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El arqueólogo y profesor de Prehistoria de la Universidad de Murcia, ante el yacimiento del Paleolítico de la Cueva del Arco. GUILLERMO CARRIÓN / AGM

Ignacio Martín Lerma: «Desde niño he cuidado el entorno, pero es mérito de mis padres»

«Si hiciéramos arqueología del siglo XXI, el cambio climático se vería en centímetros», afirma el arqueólogo y profesor de Prehistoria

Martes, 2 de octubre 2018, 22:04

Ignacio Martín Lerma (Logroño, 1981), arqueólogo, profesor de Prehistoria de la UMU, vicedecano de Cultura y Comunicación de la Facultad de Letras y codirector del yacimiento de la Cueva del Arco (Cieza), es «un híbrido. Mi padre es de aquí y mi madre del norte», bromea con esa sonrisa amplia que siempre tiene dibujada en el rostro. Pero «siempre he vivido en Murcia y Almería», unas tierras que conoce bien porque adora la naturaleza y el deporte, y practicar deporte en la naturaleza.

-¿Siempre quiso ser arqueólogo?

-Sí, yo no entiendo mi vida sin la Arqueología y la Prehistoria. Lo tenía tan claro que, a los 4 años, mis padres me regalaron una mochila llena de picos y palas, porque era mi gran sueño, lo único que me interesaba. Me recuerdo mirando siempre al suelo y a mi madre regañándome: 'Pero mira para delante'. Iba buscando piedras.

¿Sobrevivirá el planeta al 'sapiens'?: «Confío en que esta especie, a la que tenemos la suerte o la desgracia de pertenecer, sea lo suficientemente respetuosa con su hogar»

-¿De casta le viene al galgo?

-Es verdad que mi bisabuelo era arqueólogo y, aunque hay por medio tres generaciones, algo de sangre hay. Mi bisabuelo fue uno de los grandes pioneros de la Arqueología del Sureste y algo me debió dejar en mi ADN, aparte de la parte neandertal que tengo. Juan Cuadrado Ruiz, uno de los fundadores del Museo de Almería y uno de los grandes descubridores de yacimientos de Murcia. Pero, luego no ha habido nadie más en la familia. Es algo casi innato.

-¿Qué papel juega la naturaleza en su vida?

-Yo me paso la vida en la naturaleza por mi trabajo, y me encanta.

-Y, fuera de las campañas arqueológicas, ¿siente la necesidad de salir al campo para recargarse?

-Totalmente. No puedo vivir sin estos entornos. Me encanta como apasionado de la espeleología, el montañismo, la 'mountain bike' y de todo lo que tiene que ver con la naturaleza; y por mi trabajo. Son trabajos que se llevan en el sistema operativo mental y, cuando salgo, estoy viendo trabajo: cuevas, rutas, posibilidades. Cada vez que hago una salida al campo, estoy haciendo avances en mi disciplina. Haber unido pasión con trabajo es la mezcla explosiva que se ha generado en estos años de esfuerzo.

Pasión por la naturaleza: «No puedo vivir sin ella. Me encanta todo lo que tiene que ver con estos entornos porque, cuando salgo, avanzo en mi disciplina»

-¿Qué importancia tiene conservar el entorno natural a la hora de conocer los orígenes del hombre?

-Siempre he pensado que los seres humanos somos seres en la naturaleza y en la Prehistoria más. Siempre intento hacer ver, a la gente que se interesa por el pasado, que no podemos llegar a entender nada de lo que pasó hace miles de años, si no entendemos bien el medio en que se mueven. Ahora nos dan un móvil y lo tenemos todo a mano, pero en otras épocas era imposible. Por eso, la obsesión de los arqueólogos no solo es recuperar piezas arqueológicas, sino en reconstruir el envoltorio natural.

-¿Cómo?

-Acudimos a otras disciplinas como la Paleobotánica, a través de los pólenes, que nos ayudan a reconstruir la vegetación que había; o los carbones de las hogueras, para conocer los árboles del entorno, o incluso los coprolitos [excrementos fosilizados] de los animales, que contienen un montón de datos que nos ayudan a reconstruir el medio ambiente.

-¿Y cuidamos lo suficiente ese envoltorio natural?

-A pesar de que estamos en un momento difícil porque la naturaleza sufre y no nos damos cuenta, por lo que veo en el alumnado, cada vez la teoría nos la vamos sabiendo más y estamos haciendo las cosas mejor. Es verdad que los esfuerzos colectivos cuestan y parece que no estamos haciendo nada cuando de manera individual se lucha por algo, pero quiero pensar que vamos a mejor.

