Fernando de la Gándara: «A nadie se le escapa que el origen de la contaminación del Mar Menor son los fertilizantes»
El responsable de la delegación del IEO es «optimista» sobre la laguna, pero recuerda su debilidad y reclama: «Las decisiones deben basarse en la ciencia»
Los estudios de seguimiento del estado ecológico del Mar Menor y el asesoramiento al Ministerio para la Transición Ecológica para la recuperación de la laguna, ... a raíz de la 'sopa verde' de 2016 y la muerte de toneladas de peces y crustáceos en 2019 y 2021, han despertado un creciente interés público por el trabajo del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC). El grueso de los proyectos es coordinado desde el Centro Oceanográfico de Murcia, uno de los nueve 'brazos' del organismo público de investigación en España y que, a su vez, tiene tres sedes: el Laboratorio Marino, en Lo Pagán (San Pedro del Pinatar); la Infraestructura para el control de la reproducción del atún rojo, en Isla Plana (Cartagena); y la Planta Experimental de Cultivos Marinos en Puerto de Mazarrón (Mazarrón). Fernando de la Gándara (Barcelona, 66 años), doctor en Biología por la Universidad de Murcia y director del Centro desde 2015, recuerda que «en el IEO se estudia el Mar Menor desde los años 70, cuando nuestras investigaciones ya mostraban que había una preocupación por determinadas cosas que, de seguir así, iban a conducir a que se desestabilizara el ecosistema, como así ha ocurrido».
Experto en la seriola ('Seriola durmerili') o lecha, una especie de pez presente en el litoral de la Región, este zoólogo, especialista en acuicultura, gestiona un ente cuya plantilla ha crecido hasta un centenar de personas. De la Gándara reivindica el papel del IEO para «aportar evidencias que permitan ampliar el conocimiento y ayudar en la toma de decisiones». En el caso del Mar Menor, se muestra «optimista». Pero enfatiza que las medidas deben garantizar «que coexistan las tres patas del desarrollo sostenible: la social, la económica y la medioambiental». Atiende a LA VERDAD en las instalaciones de Mazarrón.
-El Centro Oceanográfico de Murcia del IEO es, junto al Cebas, uno de los dos únicos institutos públicos de investigación con sedes en la Región de Murcia. Forman parte del CSIC. ¿Qué destacaría sobre los proyectos de investigación que realizan ustedes?
-Lideramos investigaciones sobre pesquerías, con líneas como la evaluación de los recursos y el impacto en el ecosistema; sobre áreas marinas protegidas, biodiversidad y contaminación marina en el Mediterráneo; y sobre acuicultura, en relación con el estudio y la mejora de las técnicas de producción de nuevas especies de interés acuícola, fundamentalmente el atún rojo, y sobre patología y mejora del cultivo de especies ya consolidadas como la dorada. En el Mar Menor, tenemos proyectos de estudio del ecosistema marino, con informes bimestrales sobre el estado ecológico de la laguna que se publican en la página web del IEO; de biorremediación del proceso de eutrofización, más conocido como 'sopa verde'; y de estudio del cangrejo azul, una especie invasora que causa muchos problemas.
-Los informes sobre el Mar Menor han adquirido una gran relevancia y repercusión por la crisis ecológica de la laguna.
-En el IEO estudiamos el Mar Menor desde los años 70. Nuestras investigaciones ya mostraban una preocupación por determinadas cosas que, de seguir así, iban a conducir a que se desestabilizara el ecosistema, como así ha ocurrido. Después de tantos años, seguimos estudiando el Mar Menor. Uno de los proyectos más relevantes es Belich, financiado por el Ministerio para la Transición Ecológica.
«En los años 70 el IEO ya mostraba su preocupación por que el Mar Menor se desestabilizara»
Un ecosistema «dinámico»
-El último informe señala que el Mar Menor sigue lejos de su recuperación y que «existe un exceso de nitrógeno en el sistema» y una desproporción con el fósforo. Persiste el riesgo de que se desencadene el proceso de eutrofización, con una explosión de algas, una eventual anoxia y, en último término, la muerte de peces y moluscos como en 2021 y 2023. ¿Hasta qué punto es inestable el equilibrio de la laguna?
-Nunca hay que perder de vista que el Mar Menor es un ecosistema dinámico. El Mar Menor que yo conocí cuando me vine de Barcelona con trece años, en 1971, era totalmente distinto. Hay determinados fenómenos que ya ocurrían antes, como las lluvias torrenciales, aunque ahora son más frecuentes. Pero ahora ocurren en una laguna desequilibrada.
-Y el impacto es superior.
-Sí. El último informe dice que, por ahora, estamos en un estado estacionario. O sea, que hay una estabilidad que esta no se puede interpretar como un signo de recuperación. Es, dijéramos, un estado intermedio. La cobertura vegetal se ha recuperado bastante, pero hay una mancha blanca que puede tener relación con precipitados calcáreos y que también hace sombra sobre la vegetación.
