Reactivación post-Covid-19 y protección de la biosfera

Aún es pronto para hacer un diagnóstico objetivo de los factores que nos han llevado a la actual crisis sanitaria. No existe aún certeza plena sobre el origen del coronavirus o sobre el mecanismo que facilitó la infección del primer humano. Sin embargo, existen evidencias sobre la creciente incidencia de las enfermedades producidas por patógenos zoonóticos, y en general, la aparición de nuevas enfermedades infecciosas. Por poner un ejemplo, hace más de diez años la prestigiosa revista 'Nature 'publicó una revisión bajo el explícito título 'Tendencias globales de las enfermedades infecciosas emergentes'. Este trabajo, liderado por la investigadora Kate E. Jones, del University College de Londres, y basado en el análisis de una extensa base de datos entre 1940 y 2004, advertía acerca de la creciente ocurrencia de este tipo de enfermedades y la escasa atención que recibía la vigilancia en aquellas zonas donde la emergencia de estas enfermedades era más probable. También indicaba que entre los factores que explicaban este aumento, se encontraban factores de orden social, o socio-ecológico, como la densidad de población humana, el uso de antibióticos o determinadas prácticas agrícolas.

La emergencia de nuevas enfermedades infecciosas se une pues a la larga lista de fenómenos asociados al deterioro de la biosfera que están comprometiendo nuestro bienestar. Inundaciones en la India o el sur de Europa, olas de calor en Europa central, sequías en el este de África, Australia o América Central y los incendios en la Amazonía o Australia, son algunos ejemplos que guardamos en nuestra memoria reciente. También, más cercanos, la DANA de septiembre, la borrasca 'Gloria' de enero, o la sequía de hace apenas cinco años que se llevó por delante centenares de hectáreas de pinares en Murcia y Alicante, además de millones de almendros y viñas.

Por eso es tan bienvenida la iniciativa conjunta de estos gobiernos europeos. Cuando la urgencia de la Covid-19 disminuya, esperemos que más pronto que tarde, la Comunidad Europea tendrá una oportunidad única para reforzar y reorientar sus políticas. Políticas, en general, porque rara es la dirección general en Bruselas cuyas políticas no afectan al medio ambiente. Bienvenido sea el compromiso de reducción de emisiones que el vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea el Pacto Verde, Frans Timmermans, confirmó hace unos días (pese a la cancelación temporal de la COP26 de la Convención de Naciones Unidas para combatir el cambio climático), y bienvenidas sean las medidas de reactivación económica que promuevan la protección de la biodiversidad y de los múltiples, y con frecuencia vitales, servicios que nos proporcionan.