La «guerrera» de 23 semanas que se agarró a la vida
Julieta se ha convertido en el bebé más prematuro de La Arrixaca; nació en el límite de la viabilidad y, tras seis meses en la UCI neonatal, por fin se va a casa
En su casa de Algezares, a Julieta le esperan su cuna, sus juguetes, una montaña de peluches. Llevan allí meses, aguardando mudos, pero ya ... solo faltan horas para que por fin la estancia cobre vida. La pequeña está lista para recibir el alta tras seis meses en la UCI neonatal de La Arrixaca. No ha sido fácil llegar hasta aquí. Julieta nació con apenas 23 semanas y 3 días, lo que la convierte en el bebé más prematuro que consigue sobrevivir en La Arrixaca. El récord, hasta ahora, estaba en 23 semanas y 6 días.
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Sus padres, Rosa María Graña y José Illán, han pasado por un tobogán emocional que se desborda en estos momentos, cuando toca despedirse de unos profesionales que durante todo este tiempo han sido su apoyo, su esperanza, su luz al final del túnel. Los sanitarios de la UCI neonatal ya forman parte de la gran familia de Julieta.
Todo empezó a principios de mayo. Rosa, pedagoga de 29 años, afrontaba con ilusión su primer embarazo. Aparentemente, «todo iba perfecto, pero una noche empecé a sangrar. Me vine a urgencias y me dijeron que estaba de parto», recuerda. Los médicos trataron de retrasar el alumbramiento lo máximo posible. Pero el 10 de mayo, Julieta ya no esperó.
Con 525 gramos
Nació con 525 gramos, pero el mayor problema en estos bebés de una prematuridad tan extrema no es el peso. La pequeña no podía respirar sin intubación, ni alimentarse sin sonda, porque sus órganos aún no estaban listos. Silvia Aparicio, auxiliar de Enfermería, estaba de turno aquel día en la UCI neonatal: «Recuerdo perfectamente el momento en que llegó aquí, eran las siete menos cuarto de la mañana. Aunque estamos acostumbrados a ver bebés muy pequeños, Julieta impresionaba. Cabía en la palma de la mano, pero tenía nervio: se movía, se quitaba los tubos. Cuando vi esa vitalidad me dije: esta niña sale adelante. Ha sido una guerrera».
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«Pasaron 74 días hasta que pudimos coger a nuestra hija en brazos; fue muy emocionante», recuerda Rosa, la madre
El vaticinio se ha cumplido, pero no siempre estuvo claro. Al principio, los padres solo podían acariciarla desde el otro lado de la incubadora. «La primera vez que la toqué en el brazo, solo con el dedo, se transparentaba. Era alucinante», recuerda José. «Estuvo 72 días intubada, y pasaron 74 días hasta que la pudimos coger en brazos. Fue muy emocionante, estaba ya en dos kilos y por fin parecía que empezaba a salir adelante», cuenta Rosa.
Los padres han tratado de separarse lo menos posible de Julieta, pero por muy humanizada que esté la UCI neonatal de La Arrixaca, las butacas junto a las incubadoras no son un sitio en el que se puedan pasar 188 días con sus noches. Había que descansar, que coger fuerzas. Así que las madrugadas eran enfermeros como Sergio Hijano quienes se encargaban de calmarla, de arroparla. «Para estos niños no solo son importantes los fármacos, también el contacto piel con piel, lo que llamamos el método canguro», explica. Hijano lleva 17 años en la UCI neonatal. Ha visto de todo, pero no olvidará a Julieta: «Cuando las familias pasan aquí tanto tiempo con sus hijos se crea un vínculo muy especial, la relación es más estrecha. A veces los padres siguen viniendo a saludar muchos años después, y ves a esos niños, a los que hemos cuidado aquí, con 4 o 5 años, o con 10».
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De la UCI neonatal, los padres de Julieta se llevan muchos recuerdos, y no todos duros: también ha habido tiempo para sonreír, para celebrar. Lo atestiguan las fotos de Julieta colgadas en el corcho a la entrada del servicio, con el gorrito de bruja que lució en Halloween. Fátima Cervilla, enfermera, le hizo aquel disfraz, y también un 'body' para el momento más esperado, en el que se puede leer un esperanzador 'Hoy me voy a casa'.
Hospitalización domiciliaria
Julieta se va a casa, aunque seguirá en hospitalización domiciliaria. Aún necesita oxígeno, sonda nasogástrica y la visita periódica de los pediatras y enfermeras, pero es un gran paso que toda la familia estaba deseando. La pequeña ya ha visto a sus abuelos, pero hay una legión de primos esperando conocerla. Tendrán que esperar, eso sí, un poco más. Aún no es momento para grandes aglomeraciones a su alrededor.
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En casa, Julieta seguirá alimentándose gracias al banco de leche materna de La Arrixaca. Sin las donaciones no habría podido salir adelante. En un parto tan prematuro, la madre aún no está en condiciones de alimentar al bebé, y la leche materna es imprescindible para evitar complicaciones digestivas que muy probablemente no habría podido superar. Sin solidaridad, la hazaña de Julieta no habría sido posible.
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