Más de 100.000 tortugas moras se arrastran por patios y jardines
Una investigación publicada por la Universidad de Murcia cuantifica por primera vez los ejemplares de esta especie amenazada que viven en cautividad en la Región Irene Pérez, Andrés Giménez y Andrés Pedreño analizan la base socio-cultural que sustenta la costumbre de tener tortugas en casa en Murcia y Almería
MIGUEL ÁNGEL RUIZ maruiz@laverdad.es
Martes, 23 de marzo 2010, 12:33
En Águilas, en Mazarrón o en Lorca, los recuerdos infantiles de varias generaciones se asocian a un patio con una o varias tortugas deambulando sin rumbo fijo. Llegaron a sus nuevos hogares tras ser recogidas directamente en el campo, compradas en algún mercado, en una tienda de animales, o regaladas por un vecino o familiar. Muchas de ellas han conocido a abuelos, hijos y nietos de la misma familia, que nunca se plantearon que la mascota que cuidaron durante tantos años fuera una especie en peligro. Esta costumbre supone cada vez más una grave amenaza para estos quelonios -quizá el animal salvaje más singular y representativo de los espacios naturales de la Región-, pues la pérdida de su hábitat por la expansión urbanística y la construcción de grandes vías de comunicación ha diezmado y fragmentado sus poblaciones, que aún se mantienen como las más abundantes de la península.
¿Cómo se explica esta costumbre de tener tortugas moras en casa, una práctica que supone un delito desde que la especie está protegida por la ley? Tres profesores universitarios acaban de publicar una investigación en la que analizan los fundamentos sociales y culturales de la convivencia entre humanos y tortugas moras, enumeran los peligros para su supervivencia y detallan una posible estrategia para su conservación. Los biólogos Irene Pérez y Andrés Giménez (Universidad Miguel Hernández) y el sociólogo Andrés Pedreño (Universidad de Murcia) son los autores de 'Dimensión social de la conservación de la fauna: la tortuga mora' (Editum, colección Gaia), una publicación eminentemente técnica que revela datos tan valiosos como la cantidad de ejemplares que viven cautivos en patios y jardines de la Región: más de 100.000.
Los investigadores se han valido de encuestas en centros escolares y entrevistas con habitantes de entornos urbanos y zonas rurales para llegar a una serie de conclusiones que pueden ayudar a que cualquier día, en el campo, una mañana de primavera, sigamos experimentando la emoción de encontrarnos con uno de estos animales.
Del monte al gallinero
Un animal de compañía
La tortuga mora es un animal asociado al hombre desde hace décadas, sobre todo en los núcleos habitados que se localizan en el área de distribución de la especie. Pastores y agricultores las encontraban en el campo y las llevaban a sus casas: allí no se escapaban, servían de juguete para los niños y se conformaban con las sobras de la comida. En muchas ocasiones terminaban en la cuadra o el gallinero porque la gente del campo cree que ahuyentan las pulgas y comen todo tipo de insectos. Otros, incluso, están convencidos de que traen buena suerte. También se vendían en mercadillos y comercios, pero la protección de la especie a principios de los años setenta terminó con esta práctica, que hoy día apenas existe. Pero la tolerancia social con la tenencia doméstica de tortugas se mantiene.
¿Cuántas hay encerradas?
Entre 59.950 y 169.242
Los investigadores realizaron encuestas con escolares en los municipios con áreas tortugueras (Águilas, Lorca, Mazarrón y Puerto Lumbreras), en otros limítrofes con zonas de distribución de la especie (Aledo, Alhama, Cartagena, Fuente Álamo y Totana) y la capital de la Región. Una de las conclusiones es que el 64,5% de los escolares encuestados tienen o han tenido tortugas en cautividad: sólo un 7,5% la compró, un 63,5% la obtuvo directamente en el campo y el 29% desconoce su origen. En cuanto al número total de ejemplares en cautividad, el estudio arroja una primera cifra de 176.000, aunque a esta cantidad hay que aplicarle una corrección del 35%, pues no considera las tortugas cautivas que mueren, se escapan o se regalan. Así, el informe concluye que el número total de tortugas que viven recluidas -ojo: también ilegalmente- en la Región está entre 59.950 y 169.242. No es arriesgado aventurar, con estos datos en la mano, que el número real está por encima de las 100.000. El trabajo no señala -tampoco es su objetivo- cuál es la población aproximada de tortugas en libertad.
Llegan los 'guiris'
Los nuevos habitantes del campo
A partir de los años noventa entran en escena unos nuevos actores, que han sido tenidos en cuenta de forma especial en este estudio: los residentes extranjeros, que comienzan a recolonizar áreas rurales abandonadas porque compran fincas, restauran casas en ruinas o bien compran una vivienda en un 'resort'. Por lo general, estos nuevos residentes, de origen británico o alemán principalmente, mantienen la costumbre ilegal de recoger tortugas en el campo para tenerlas en casa, una práctica a la que no dan mayor importancia ni relacionan con la amenaza que pende sobre la especie. Para los 'guiris', la tortuga mora es un animal doméstico que hay que cuidar en casa, algo preocupante desde el punto de vista de la conservación de la especie porque este sector de población extranjera irá en aumento y el estudio señala que, a más años de residencia, más tortugas recogidas.
Las amenazas
El 'ladrillo', incendios, recolección...
No son buenas las perspectivas para un animal que, sin embargo, es bastante longevo -unos 20 años en libertad y más de 60 en cautividad-. La amenaza más importante para la tortuga mora es la pérdida de su hábitat natural por el acoso urbanístico o catástrofes naturales, como incendios. También le perjudica la recogida de ejemplares en la naturaleza y la imposibilidad de realizar repoblaciones con población cautiva por el riesgo de transmisión de enfermedades. En los años 80, por falta de información, era frecuente la suelta de ejemplares en el medio natural procedentes de viviendas particulares, pero la aparición de una patología -la neumonía vírica- que provocó una enorme mortandad alertó sobre el riesgo de introducir en el campo tortugas 'domesticadas'. Actualmente sólo se liberan en el monte ejemplares cuyo origen se conoce perfectamente.
¿Qué se puede hacer?
Informar, informar e informar
Los expertos aconsejan una estrategia que cambie la percepción social de la tortuga mora mediante cuatro líneas de actuación. En primer lugar, dar a conocer la especie como un elemento singular de los paisajes mediterráneos y que las poblaciones en libertad se perciban como un patrimonio natural que hay que conservar. En segundo lugar, transmitir la importancia de que el futuro de la especie pasa por el mantenimiento de los individuos en su hábitat natural. En tercer lugar, que la población conozca claramente la legislación que protege la tortuga: que sepan que coger una tortuga del campo o tenerla en casa es delito. Y por último, alertar sobre los riesgos de mezclar individuos 'domesticados' con ejemplares silvestres, por el peligro de transmitir enfermedades a las poblaciones salvajes.