«En el arte sobran ideas y falta trabajo»
Ángel Haro presenta en Restaurante Hispano su exposición 'Collages de última hora'
PEDRO SOLER
Sábado, 7 de marzo 2015, 01:03
Ha visitado la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (ARCO), y «la verdad es que he visto muy poco. Estaban las grandes piezas de siempre, las que podríamos llamar clásicas; y contemporáneas, de rabiosa actualidad, muy pocas. También vi la tontería esa del vaso de agua, que considero el chiste de cada año». Y para él, «eso de que los artistas vayan a ARCO es como si los agricultores van al mercado de los jueves, para ver qué tal han sido colocadas sus lechugas en los puestos. Me parece un poco absurdo». Lo afirma Ángel Haro, dedicado siempre a sus aventuras y proyectos artísticos, quien, pese a las dificultades, no está dispuesto «a vivir en un territorio de crisis. De ser así, lo mejor sería retirarme. Veo que hay mucha autocompasión, mucho victimismo». En Restaurante Hispano presenta su exposición 'Collages de última hora', obras hechas a base de reciclaje, «que nada tiene de concepto contemporáneo. Mi abuela no sabía que era recicladora, pese a que todos los días reciclaba. En su casa no existía la basura, lo mismo que no existe en África o en India, donde todo se aprovecha. Nosotros creamos basura, porque derrochamos una enorme cantidad de cosas. Yo no derrocho nada. Aunque tenga algo que no pueda utilizar en un momento determinado, la guardo, y cuando tengo que hacer otra pieza, me puede servir».
¿Qué quiere decir con estas obras? «Como no me gusta que me sermoneen, tampoco me gusta sermonear. No quiero transformar el comportamiento de nadie, ni pienso que el arte sea capaz de hacerlo. Como dice Juan Mayorga, la cultura no nos libra de la barbarie. Yo intento explicarme el mundo a mí, que es la primera misión de un artista. Parece que los artistas lo sabemos todo, somos mentes preclaras y tenemos un tercer ojo. Y no tenemos ni siquiera uno. Somos gente bastante frágil, bastante perdida, como el resto de la humanidad, que intenta darle explicación a lo suyo. Mi obra solo es un buen sistema para darme explicaciones de las cosas que me rodean».
Pese a este aparente interiorismo, reconoce que tiene una buena relación con el espectador a través de su obra, «porque nunca he ido de maldito, ni lo he sido, ni lo pretendo; y tampoco me considero un incomprendido para nada. A la gente en general le gusta mi obra, aunque hay otros que necesitan otra más rabiosamente moderna o mucho más clásica. Al espectador hay que dejarle su espacio para pensar y disfrutar. Hay que confiar en él, porque no se le puede tratar como si fuera un niño».
Otro de los planteamientos de Ángel Haro radica en que «el artista tiene una misión social muy interesante. Si un hombre llega a su casa, después de estar todo el día currando, y mira un cuadro, o coge un libro, o escucha una pieza de música, y, en vez de recordarle toda la mierda de donde viene, le hace sentirse relajado y recupera la confianza en sí mismo, creo que ahí radica la misión social que tiene el artista, más trascendente que recordarle que su vida es una mierda y que al día siguiente seguirá metido en ella».
¿Ha querido provocar con su obras sentimientos de repulsa? «Sí, pero mi etapa de adolescente pasó hace mucho tiempo. Cuando conoces el mundo, y la vida te ha pegado algunos bocados... Si estás en la lista de espera, uno se hace más pudoroso. Hace dos años murieron mis padres y, por ley natural, ya soy el próximo. Miras a tus hijos como los que van detrás de ti. Esto te hace pensar que no sabes el tiempo que te queda. Cuando tenía veinte años me daba igual. Entonces hacía lo que quería, pegaba saltos y me iba a ligar y a beber. Ahora me planteo si es ético llenar el mundo de porquería y si es ético perder mi tiempo indignado y jodido».
Confiesa que es de los que, cuando entran en el estudio, «dejan las ideas colgadas del perchero, para que me dejen trabajar. Es que en el arte sobran ideas y falta trabajo. El arte es un trabajo, cualificado en el sentido de que educa un gusto y una sensibilidad, pero es un trabajo. Sin trabajo no hay obra de arte. Hay pensamiento, hay filosofía, política. Y como la política y la filosofía han usurpado tanto la parcela del arte... Me gustaría arrebatarle el arte a la política, que ya tiene su sector del que no debería salir». También reconoce que «el arte es siempre cuento y, de todas la mentiras es la más veraz. Pero es un cuento fantástico que nos ayuda a vivir. Vamos al cine para que nos cuenten un cuento o una mentira. Somos aficionados a la ciencia ficción, porque nos describe una mentira posible... Yo creo que el cuento es necesario. Nos pegaríamos un tiro si supiéramos todo lo que, realmente, pasa en el mundo».