José Carmona y María Corbalán, que tiene dificultades de movilidad, reciben la visita de los voluntarios Mavi (1d) y Fernando (1i). Vicente Vicéns / AGM

Tiempo y escucha contra el mal de la soledad no deseada

Uno de cada cinco ciudadanos se siente insatisfecho con su nivel de interacción social, y casi el 70% lleva en esa situación más de dos años. El debilitamiento de los lazos comunitarios impulsa los hogares unifamiliares en la Región de Murcia, que crecerán un 60% en los próximos 15 años

Domingo, 29 de diciembre 2024, 07:29

La soledad no se ve, pero hace sombra. La dimensión del que ya está considerado uno de los grandes males del siglo XXI ha quedado ... acreditada a través de decenas de estudios que la señalan como un problema creciente y de naturaleza crónica. Dos de cada diez ciudadanos experimentan soledad no deseada, y casi el 70% lleva en esa situación más de dos años, según los datos del Barómetro de la Soledad no Deseada en España 2024, uno de los informes más recientes, elaborado por la Fundación AXA y la Fundación ONCE y presentado el pasado mes de junio.

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Este fenómeno es «consecuencia directa de los cambios sociales que se han ido produciendo durante las últimas décadas», explica Marcos Bote, profesor de Sociología de la Universidad de Murcia (UMU) e investigador del Instituto Universitario de Investigación en Envejecimiento.

Para llegar aquí han sido necesarios algunos mimbres. Entre ellos, el debilitamiento de las estructuras comunitarias y la tendencia a núcleos familiares cada vez más pequeños, que lleva años abonando el terreno para que las situaciones de soledad se disparen.

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En la Región de Murcia hay ya 136.538 viviendas ocupadas por una sola persona, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, lo que supone el 23,9% del total. Y las proyecciones de este mismo organismo apuntan a que la proporción de hogares unifamiliares crecerá casi seis puntos porcentuales de aquí a 2039. Para entonces, habrá 217.000 personas residiendo en soledad en la Región, 80.400 más que ahora. De este modo, dentro de 15 años, casi uno de cada tres hogares contará con un único ocupante.

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Cabe señalar que la soledad es un problema complejo que se alimenta de factores que van más allá de la situación residencial, pero lo que parece claro es que esta estructura de hogares supone un importante caldo de cultivo para que crezca. Así al menos lo señala el Barómetro, que advierte de que la soledad no deseada es el doble en este tipo de hogares que en el resto, alcanzando a un 34,5% de las personas frente al 17,2% de los que viven acompañados. También las personas que viven solas por elección refieren un sentimiento de soledad no deseada cinco puntos mayor que la media.

  1. Más hogares con una sola persona

    Casas vacías por elección o por situación sobrevenida

«La soledad tiene un componente un tanto paradójico, porque está creciendo tanto la deseada como la no deseada. Cada vez son más los adultos que deciden vivir solos de forma voluntaria, y a la vez, tenemos un creciente número de personas que se encuentran solas sin que deseen estarlo. Y esto es lo que realmente es muy preocupante», señala el sociólogo de la UMU.

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Es el caso de Pepe Salinas, un delineante jubilado de Murcia de 83 años al que la casa se le ha ido quedando cada vez más vacía.

Su mujer, que padece demencia, se encuentra en una residencia. Su hija, que vive con su marido y sus hijos en una vivienda cercana, procura visitarlo regularmente, pero los días tienen muchas horas cuando uno esta solo y no quiere. «Es un poco triste -asegura-. La soledad creo que acaba por afectarle a todo el mundo. Yo no me daba cuenta de lo que supone cuando estaba rodeado de gente, pero ahora he visto cómo es. Te encuentras muy solo, te encierras solo por la noche y no sabes si vas a amanecer, si alguien te va a oír si llamas. La mente tampoco está quieta», dice.

Estas fechas tampoco ayudan. Según los datos del estudio, la Navidad es la época del año donde más se incrementa la sensación de soledad: un 37,5% de las personas que la sufren la sienten más intensamente, precisamente, en este tiempo marcado por las reuniones familiares.

