Fernando Rico: «Si instalar una macrogranja junto al Arabí dependiera de la sociedad civil, no se haría»
«No me consta que la administración regional haya allanado el camino para la presencia del lince en esta tierra»
G. S. FORTE
Martes, 23 de noviembre 2021, 21:30
Fernando Rico es lo que en el mundillo de la defensa medioambiental se conoce como un histórico del ecologismo yeclano. Es socio fundador, y expresidente, ... de la Asociación Naturalista para la Investigación y Defensa del Altiplano (Anida), una organización con 36 años de historia, entre cuyos éxitos se encuentra la edición del magnífico 'Atlas de los mamíferos de Yecla', un estudio inusual y detallado que están imitando otras organizaciones y del que Rico es coautor, como lo es de otros títulos clave del ecologismo de la zona ('Andar por los parajes de Yecla', por ejemplo), entre su amplio currículo de conservacionista. Profesionalmente trabaja en el potente sector del mueble yeclano.
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–¿Qué tal se encuentra el medio ambiente yeclano?
–La situación, con la perspectiva del paso de los años y los bioindicadores, de los cuales uno puede extraer conclusiones, indican que el patrimonio natural de esta tierra está sufriendo pérdida de biodiversidad como consecuencia, entre otros, de la transformación de los hábitats y los paisajes. A esto se une la aplicación de unas políticas nefastas, por voluntad popular, y que la mayoría solo sirven para el marketing político. Ejemplos de traición a la naturaleza es la creación de espacios 'protegidos' sin planes de uso y gestión ni medidas cautelares que impidan su deterioro.
«No hay que olvidar las amenazas, insultos e intentos de soborno por defender el medio»
–¿Se va a salvar el monte Arabí, primer monumento natural de la Región, de la ubicación prevista de una macrogranja porcina junto a él, aunque en territorio manchego?
–El monte Arabí es un claro ejemplo de la aplicación de esas políticas. La declaración de monumento natural tiene poco valor práctico a la hora de conservarlo. Siempre está bajo la espada de Damocles, con continuas amenazas sin resolver, lo que evidencia una falta de visión de futuro cuya prioridad debía ser su conservación. Sin embargo, ha quedado supeditado a otros intereses por su ubicación a caballo entre dos comunidades autónomas. No se tuvo en cuenta esta realidad para unificar criterios de conservación más allá de las de la línea divisoria entre los territorios. Si la decisión de instalar la macrogranja o los macroparques solares, que también suponen una amenaza, dependiera de la sociedad civil, no se instalarían. Ha quedado sobradamente probado el rechazo social, a través de movilizaciones y distintas acciones de repulsa por parte de distintos colectivos. Que el poder legislativo y político no dejen claro, a la hora de legislar, que los intereses generales prevalecen sobre otros intereses son lagunas de nuestra democracia. Son situaciones que afectan a muchos territorios de este país que podría hipotecar su futuro.
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–¿Qué ha aprendido mirando por sus prismáticos?
–La observación de la naturaleza es una importantísima herramienta para tomarle el pulso. Aporta una gran información detallada con la que hacer una radiografía de esa riqueza natural. Compartir esa afición con tantas y tantas personas es muy importante para poner en valor la riqueza patrimonial y la biodiversidad. Es lo que ocurre por ejemplo en la Estación Biológica de Doñana, donde se recibe información de cientos de personas que envían sus observaciones de la lectura de anillas de flamencos. Es impagable recibir el historial de un ave que has observado y saber que acumula años y miles de kilómetros entre dos continentes. El reverso negativo es ver desaparecer, por ejemplo, la última pareja de águila perdicera que quedaba en el Altiplano, en el año 1995.
–¿Acabará viendo linces en su tierra, como se han propuesto?
–Uno alberga la esperanza de que sí, teniendo en cuenta de que ya se ha superado el millar de ejemplares en libertad, fruto del trabajo de tantas personas. Hay que seguir avanzando en la concienciación social. No hay que olvidar que en 2014 se celebró en el municipio de Yecla una convención nacional sobre el lince en la que dos de los colectivos más estrechamente ligados al mundo rural mostraron sus dudas sobre el proyecto. A pesar del tiempo transcurrido, no me consta que por parte de la administración regional se haya allanado el camino que facilite la presencia del lince en esta tierra.
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–Palabras como sostenibilidad o medio ambiente, ¿se oyen ahora más porque preocupan más o solo es un marketing que oculta que todo sigue igual?
–Las políticas empleadas no han conseguido mejorar la situación de nuestros ecosistemas y no se atisba un cambio de rumbo, y tampoco la sociedad lo exige de manera contundente. En los 80 ya se alertaba de la situación del Mar Menor. Es una situación inaceptable que con el paso de los años es extrapolable a una parte importante de los espacios protegidos de la Región de Murcia, como la Sierra Salinas, el monte Arabí y las estepas cerealistas de Yecla. Son políticas irresponsables que son un insulto a la inteligencia y al trabajo y el esfuerzo que realizan colectivos, asociaciones y personas durante tantos años.
«Crear espacios protegidos sin planes de gestión y uso es una traición a la naturaleza»
–¿Qué peso tiene el divulgador Félix Rodríguez de la Fuente en su visión de la naturaleza?
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–Cuando el sábado 15 de marzo de 1980, se difundió la noticia del fatal accidente aéreo en Alaska que le costó la vida, asumí el compromiso de dedicar una parte importante de mi tiempo y de mi vida a dar voz a la naturaleza, a trabajar por su conservación a través de la concienciación y su defensa. A estas alturas de mi vida, ha merecido la pena por la fortuna que uno tiene de compartir momentos inolvidables con tantas personas que tenemos en común ese compromiso por la vida. No hay que olvidar las situaciones de insultos, amenazas e intentos de soborno que uno ha sufrido para que traicione a la naturaleza que tanto me ha dado. Es una situación que cada vez se repite con más frecuencia y le ocurre a personas que han decidido dar un paso al frente para defender nuestro patrimonio, que es el legado recibido que tenemos la obligación de transmitir y perpetuar.
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