-¿Sobrevivirá nuestro planeta a la existencia del 'Homo sapiens'?

-Se lo estamos poniendo muy difícil, ¿eh? Yo siempre hablo de la extinción de los neandertales, es la pregunta obligada al arqueólogo que se dedica a estos periodos. Y muchas veces contesto: 'Es una respuesta compleja, tanto como si sobrevivirá el planeta al hombre moderno'. Hay muchos condicionantes y muchas maneras de hacer las cosas bien y tenemos que tener claro que las cosas no son fáciles ni a corto plazo. Pero confío en que esta especie a la que tenemos la suerte o la desgracia de pertenecer sea lo suficientemente respetuosa con lo que para mí es su casa, su lugar.

-Las nuevas generaciones, ¿tienen más conciencia ecológica?

-Me da esa impresión, es la teoría. Creo que hay algo ahí que antes no había. En los 10 o 12 años que llevo dando clase en la universidad lo he notado. Yo tengo una asignatura en el máster que es Gestión de los Recursos Líticos en Prehistoria. Y comparan mucho con la actualidad. Ahí noto que son conscientes de los efectos de las talas masivas, las edificaciones, la falta de controles de unos años atrás,... Son muy proactivos. Luego, la parte práctica deja que desear.

-El cambio de actitud, ¿es tan rápido como para frenar el deterioro?

-No, porque yo esos procesos los comparo, por deformación profesional, con la Prehistoria. Un mono tardó muchos miles de años en girar la piedra para darle por el otro lado. Y, la concienciación es muy, muy lenta y ofrece unos resultados muy a largo plazo. El profesorado, no hace falta que sea de Biología, debe inculcar esa semillita. Y quien no lo haga está perdiendo una oportunidad de sembrar buenas costumbres. Una lástima, porque tenemos un arma masiva de conocimiento para mucha gente joven. Inculcar el valor de la naturaleza y el medio desde que son jóvenes es fundamental.

-Mirando la Prehistoria, ¿se ha acelerado mucho el cambio climático?

-Sí. Eso es triste. Yo tengo que excavar muchos metros para ver ese cambio y si hiciéramos arqueología del siglo XXI, el cambio estaría en pocos centímetros. Estamos alterando las reglas del juego. Es fundamental que no se nos olvide.

-¿Cómo contribuye usted a mejorar la situación del planeta?

-En la parte teórica, soy un obseso de la naturaleza en clase. Y, en mi día a día, lo que todos los ciudadanos que salimos al campo tratamos de hacer: he estado en montones de campañas de ayuda y reconstrucción de lugares afectados por incendios o catástrofes; a nivel individual, como monto mucho en bici, siempre estoy recogiendo lo que la gente deja; y separo residuos. Mi granito de arena, por pequeño que sea, es importante; no solo por ti, sino porque tu entorno lo vea. Siempre lo he hecho, desde pequeño, y eso no es una virtud mía, sino de mis padres, que me lo han inculcado.

-¿Cuál es el peor problema al que se enfrenta la Tierra?

-Quizá la gestión de esos recursos que son dañinos para la Tierra. Porque, muchas veces, el político de turno toma una decisión pensando en cuestiones económicas o del ciudadano, pero no en las repercusiones que eso tiene en la naturaleza.

-¿A qué se refiere?

-Al plástico, sobre todo. Viajo mucho a Guatemala y a México a vivir con tribus indígenas y establezco contacto con tribus que conocen el plástico y que no. Son dos mundos completamente diferentes. Lo primero que hago es averiguar si conocen o no el plástico. Eso marca si son realmente una tribu indígena o no. Porque el plástico es verdad que es superútil, hablando como 'sapiens', pero ha hecho muchísimo daño.

Cueva del Arco. E. Botella/ AGM

Atrapado por la Cueva del Arco

Arqueólogo de nacimiento, Ignacio Martín Lerma llevaba años soñando con dirigir una excavación de época prehistórica en el Cañón de los Almadenes y la Cueva del Arco era su primera opción. Un desgraciado incendio le dio la oportunidad y la disfruta a pleno pulmón. «Cuando llegas aquí y, bajando esta cuesta, te la encuentras, dices: '¡Madre mía, qué es esto! Yo creo que a ellos también les paso eso», dice refiriéndose a los primitivos habitantes de este yacimiento. «Desprende esa magia de saber que esto significó algo más que lo que encontramos en otros sitios. Está cargada de ese tipo de emociones del pasado», afirma refiriéndose a la Cueva del Arco, que imagina rodeada de un nutrido bosque de hayas y encinas.

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