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¿Por qué nacen 1.000 prematuros al año en la Región?
Es la segunda causa más frecuente de muerte en niños de menos de 5 años y la primera en época neonatal, según la OMS. Existen varios factores de riesgo que favorecen la llegada al mundo de un bebé antes de tiempo
El silencio retumba en las paredes nada más entrar. Se puede palpar. Casi una decena de 'box' se distribuyen por un piso en el que ... todos los rostros que se atisban, padres e hijos, revelan la sobrecogedora situación que les está tocando vivir. Es un lugar donde el miedo convive con la esperanza mientras un sinfín de emociones entran y salen de su cabeza. Se trata del Servicio de Neonatología de La Arrixaca, donde cada año se atienden a varios centenares de niños que nacen de forma prematura en la Región de Murcia. Y es que según la OMS, la prematuridad es un problema de salud mundial; es la segunda causa más frecuente de muerte en niños de menos de 5 años, después de la neumonía. Y la primera en época neonatal, hasta las 28 semanas de gestación.
En la Región nacen 1.000 prematuros al año, aunque no todos tienen que pasar por Neonatología. Unos vienen al mundo lo suficientemente tarde para no despegarse de los brazos de su madre. Otros, en cambio, llegan para recorrer un camino del que aún están a medio y del que queda la parte más dura. Juan Agüera, neonatólogo de La Arrixaca, explica esta distinción: «Están los prematuros tardíos, aquellos que nacen a partir de las 34 semanas y cuentan con un pronóstico muy bueno de supervivencia, tanto que la mayoría se pueden quedar con la madre en Maternidad. Por otro lado, se encuentran los bebés que nacen con menos de 28 semanas y 1.000 gramos, denominados prematuros extremos, que aunque hoy en día hay un nivel de supervivencia en torno al 80-90%, tienen un precio en forma de secuelas. En la Comunidad, el 50% de los que nacen son extremos. Luego está lo que llamamos la zona gris: hasta cuándo es viable un niño prematuro, entre las 23 y 24 semanas».
Es un problema 'in crescendo'. Los factores de riesgo aumentan en lugar de disminuir. Una de las principales causas es, según Agüera, «el uso de técnicas de reproducción asistida, asociadas en su mayoría a los embarazos múltiples, y en este tipo son más frecuentes los niños prematuros». Otra se encuentra en la edad materna, que cada vez se retrasa más por los cambios sociodemográficos que existen en la actualidad. «Hoy en día la madre que se queda embarazada por primera vez tiene 31 o 32 años y esto influye significativamente», señala Agüera. Otro factor asociado, demostrado a nivel científico, se sitúa «en el estrés psicológico y físico que sufren las progenitoras por el tema laboral».
Pero en esta película de miedo actúan dos protagonistas más: las enfermedades gestacionales, entre las que destacan las infecciones, y la enfermedad hipertensiva del embarazo, denominada preeclampsia; y el factor genético. Las madres que han sido prematuras tienen más riesgo de sufrir un embarazo de este tipo. O si un familiar cercano ha pasado por esta dolorosa situación. Y, por supuesto, si ya se ha tenido un niño prematuro, la probabilidad de que vuelva a ocurrir es muy alta. Así lo asegura Agüera, que destaca que «a pesar de existir tantos factores de riesgo, hoy en día en el 50% de los prematuros se desconocen las causas».
Cuidado de los prematuros
Vivir en estado de alerta. Sentir más el latido de su corazón que el tuyo. Sufrir más su lucha que tu propia vida. Amanecer y despedir el día al lado de la incubadora con la incertidumbre y la ilusión de recibir buenas noticias. Así viven numerosas madres y padres el día a día de sus bebés prematuros (extremos) en la planta de Neonatología de La Arrixaca. Las criaturas tienen que experimentar un desarrollo funcional a todos los niveles fuera del útero de la madre. Sus órganos son inmaduros, sus defensas son inexistentes, y se encuentran en riesgo continuo mientras descansas dentro de una incubadora que se intenta que sea lo más similar a un útero, controlando el ruido, la luz, la temperatura y el manejo del dolor.
El cuidado de estos bebés es tan amplio, arduo y duradero como su condición lo exige. Juan Agüera cuenta los aspectos que rigen esta labor: «Lo más preocupante es el desarrollo neurosensorial. Son niños a los que hay que restarle los dos o tres meses que llevan de retraso. También el problema respiratorio. Sus pulmones no son normales. En los primeros 24 meses puedan tener bronquitis con mucha más frecuencia que los que han nacido a su tiempo. Por ello, este es el primer año que el SMS ha incluido al prematuro como factor de riesgo para la antigripal. Los padres deben administrarles la vacuna porque un simple resfriado les puede mandar a la UCI». Pero no solo sus dolencias residen ahí. También experimentan problemas en la cabeza, oftalmológicos y de sordera. Y luego están las secuelas: «Pueden acompañarles el resto de su vida. Son tipo nutricional, de crecimiento, problemas conductuales o sociales a la hora de adaptarse en el colegio, o tales como autismo, TDH, hiperactividad o falta de concentración».
Para combatir todo ello, con el objetivo principal de que el bebé salga adelante, viva, se desarrolle y pueda abandonar el hospital para acompañar a sus padres a una casa que le lleva esperando con los brazos abiertos mucho tiempo, y para evitar cualquier efecto negativo en el futuro, en Neonatología trabajan siguiendo distintas líneas. «Uno de los métodos que más usamos es el 'canguro'. Consiste en que en el momento que el niño está estable, lo sacamos piel con piel, nota el latido de la madre, y así el menor engorda más, está más tranquilo y mejora su estado inmunológico. Otro sistema es la hidroterapia, con la que se busca que el niño sea capaz de hacer una succión oral autónoma y no dependa de una sonda para alimentarse. Se potencia la musculatura y aquellos sectores sensoriales que inciden en la succión, devolución y respiración para poder acelerar ese proceso».
La nutrición influye decisivamente en el desarrollo del prematuro. Su alimentación actúa de manera revitalizante en su organismo. «Es crucial para su evolución, incluso neuronal. Con proteínas e hidratos de carbono, su cerebro crece. Cuando está estable empezamos a darle nutrición trófica: alimentarlo de poco en poco a través de una sonda para que su intestino vaya trabajando, haciendo su digestión». Otra clave es la leche materna. Cada vez hay menos. Por eso en pocos días se llevará a cabo una de las novedades más importantes en esta materia. «Vamos a abrir el banco de leche de la Región en La Arrixaca. La lactancia materna es el alimento más adecuado para el niño y más aún para el prematuro. El problema es que hay madres que han estado dos meses ingresadas en la unidad, han vivido una situación psicológica muy dura y no cuentan con este alimento».
Lo necesario para irse a casa
Es el ansiado momento. Los días pasan como años y el más esperado parece no llegar nunca. En torno a 100 interminables días aguantan pequeños y mayores para llegar a casa, la primera vez para algunos. Alrededor de tres meses, si no hay complicaciones, puede durar la estancia de los prematuros. ¿Qué debe tener un bebé para abandonar el centro y poner rumbo al hogar dulce hogar? Hay tres factores esenciales: «Lo primero es la estabilidad clínica. Los niños tienen que hacer una respiración normal, no necesitar oxígeno, no hacer pausas y que no realizan apneas. Lo segundo es que no tengan ninguna enfermedad que les haga requerir de un control específico hospitalario. Y por último, su adopción a la sociedad. Que los padres estén preparados para llevárselos a casa. No te llevas un niño normal. Eso hemos logrado minimizarlo gracias a que les dejamos que vengan el mayor tiempo posible al hospital a hacer lo que luego van a llevar a cabo en casa para prepararlos».
El aspecto psicológico juega un papel fundamental en este difícil trance. Son muchas las jornadas que los padres del recién nacido pasan en uno de los 'box' de la planta de Neonatología en la que su hijo está ingresado. No existen días y noches. No se diferencia la caída del sol de la aparición de la luna. El día es un todo en sí mismo que parece que no pasa. El nerviosismo está a la orden del día. Recorres los pasillos y sus ojos dicen todo sin necesidad de la palabra. Apenas quedan fuerzas con las que luchar. Conciliar el sueño parece una quimera y solo cerrar los ojos ya vale como descanso. Solo existe el bebé y el amor de una madre o un padre hacia su hijo. El amor más grande.
«El trabajo psicológico te lo llevas a casa. Llevas meses a su lado y creas empatía y complicidad. Lo sufres todo con ellos. Eres padre. Te pones en su piel y no sabes si tu hijo va a poder ser tal en unos días. Vivimos situaciones en las que nos vendría bien a los propios profesionales esa ayuda psicológica», comenta Agüera. Porque la incertidumbre, más aguda entre las cuatro paredes del hospital, no acaba con la salida del centro médico, continúa golpeándote unos años hasta que el pequeño logra ser como uno más.
Evitar la prematuridad
Resulta complejo combatir una situación como esta. Es una misión delicada. Pero hay unos protagonistas que emergen como los encargados de aumentar el grado de supervivencia de estas criaturas. Se trata de los obstetras –ginecólogos que se encargan del cuidado de un bebé durante el embarazo-. El trabajo de estos doctores influye de manera decisiva en las condiciones en las que nazca el pequeño. Se encargan de controlar el estrés psicológico, físico, nutricional y de higiene, para evitar infecciones en el útero. Si existen casos en los que se desencadena una enfermedad hipertensiva o una infección, hacen uso de fármacos para derribar estos obstáculos que favorecen la prematuridad.
«El obstetra es consciente, a través de nosotros, de la importancia de que ese niño en vez de nacer a las 24 semanas nazca a las 25. Si él puede esperar a que ese bebé llegue las 25, lo tiene que hacer. Nosotros tenemos que hacer nuestro trabajo pero si ese niño no nace en unas condiciones obstétricas adecuadas, las probabilidades de fallecer o tener secuelas son altísimas. Lo más importante de un prematuro es prevenirlo, pero si tiene que nacer, que lo haga lo más tarde y en las mejores condiciones posibles», finaliza Agüera.
La llegada de un hijo. Ese preciso y deseado instante que cambia tu vida. Desde entonces, ya nada vuelve a ser lo mismo. Todo se transforma. Pero hasta en los días más soleados pueden existir nubarrones que le quitan el color a todo. Y la prematuridad es, sin duda, una alerta de la peor tormenta. El horror de sentir el sufrimiento de tu recién nacido. Y el tuyo. Porque una madre está preparada para todo menos para despedirse de quien ha nacido en su interior. Y la llegada un pequeño es «ese tipo de alegría inabarcable que reúne dentro muchas alegrías más pequeñas, algo muy difícil de medir», como diría Manuel Jabois. Incluso cuando lo hace dentro de una incubadora.
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