividad enorme, pero se hace imprescindible reformar el sistema de fijación de precios en el mercado mayorista. No puede ser que unas fuentes baratas como las renovables tengan que vender su energía al precio que fijan las tecnologías caras como el gas, pues se pierde el efecto abaratador para los consumidores.

En los últimos 6 años, las políticas conservadoras frenaron en seco el aumento en generación renovable, mientras países como Portugal (tiene días en los que solo consumen renovables) o Inglaterra (igualmente, días sin quemar carbón con más potencia solar ya que España) nos muestran el camino.

Hemos perdido un lustro precioso. Es tiempo de recuperarlo con medidas valientes y una explicación a la ciudadanía para entender hacia donde es imprescindible avanzar.

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