Mavi Gómez de Ramón Fuster: «Los síntomas en los adolescentes tras la pandemia expresan su dolor»
«Ahora es muy importante concienciar a la población adulta, a los padres, madres y familiares del entorno de estos jóvenes, para que les ayuden»
Las consecuencias de la pandemia y el confinamiento domiciliario siguen aflorando más de dos años y medio después del primer contagio de Covid-19 en ... España. Son cargas de detonación lenta. Uno de los principales focos de preocupación actual se centra en las secuelas psicológicas detectadas en niños y adolescentes. Para abordar esta problemática, más de 650 profesionales de la psicología se dieron cita la pasada semana en las jornadas que la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes celebró en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia para analizar el duelo, las autolesiones en los jóvenes y las experiencias de amenaza derivadas de la Covid-19. La psicóloga Mavi Gómez de Ramón Fuster (Alicante, 1961), profesora asociada del departamento de Psiquiatría y Psicología de la Universidad de Murcia (UMU) y miembro de la Asociación de Psicoterapia Cognitivo-Analítica de España, fue una de las invitadas a estas jornadas, donde ofreció un taller centrado en el impacto del confinamiento en la salud mental.
–¿Ha servido la pandemia para poner en valor el papel de la psicología?
–Hace ya mucho tiempo que, de una manera muy sutil, se ha ido incorporando progresivamente el papel de la psicología a la salud, pero se ha hecho sin una presencia oficial y formal. La pandemia lo que ha hecho ha sido poner en evidencia la necesidad de recursos de índole psicológica para recomponer y reequilibrar estructuras mentales que se han descompensado en un proceso para el que no estábamos preparados. Con el paso del tiempo, la cultura de la psicoterapia se ha ido viendo como algo normal dentro de la salud, pero, efectivamente, la pandemia ha sido un aldabonazo impresionante para que la gente requiera los servicios y la atención psicológica. Ha ocurrido en todos los ámbitos, en todas las edades, en todos los niveles culturales y en todos los estratos sociales.
«Todos nos hemos visto afectados, en mayor o menor medida, por un trastorno adaptativo»
–Las medidas y mensajes de prevención de contagio del virus en los primeros momentos de la crisis sanitaria no parecen haber salido gratis en términos psicológicos. ¿Se descuidó la salud mental?
–No ha salido gratis en tanto en cuanto nos los hemos creído. Y no solamente nos afectaron los mensajes, no fueron solamente los estímulos que hemos recibido, sino el patrón de comportamiento que nos hemos visto obligados a desarrollar. Nosotros no teníamos estrategias ni experiencia de cómo afrontar estas situaciones. En términos generales, a la población nos ha generado un trastorno de adaptación, en distintos grados. Teníamos una cultura médica, pero no teníamos una cultura psicológica, y no hemos tenido recursos suficientes como para sobrellevar esto de una manera equilibrada.
–¿Cómo afecta al individuo una crisis sanitaria, social y económica como la de la Covid-19?
–Si lo vemos desde una perspectiva de la población general, como decía, a todos nos ha afectado psicológicamente, generando en mayor o menor medida lo que denominamos un trastorno adaptativo. La más dañada, bajo mi punto de vista, ha sido la población adolescente. Es un momento en su vida, una etapa evolutiva, donde se construye la identidad, y la identidad siempre es en relación con los otros. Podemos deducir perfectamente las consecuencias que ha podido tener el confinamiento. En el centro de psicoterapia cognitiva analítica hemos llegado a unas conclusiones bastante interesantes en el ámbito de la salud mental. Hemos distinguido, en términos muy generales, dos tipos de población. Por un lado, las personas cuyo equilibrio mental está centrado en la sensación de tener el control han vivido la pandemia, según describen, como un bálsamo, unas vacaciones, y han mostrado una disminución ostensible de los síntomas. ¿Por qué? Porque ha habido una disminución expresa de ese control, que ha quedado fuera. Al contrario, en las personas cuya estabilidad mental y emocional pasa por la relación con los otros, esta interrupción brusca ha favorecido una exacerbación de los síntomas y unos niveles muy altos de sufrimiento, que han disminuido cuando han podido salir.
