La biodiversidad cultivada, nuestro legado ancestral
JOSÉ MARÍA EGEA SÁNCHEZ
Martes, 17 de noviembre 2020, 21:12
Si preguntásemos por la calle cuales son los principales problemas ambientales a los que se enfrenta nuestra sociedad actual hoy día, probablemente la pérdida de ... biodiversidad y la extinción de las especies sería sin duda uno de los que estaría en un alto porcentaje de respuestas, y no sin motivo. A diferencia de otras grandes extinciones de especies en el pasado, este desenfrenado cuello de botella genético tiene como causa principal el ser humano.
A todos nos resultan familiares las mediáticas campañas de distintas ONG que han conseguido aprehender la trascendencia del asunto. Sin embargo, quizá sea menos reconocida la pérdida de biodiversidad que tiene que ver con las especies cultivadas. Hace 10.000 años, las sociedades pasaron de ser nómadas a asentarse en un territorio y cultivar sus propios alimentos, seleccionando y mejorando especies vegetales comestibles. Esto generó a lo largo de los siglos una enorme cantidad de variedades y recursos genéticos destinados a la agricultura. En la agricultura tradicional, los agricultores producían las propias semillas que necesitaban para la producción anual de alimentos y esa variabilidad de especies era la base de la seguridad y la soberanía alimentaria, traducida ésta en la suficiente disponibilidad y acceso a los alimentos y en la potestad para la toma de decisiones en relación a qué se va a cultivar. Sin embargo, desde mediados del siglo pasado, con la industrialización y mecanización de la agricultura, en lo que se conoce como la 'revolución verde', se sustituyeron una gran cantidad de variedades locales por unos pocos híbridos comerciales, detonante esto de una extinción masiva de especies y variedades agrícolas. Para hacernos una idea de la pérdida de variabilidad genética: de las 10.000 especies cultivadas a lo largo de la historia, en la actualidad no se cultivan más de 200 especies con fines alimenticios. El 60% de los alimentos corresponden a cuatro especies, y entre las primeras 25 especies se produce el 90% de los alimentos en el ámbito mundial. En nuestro caso, la gran diversidad de ambientes, desde zonas costeras térmicas a zonas de interior más frías, junto con la encrucijada de culturas por ser un lugar estratégico en el Mediterráneo, hicieron que en nuestra región se diese una alta diversificación de variedades cultivas distintas, y el proceso de erosión genética global iniciado hace pocas décadas no ha sido ajeno a nuestra tierra.
Este patrimonio de todos quizá no tenga el tirón mediático de otras especies emblemáticas como el lince ibérico ('Lynx pardinus') o la ballena jorobada ('Megaptera novaeangliae') y, sin embargo, es, si cabe, más crucial para el devenir de nuestra sociedad. Es urgente sensibilizar a la sociedad y esta, como consumidores que somos, es la que tiene la llave para conocer y demandar las variedades que cultivaban nuestros antepasados y evitar que se pierdan.
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