Cuando la resaca dura veinte años y un día
Jóvenes, sin antecedentes, con vidas bastante 'normales'... Historias de cinco chavales arrastrados al crimen y a la prisión por el mero afán de obtener un buen puñado de dinero y de cocaína con los que sufragarse unas buenas juergas. Una pareja de ancianos de San Javier, un camello de Barinas y una feriante de Lo Pagán han sido asesinados en los últimos años en sendos asaltos
Rara vez, por no decir en ningún caso, encuentra justificación válida el hecho de cobrarse una vida. Y aunque es cierto que nunca ha hecho falta esgrimir demasiadas razones para sacarle los higadillos a un semejante, hubo un tiempo, no tan lejano, en que la gente se mataba entre sí -en duelos a espada, a pistola y hasta a bastonazo limpio- por honor, que no es argumento 'minino' a la hora de decidirse a apostar pellejo contra pellejo.
Hoy, las cárceles y los cementerios están repletos de víctimas de la estupidez. De la imbecilidad propia, las prisiones, y de la ajena, los camposantos. Abarrotados de reos de la sinrazón y de víctimas de la misma sinrazón. Porque, puestos a intentar entender, se puede comprender a quienes se juegan la preciosa libertad y hasta las preciadas criadillas en el asalto al tren de Glasgow, al Banco Central de Brasil o a la joyería Harry Winston de París, que no dejan de ser apuestas a todo o nada: talego o Ipanema. Pero cambiar un simple fin de semana de farra por la amenaza de veinte años y un día de ruina, compartiendo 'chabolo', 'tigre', ronquidos y desahogos varios con cualquier menda tan poco recomendable -cuando menos- como uno mismo, es digno de liderar a perpetuidad el apartado de estupideces del Libro Guinness de los Records.
'El Choche' se apoderó de una alianza, un sello de oro, cinco relojes y una televisión tras estrangular a sus tíos
'Torrente' mató a golpes, presuntamente, a 'El Cartagena' durante una disputa por la cantidad de droga que iba a darle
'El Rico' asaltó el chalé de la abuela de su exnovia y la asfixió en apariencia con un cojín
Primero actúo y luego pienso
Verdad es que los que han sido capaces de matar por un puñado de cocaína y unas cuentas monedas -o su equivalente en alhajas- con las que sufragarse un fiestorro no parece que dedicaran mucho tiempo a meditar sobre los riesgos de su criminal acción. Podría sostenerse que se dejaron llevar y que, como mucho, primero actuaron y después pensaron. Que es exactamente el modo contrario al más recomendado por todos los organismos internacionales.
«Me enfadé». De esa forma, tan escueta como reveladora, resumió José Miguel Ríos, alias 'El Choche', las ¿razones? por las que en diciembre de 2012 acabó con las vidas de sus tíos octogenarios, José Antonio y Josefina, a quienes estranguló con el cinturón de un batín. Aunque el juicio no sirvió para conocer el móvil del doble asesinato, los investigadores siempre estuvieron convencidos de que la matanza se desató cuando 'El Choche' les pidió dinero para sufragarse sus vicios -cocaína, básicamente- y los ancianos se lo negaron.
Su línea de defensa se centró en haber actuado bajo los efectos de las drogas -«había consumido coca y heroína y llevaba tres días sin dormir», declaró en el juicio-, lo que le habría conducido a estrangular a sus tíos con la conciencia totalmente anulada. Pero ni el tribunal del jurado, primero; ni la Sala de lo Civil y de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), después; ni el Supremo, por último, apreciaron tal circunstancia eximente, aunque el joven sí se benefició de una pequeña rebaja de la condena por la atenuante de drogadicción.
Lo cierto es que de la casa se marchó llevándose consigo cuanto de valor encontró -la alianza de la mujer, un sello de oro, cinco relojes, un pisacorbatas y un colgante de oro, y hasta una televisión que Dios sabe cómo acertó a cargar en la bicicleta- y que tardó en convertir en 'cash' y en pulírselo lo mismo que se tarda en decir «que en paz descansen».