«La Covid ha sido un aldabonazo impresionante para que la gente requiera los servicios y la atención psicológica»
–¿Hay otras consecuencias positivas del confinamiento en algún sector de la población, otros rasgos que hayan podido salir fortalecidos?
–No podemos generalizar, pero efectivamente ha habido en algunos casos un mayor conocimiento de la relación interpersonal, de las relaciones en la familia y de la existencia del otro como alguien de quien me tengo que ocupar. Hemos roto la dinámica habitual y miramos a los otros de otra manera, y eso ha fortalecido mucho los lazos familiares en algunos casos, pero en otras ocasiones ha ocurrido todo lo contrario. Lo que está claro es que la pandemia ha provocado situaciones muy dicotómicas, muy bipolares a nivel social, a nivel emocional, a nivel económico... A todos los niveles.
El deseo de morir
–¿Cuáles son los cuadros más repetidos en cuanto a los trastornos que ha provocado la crisis de la Covid?
–Como decía antes, la población que más han sufrido ha sido la adolescente, y la sintomatología expresa muy claramente el sufrimiento y el dolor que han padecido. Vemos muchos conflictos de identidad, muchos conflictos relacionados con un concepto de sí mismos muy confuso, cuadros depresivos y, fundamentalmente, cuadros ansiosos, además de muchas dificultades en la relación interpersonal. En los adultos ha sido más un problema de estrés por situaciones económicas o por sostener el aislamiento impuesto, pero la población más dañada ha sido la de adolescentes con estas patologías. Todos, en mayor o menor medida, hemos tenido que aceptar una situación que, por mucho que teóricamente pudiéramos conocer, en realidad, no teníamos ningún bagaje en el que apoyarnos para poder afrontarla. Hemos tenido que ir conviviendo con ella.
«Para personas cuyo equilibrio mental se centra en el control, el confinamiento fue como un bálsamo»
–Hablamos de jóvenes con problemas de identidad y autopercepción, de adultos sometidos a grandes dosis de estrés. ¿Qué hay de las personas mayores? A ellas se les lanzó un mensaje todavía más rotundo, que corrían un alto riesgo de morir. ¿Qué diferencia ha habido en la forma en que les ha afectado a esta crisis?
–En las personas mayores esta experiencia ha sido devastadora porque, al aislamiento y abandono que ellos ya sienten o temen sentir por el propio hecho de ser ancianos, se ha sumado un aislamiento impuesto donde han sufrido o sentido una total desprotección. El otro día hablaba con una persona que trabaja como médico de familia y comentaba el estado depresivo, la falta de esperanza tan importante que manifestaban los ancianos y, en muchos casos, el deseo de morir. Ha sido tan terrible como para los adolescentes. Los mayores han sufrido una experiencia de abandono extraordinaria, aparte de que han convivido directa o indirectamente con la muerte de muchos coetáneos. Si hubiera que poner una palabra a lo que han experimentado esa es 'indefensión', han tenido un sentimiento de indefensión absoluto.
–El confinamiento fue una decisión que se consideró inevitable. Ahora están surgiendo muchos problemas que parecen relacionados directamente con aquel encierro. ¿Mirando atrás, hay algo que se podría haber hecho de otro modo para minimizar las secuelas psicológicas que estamos viendo?
–No sé hasta qué punto puede ser útil o eficaz empezar a hablar de lo que se podía o no se podía haber hecho. Ninguno de nosotros teníamos un protocolo claro de afrontamiento de esta situación. Todos hicimos lo que pudimos. Efectivamente, nos equivocamos y ahora hay que aprender de aquellos errores para sucesivas amenazas, en el supuesto de que vuelva a aparecer alguna similar. Por supuesto que hemos hecho cosas mal. Por supuesto que tendríamos que haber hecho algunas cosas de forma diferente. A lo mejor un confinamiento tan severo no habría sido necesario, pero es lo que se consideró en ese momento a nivel internacional. Lo que nos estábamos jugando era la supervivencia física, para lo cual teníamos que renunciar a un montón de cosas. Desde una perspectiva psicológica, que la población comprenda que haciendo lo que hace obtiene protección es importante, que está protegiendo su propia vida y la de sus seres queridos. Esa es la única labor que podríamos hacer. Tampoco sabíamos entonces el alcance que iba a tener todo esto.