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  1. Acción social

    Iniciativas para paliar el aislamiento de los mayores

El voluntario de FADE Manuel Pérez revisa fotos con Pepe Salinas, un hombre de 83 años al que visita en su casa desde mayo. Vicente Vicéns / AGM

Dentro de las personas que caen en el aislamiento, uno de los colectivos más vulnerables es el de las personas mayores de 65 años, un grupo que también va a crecer significativamente en los próximos años en la Región. Es cierto que el envejecimiento de la población avanza a menor ritmo en la Comunidad que en el conjunto de España, pero eso no evitará que se produzca en los próximos años un marcado incremento de la edad media impulsado por el descenso de la natalidad y la mayor esperanza de vida. Según el INE, el grupo de 65 años y más, que hoy supone el 16,6% de la población regional, ascenderá al 22,6% en 2039.

En él se ha centrado en los últimos años la acción tanto de la Administración como de las entidades del tercer sector, con iniciativas de ocio y acompañamiento. El Gobierno regional destina más de 118 millones de euros a medidas para el envejecimiento activo y a paliar la soledad en los mayores. Además, se encuentra trabajando en una estrategia regional contra la soledad no deseada cuyo diagnóstico inicial cifra en más de 76.000 las personas que mejoran su calidad de vida, inclusión y autonomía gracias a las políticas desarrolladas en esta materia, que se realizan en colaboración con los ayuntamientos y las entidades sociales.

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Dentro de estas acciones se encuentra la del proyecto Acompañando de Fundación FADE, que en 2023 benefició a 90 personas. Gracias a él, Pepe puede contar hoy con la compañía de Manuel Pérez Illescas, un jubilado que ha encontrado en el voluntariado una vocación y, también, una estrecha amistad. «Hemos creado una relación muy bonita. Acudo a su casa una vez a la semana. Con él se puede hablar de todo. Y de vez en cuando, no siempre, porque tiene problemas de movilidad, salimos a tomar un café o a comer unos buñuelos». «Lo quiero como si fuera un hermano -dice Pepe-. Y creo que él también a mí».

También otras entidades realizan acciones similares, como Cáritas, Cruz Roja o la Fundación 'la Caixa'. Estas dos últimas cuentan en Murcia con un programa conjunto llamado 'Siempre acompañados', que el pasado año atendió a 92 usuarios, y con el que, según el último estudio de la fundación, casi el 70 % de los participantes experimentan una mejora de su estado emocional.

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  1. La iniciativa de Cáritas

    Proyecto Simeón, volver a tejer una red de contactos

Cáritas lleva tres años desarrollando una acción en Cehegín que ya planea extender a Cartagena y Murcia próximamente. Hace tres años que la entidad detectó el problema de la soledad en vecinos de edad avanzada del municipio. Así nació el proyecto Simeón, donde los voluntarios visitan a personas que sienten soledad no deseada para pasar con ellos, una vez a la semana, una hora que, según explica el coordinador de la iniciativa, Gregorio Morales, se convierte fácilmente en más de tres: «Es que ellos no quieren que te vayas y tú tampoco quieres irte».

La otra pata del proyecto tiene lugar los jueves por la tarde, cuando los beneficiarios están citados a reunirse para compartir un rato en un local cercano a la iglesia. «Así salen de casa. Hay personas en las que hemos visto una evolución positiva incluso en el aspecto físico, que empiezan a cuidarse y a arreglarse. Para ellos es una cita importante», cuenta Juana Espín, técnica del proyecto.

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Las frases

  • Marcos Bote, sociólogo de la UMU «Está creciendo tanto la soledad deseada como la no deseada. La primera no preocupa. El problema es el aislamiento asociado a la que no es elegida»

  • Gregorio Morales, voluntario del proyecto Simeón «Se habla a veces de la soledad como si fuera una situación absoluta, pero tú puedes ver a gente y tenerla cerca y sentirte igualmente solo»

  • Pepe Salinas, 83 años «Es un poco triste. Te acuestas por la noche y no sabes si vas a amanecer, si alguien te va a oír si llamas. Te encuentras solo y la mente no está quieta»

  • María Corbalán, 88 años «He pasado muchas cosas en la vida, mucha miseria. Y ahora es mejor que antes porque no me falta para comer, no me falta un sayo, pero me falta el cariño»

  • Ramón Guirao, 90 años «Cuando tuve que quedarme en casa, me afectó muchísimo. No tengo palabras para describirlo. La soledad a nuestra edad es malísima»

Gregorio subraya emocionado una anécdota del pasado 1 de octubre, cuando, coincidiendo con el día de las personas mayores, organizaron una comida. «Nos pusimos a trabajar con Protección Civil para que Isabel, una señora que llevaba diez años casi sin salir de casa, porque está en silla de ruedas y vive en un primero sin ascensor, pudiera acudir», explica. «Se hizo un vestido para poder ir a esa comida. Estaba pletórica ese día».

