«Estuvimos tres horas sin poder abrir los ojos por el escozor del gas pimienta»
Tres encapuchados agreden y rocían con espray a un empresario jubilado y sus dos hijas para robarles 30.000 euros de la recaudación
Les tendieron una emboscada y les atacaron por la espalda provistos de una barra de hierro y espráis de gas pimienta, cuya composición química irrita los ojos provocando lágrimas y ceguera temporal. «Estuvimos tres horas sin poder abrir los ojos por el escozor del gas pimienta», relataban ayer a 'La Verdad' las hermanas María Teresa y Mari Carmen, víctimas del asalto con violencia e intimidación que sufrieron, junto a su padre, nada más terminar una dura jornada de trabajo en la empresa familiar Comercial Gómez Mayor de Cabezo de Torres.
«Nos pillaron 'in fraganti'; de lo contrario tendría que haber venido la funeraria a por los ladrones», apuntaba indignado Jesús, mientras mostraba sus manos llenas de tiritas por las heridas que le causaron los tres encapuchados. El asalto se produjo el jueves, cuando pasaban quince minutos de las ocho de la tarde. La empresa está situada en el camino de Don Luis, rodeada de fincas agrícolas, y los delincuentes se escondieron entre unos limoneros, aguardando pacientemente, como felinos, la salida de sus víctimas.
«No quedaba ningún empleado», precisaron las dos hijas del fundador de esta distribuidora de refrescos y cerveza con gran solera entre sus clientes de Murcia. «Todo ocurrió en unos minutos».
Los asaltantes les quitaron un Volkswagen Passat para huir de la empresa de Cabezo de Torres
María Teresa acompañó a Mari Carmen a meter el maletín con la recaudación del día en el maletero de su coche, mientras su padre se dirigía a la puerta lateral de las instalaciones para comprobar que se quedaba bien cerrada. Justo en ese momento, les abordaron. «Salieron del huerto, nos agarraron por la espalda y nos rociaron con gas pimienta toda la cara, los ojos y la boca».
Las dos hermanas, lejos de rendirse, plantaron cara a los encapuchados. «Nos jugamos la vida forcejeando con ellos», admiten. A María Teresa la lanzaron contra el suelo y Mari Carmen cuenta que la arrastraron por el asfalto de la carretera hasta su Volkswagen. «Me pusieron el pie en el cuello para sujetarme contra el asfalto y obligarme a abrir el maletero».
Jesús escuchó los gritos de sus hijas y a sus 74 años sacó la fuerza de un zagal para socorrerlas, llegando a forcejear con uno de los asaltantes, que se había situado en el asiento del conductor del turismo.
«Se abalanzaron sobre ellas como lobos», subrayaba ayer, colérico, el empresario jubilado. El mismo sentimiento invadía a María Teresa al recordar que «uno de ellos cogió a mi padre para pegarle con una barra, porque trataba de sacar a otro del coche».
Las tres víctimas sufrieron contusiones, contracturas y rozaduras durante la refriega con los tres asaltantes, pero no lograron evitar que se llevasen la recaudación: cerca de 30.000 euros. Los encapuchados huyeron en el Volkswagen Passat de la familia, en cuyo interior había un ordenador portátil, una tableta y un iPhone. «El móvil tiene un dispositivo que permite localizarlo», explica Mari Carmen. Ese dato se lo trasladaron a los agentes de la Guardia Civil que se personaron en el camino de Don Luis y, de inmediato, se montó un dispositivo de búsqueda para interceptar el turismo, en el que también participó la Policía Local de Murcia.
Sin embargo, los ladrones, conscientes de que los teléfonos iPhone tienen localizador, lo tiraron en el carril de incorporación a la A-7 desde Montepinar. Es el último rastro que se tiene de los sospechosos y del vehículo robado. Los asaltantes son de complexión delgada y vestían ropa de sport oscura, como sus pasamontañas. «El que me tiró al suelo tenía acento árabe», resalta María Teresa. La familia sostiene que eran profesionales y que habían hecho un seguimiento de los horarios de la empresa para abordarlos a la salida.
La empresa retoma la actividad
El 112 movilizó una ambulancia con personal médico, que se desplazó a Cabezo de Torres para atender de sus heridas al empresario jubilado y a sus dos hijas. «Ellos se pensaban que por ser mujeres no íbamos a luchar», sentencia Mari Carmen. A pesar de lo sucedido, la empresa abrió ayer sus puertas y la familia recibió numerosas muestras de cariño de cada uno de sus quince empleados. Jesús, como siempre, acudió un día más para echar una mano a sus dignas sucesoras. «Estamos destrozados, pero tenemos que tirar para adelante».