–Ahora vemos cómo se incrementan los problemas en niños y adolescentes: autolesiones, trastornos de la alimentación, intentos de suicidio. ¿Cómo se ataja esto?
–Son personas que necesitan de una intervención profesional de todas todas. Y no solamente tenemos que trabajar con estos adolescentes, donde vemos que la sintomatología que están presentando es el resultado de un cortocircuito en un proceso natural al que ellos no saben responder, sino que ahora es muy importante también concienciar a la población adulta, a los padres, madres y familiares del entorno de estos adolescentes que están realizando un esfuerzo ímprobo por comprender que todo esto es el resultado de un cortocircuito casi ideológico. Detrás de todo esto hay mucho sufrimiento, mucha inseguridad y una crisis de identidad terrible. Lo superarán, eso sí, de eso estoy completamente convencida, pero necesitan ayuda. Esto que vemos es sufrimiento, confusión, conflictos con la identidad, dolor, sentirse perdidos. Me parece una consecuencia completamente natural sabiendo lo que les ha pasado.
–Algunos de estos problemas ya estaban aumentando antes de la pandemia. ¿Qué hay detrás? ¿Pueden tener que ver también los cambios en la forma de comunicarse y la importancia que han cobrado las redes sociales en la vida de estos jóvenes?
–Las redes sociales, como todas las herramientas de comunicación que tenemos, tienen muchísimas ventajas y muchísimos inconvenientes. Uno de los grandes inconvenientes es precisamente que, en esta época de la vida en la que estamos construyendo nuestra identidad, los referentes con los que nos comparamos son referentes inalcanzables. Se nos presenta una realidad que es absolutamente ficticia o sesgada y que es muy difícil de alcanzar. Se preconiza el sentirse bien, ser válido, ser exitoso, que uno tiene que ser superguapo, estar pasándolo fenomenal, tener nosecuántas cosas, estar delgadísimo, comer nosequé, y todo lo que no sea eso es igual a caos y fracaso. En ese sentido, los adultos somos importantes para administrar una información que sea mucho más realista de lo que están viendo. No tanto, bajo mi punto de vista, prohibiendo el uso de las redes sociales, sino ayudando a gestionarlas.
–Las consultas públicas de salud mental de la Región están saturadas por falta de medios y de personal. ¿Se le da poca importancia a la atención psicológica en la sanidad?
–Pues sí, se le da muy poca importancia a la psicología clínica en la sanidad pública, pero creo que progresivamente no va a quedar más remedio que darle peso, porque la demanda está siendo muchísimo mayor y cada vez disponemos de recursos más limitados. La asistencia al congreso de 650 profesionales de la psicología clínica pone en evidencia la formación y preparación que tenemos en España y el deseo de formación que hay para atender psicológicamente a la población. Hay un hecho que está claro, y es que la población tiene más integrada la necesidad de la asistencia psicológica que los propios servicios de salud públicos. Y creo que será la población la que genere esa necesidad y no al revés.
–También los psicólogos privados tienen ya lista de espera.
–Sí, pero no creo que esto llegue a cotas tales como para que se colapse la atención psicológica en la vía pública y la privada. Efectivamente hay mucha más demanda, pero porque también hay mucha más conciencia, hay más cultura psicológica, y determinados acontecimientos límites y estresantes nos hacen conscientes de nuestro malestar y de nuestros propios procesos psicológicos.
–¿Nos faltan herramientas para gestionar la adversidad?
–La gente se pone en manos del psicólogo cuando no es consciente de cuáles son esas herramientas. Nadie por placer quiere ir al médico, nadie por placer quiere ir al fisioterapeuta, nadie por placer quiere ir a un psicoterapeuta. Por supuesto, el psicoterapeuta no provee a los pacientes de ninguna herramienta, favorece que los pacientes sean conscientes de sus propias herramientas y que las utilicen.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión