El último viaje de Graciela

Hace catorce años, Graciela Medina abandonó su Bolivia natal con destino a España. La joven albergaba una meta ambiciosa: buscar un trabajo que permitiera sustentar a su familia, a la que dejó en su país. Esta podría ser una historia más como la de tantos inmigrantes que llegaron a la Península en la primera década de este siglo. Sin embargo, todas sus expectativas se hicieron añicos cuando le diagnosticaron una enfermedad neurológica degenerativa. La dolencia avanzó tan rápidamente que su única voluntad terminó siendo la de pasar la última etapa de su vida con los suyos, en la ciudad donde creció. Gracias a La Ambulancia del Deseo ha sido posible, y Graciela ya está emocionada junto a su padre, su abuelo, sus hermanos, sus hijos y hasta dos nietos que aún no había podido conocer.

Su salud se había deteriorado mucho desde que descubrió la enfermedad, hace tres años. Aún tiene 41. Hasta ahora permanecía en la residencia San Pablo de Ceutí, donde necesitaba cuidados durante las 24 horas, como una silla de ruedas, ayuda para comer y hasta oxígeno por la noche. Con su situación tan comprometida y la incógnita de cuánto tiempo le queda por delante, lo único que anhelaba Graciela era atravesar estas dificultades con la compañía de su familia. «Aunque sabe que las condiciones en Bolivia no son las mismas que en España, ella tenía decidido regresar», cuenta José Manuel Salas, un médico que viajó con ella y es uno de los creadores del proyecto humanitario.

«Era un deseo muy complejo», reconoce Salas. «Precisábamos de un equipo sanitario y una autorización expresa de la aerolínea para meter una serie de aparatos», explica. Tantos obstáculos que esbozaban el propósito como «una misión imposible». Pese a todo, «la energía solidaria», como denomina José Manuel Salas, fue la principal fuerza que permitió superar todas las dificultades. Una ambulancia recogió a Graciela en su residencia para llevarla al aeropuerto, en Madrid, donde tomaron un vuelo directo a Santa Cruz de la Sierra, su ciudad. Su hija, que vino a la Región cuando ella enfermó, también estuvo en el trayecto, pero solo hasta la capital española. Ella se ha quedado en el país.

Esa despedida entre madre e hija, quién sabe si la última vez que se verán, supuso el primer momento emotivo de un viaje que generó una mezcla de emociones. El vuelo, en el que estuvieron José Manuel Salas y Pablo Barrial, un enfermero, al final fue tranquilo y sin complicaciones. Una vez allí, con toda su familia esperándo su vuelta, surgió de nuevo esa amalgama de sensaciones. «Por un lado estaban contentos de que estuviera allí, pero se fue hace 14 años saludable y ahora regresa a su país en silla de ruedas, sin poder a veces comunicarse. No se le entiende muy bien cuando habla», recuerda José Manuel Salas. Por encima de todo, eso sí, «fue un momento muy bonito, muy especial».

Los dos enviados de La Ambulancia del Deseo se quedaron unos días más en Bolivia. Le explicaron a los familiares cómo tenían que cuidarla, le enseñaron el funcionamiento de los respiradores y contactaron con un hospital para que le hagan un seguimiento. Hicieron todo lo posible para garantizar las mejores condiciones para el futuro de Graciela. Una nueva etapa de duración incierta, porque depende de cómo avance una enfermedad impredecible, pero ya imparable. En cualquier caso, la conclusión de José Manuel Salas es clara: «Es un deseo que parece triste, pero cuando la ves que está sonriente en su casa, con su nieto, y la ves feliz, al final merece la pena».