También para los voluntarios supone un momento especial. «No es ya lo que das, sino lo que recibes», anota Mavi Lorenzo, que visita, junto a su marido, Fernando Carreño, a José Carmona y María Corbalán, un matrimonio de octogenarios con los que han tejido una fuerte conexión en solo dos meses. «Te crees que estás haciendo una labor solidaria por estar con personas mayores y resulta que la gratificación luego la tienes tú», añade. «Recibes mucho cariño -remarca Fernando-. Te están esperando mirando el reloj el día que vienes». Sobre todo María. Su marido todavía está capacitado para salir de casa, pero ella se encuentra postrada en un sillón desde que sufrió una caída de la que no se ha recuperado bien.

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Su historia está marcada por el abandono. Llegó a Cehegín con 11 años huyendo de la miseria, dejando a sus padres para iniciar un largo y penoso viaje a pie desde Coy con unas alpargatas de esparto. «He pasado mucha hambre y mucha miseria. Eso no se olvida. Llegué hecha una lástima y gracias a una señora que me cogió para el servicio pude salir adelante. Con ella estuve 30 años. Hasta que se murió», recuerda. «Por eso cuando ve a los críos pasar hambre en la televisión le da por llorar», cuenta José.

«Ahora -reconoce María- es mejor que antes, porque no me falta para comer, no me falta un sayo, pero me falta el cariño que no he tenido nunca», dice agarrando de la mano a Mavi. «Estoy encantada de tenerla aquí».

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También Gregorio ejerce como voluntario en el programa. Él acude todos los martes a ver a Ramón Guirao y a su mujer, Antonia Abril, de 90 y 88 años, respectivamente.

Antonia Abril y Ramón Guirao comparten en su casa un café con Gregorio Morales, voluntario y responsable del proyecto Simeón de Cáritas contra la soledad no deseada. Vicente Vicéns / AGM

Hace ya dos años y medio que Ramón se vio obligado a encerrarse en la casa familiar de la que ya apenas sale, una vivienda en la parte alta del casco urbano donde los días se le hacen eternos. Antonia había empezado a tener pérdidas de memoria y a desorientarse. «A veces dice que esta no es su casa y quiere irse. No puedo dejarla sola», explica sentado junto a ella en la mesa camilla que preside su salón.

El cambio fue radical. Ramón, al que todo el mundo conoce en la localidad como El Hojalatero, estaba acostumbrado a estar siempre rodeado de gente y a viajar de forma habitual, su otra gran pasión. «Después de mi mujer, eso es lo que más me ha gustado», bromea. En su taller de artesanía, herencia de una larga saga familiar afamada por sus sartenes, solía congregarse tanta gente que lo llamaban el Parlamento. «Una vez hice una sartén muy grande y un hombre me la quiso comprar por 500 euros. Pero le dije que no, que esa era para mí. Alrededor de esa sartén nos juntábamos ocho, diez amigos, y hacíamos migas -cuenta visiblemente alegre, después de que Gregorio le tire de la lengua-. Otras veces nos juntábamos a comer unos michirones o a almorzar, y teníamos nuestro vino, que todavía quedará algo en el taller. Allí echábamos el rato hablando», recuerda. Incluso ya jubilado, Ramón seguía acudiendo a esas reuniones. Y durante años estuvo haciendo también algunos trabajos de fontanería. Pasar de ahí al sillón no le ha sido fácil.

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  1. Comunicación

    Del contacto instrumental al contacto profundo

«Levantarte se hace muy duro. Gracias a Dios tengo una casa que tiene vistas y puedo mirar por la ventana, porque si no, se me habría ido la cabeza», reconoce. Y eso que tiene a sus tres hijos residiendo en la localidad, y suelen pasar a verle, así como a una cuidadora que acude por las mañanas para realizar labores en la casa.

«Hay un error habitual -advierte Gregorio Morales-. Se habla a veces de la soledad como si fuera una situación absoluta, pero puedes ver a gente y tenerla cerca y sentirte solo. Un día puede tener muchos momentos de soledad».

Coincide en ello el sociólogo Marcos Bote: «Hay contactos con un componente más instrumental, que sirven para cubrir necesidades básicas, como pueden ser la alimentación o la higiene, pero que pueden no llenar a la persona para una vida plena». Para eso, los mejores ingredientes son el tiempo y la escucha, una rareza en el mundo de las prisas.

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