Escarmentar en cabeza ajena
Podría pensarse que el ejemplo de 'El Choche', o mejor, su mal ejemplo, podría haber servido a algunos chavales que van de ese rollo para 'vacunarse' contra las extremas consecuencias que puede tener arrojarse en brazos de la cocaína. Porque la historia de ese doble crimen tuvo su buena dosis de publicidad, como también la condena de 31 años de prisión que acabaron metiéndole al colega. Pero bien sea porque muchos de estos aficionados a esnifar farlopa no están demasiado interesados en las noticias, sea bien porque tampoco son muy de escarmentar en cabeza ajena, para qué engañarse, el libro de la historia negra regional no tardó en verse trágicamente ampliado con dos nuevos capítulos de similar factura.
Uno se escribió con sangre, literalmente, en un garaje de la pedanía de Barinas en el que José María Lifante, tan conocido por el sobrenombre de 'El Cartagena' como por el hecho de que con la misma naturalidad te vendía un coche usado que unos gramos de 'nieve', expiró de mala gana en diciembre de 2016 después de recibir innumerables golpes en la cabeza con una llave de cruceta y otra en forma de 'L', además de con una barra de pesas.
Ocho meses de esfuerzos monumentales, en los que se tomó declaración prácticamente a toda la muchachada de Abanilla y sus pedanías, consumió la Guardia Civil antes de poder ponerle las esposas y leerle sus derechos a un vecino de Macisvenda, J.J.C.R., apodado 'Torrente' vaya usted a saber por qué, para quien casi fue una liberación confesar que sí, que había sido él quien le dio pasaporte a 'El Cartagena' por una tontería. «No sé si quería darme menos droga, o yo quería que me diera más». En fin, que como dijo en su día 'El Choche', se enfadó y ya se sabe cómo acabó la historia.
Huyó del lugar llevándose consigo una bolsa de cocaína del tamaño de una nuez y una cartera con unos 300 euros, de todo lo cual dio buena cuenta en los días sucesivos por los garitos y salones de juego de la comarca. En prisión desde agosto pasado, tiempo de sobra ha tenido ya de reflexionar acerca de la factura que le ha supuesto esa juerga. Y de la que aún habrá de suponerle.
Robos de cuerpo presente
En similar situación que 'Torrente' deben de encontrarse los tres jóvenes que están encarcelados por su presunta relación con el asesinato de una feriante de Lo Pagán, Isabel R.G., asfixiada con un cojín en la madrugada del 17 de marzo pasado durante un asalto a su domicilio.
Ismael BL, de 24 años de edad, alias 'El Rico', había salido de marcha con dos colegas, Luis S.J., de 26 años, y Juan Manuel B.G., de 27, y cuando se le vaciaron los bolsillos después de tanta copa y tanta raya, no se le ocurrió en apariencia mejor solución que reventar de una patada la puerta del chalé de la abuela de su antigua novia. Consciente de la afición de la mujer a las buenas joyas y a guardar importantes cantidades de dinero en los más recónditos escondrijos de su vivienda, habría conducido hasta esa urbanización y le habría pedido a sus compañeros de farra que lo esperaran en el coche. «Voy a por dinero; ahora vuelvo».
Regresó, sí, veinte minutos más tarde, con un impresionante puñado de joyas en las que se enredaba un mechón de cabellos blanquecinos. «¡La he matado, la he matado!», les hizo saber.
El asesinato no les arrebató las ganas de juerga. Cambiaron las alhajas a un camello por unos cuantos gramos de cocaína y unos mil euros y, cuando se pulieron lo uno y lo otro de discoteca en discoteca, retornaron presuntamente a la vivienda para repetir el saqueo. Cuatro meses llevan encarcelados. Pero esta resaca les va a durar todavía un rato.