-¿Cómo era el Mar Menor que usted vio por primera vez?
-Era un mar oligotrófico, muy pobre. Recuerdo que no había playas, por lo menos en la parte que da a Cartagena. La Manga sí era un arenal, pero en el resto ibas andando por la pista de tierra, había un escalón y ahí te metías en el Mar Menor. El fondo era arenoso, pero duro. El antes y el después fue la apertura del canal del estacio. Ese fue el cambio sustancial, porque se abrieron las comunicaciones con el Mediterráneo. La salinidad del Mar Menor era muy alta y el intercambio de aguas muy pequeño. Había especies muy típicas, sobre todo muchísimo mújol, que se reproducía en el Mediterráneo y entraba al Mar Menor a comer, porque había comida en el fondo. Cuando quería salir al Mediterráneo, no podía debido a las encañizadas. Con el canal del Estacio se estableció un intercambio alto con el Mediterráneo. Y entraron especies del Mediterráneo como el alga 'Caulerpa prolifera' u oreja de liebre, que cubrió todo el fondo del Mar Menor. La laguna ha ido evolucionando y llegamos al suceso de eutrofización de 2016, la conocida popularmente como 'sopa verde'. Se creó un 'bloom' de fitoplacton, que crea sombras e impide que se desarrolle la cobertura vegetal. La vegetación muere y se crea un desequilibrio grande.
-Dentro del proyecto Belich, se están «realizando muestreos para determinar el origen (agricultura, aguas residuales urbanas, ganadería, etc.) y las rutas de los nutrientes (nitrógeno y fósforo) que llegan a la laguna. ¿Qué pistas o evidencias hay ya sobre el origen de estos contaminantes?
-Los nutrientes tienen varios orígenes. Nosotros no somos quien va a echar la culpa a nadie, pero obviamente sabemos que esos nutrientes vienen tanto de la agricultura como de vertidos urbanos. Nosotros observamos cuáles son los niveles de nutrientes en el mar. Y que el origen está en los fertilizantes no se le escapa a nadie. La parte de la tierra no es nuestro dominio, pero detallar el origen y las rutas de los nutrientes con las observaciones en el mar siempre ayudarás. Nuestro objetivo es «aportar evidencias que permitan ampliar el conocimiento científico y ayudar en la toma de decisiones».
«En los años 70 el IEO ya mostraba su preocupación por que el Mar Menor se desestabilizara»
-¿Es optimista respecto al futuro del Mar Menor?
-Sí. Soy un optimista irredento. Quizás gracias al papel de la ciencia durante la pandemia, la consideración de los científicos ha crecido. Las soluciones a problemas como el del Mar Menor deben basarse en la evidencia científica. Lo que sí diría es que la clave del Mar Menor es que coexistan las tres patas de la sostenibilidad: la social, la económica y la medio ambiental. Debe seguir siendo un espacio que genere riqueza y oportunidades, en particular para las poblaciones del entorno y los distintos sectores productivos.
-¿Cómo ve el cuestionamiento de la ciencia en ciertos ámbitos?
-Los resultados científicos se pueden cuestionar siempre, pero desde el ámbito científico.
-El vicepresidente regional, José Ángel Antelo (de Vox), declaró días atrás: «Hay tres tipos de científicos en España: los que paga el PP, los que paga el PSOE y los verdaderos científicos».
-Yo no quiero hablar de buenos y malos científicos, no. Está el científico y el no científico. El científico es el que se apoya en el método científico y establece unas conclusiones, apoyando hipótesis con una probabilidad. Además, hay una revisión por pares y una publicación en revistas especializadas.
-Antelo ha citado al IEO a propósito de la petición de Vox para que la Asamblea Regional modifique la Ley del Mar Menor. Afirmó: «Hace apenas unos días, durante el Simposio Científico del Mar Menor, el Instituto Español de Oceanografía apuntaba precisamente en la dirección que marca Vox, y es que aún no se ha estudiado el origen de los contaminantes». Muchas investigaciones científicas sitúan los nitratos agrícolas como principal causa del desequilibrio de la laguna. Y el IEO deja clara la desproporción de nitratos.
-Prefiero no entrar en polémicas políticas. Nuestros informes son rigurosos, los realizan equipos de científicos reconocidos mundialmente y son públicos. Decimos con rigor lo que observamos.
«La domesticación contribuiría a una producción de calidad y que evite la sobreexplotación»
-¿Qué avances hay la reproducción del atún rojo en cautividad, en la domesticación de esta especie de gran interés comercial?
-Llevamos siete años trabajando en la Planta de cultivos marinos experimentales y en la ICRA (Infraestructura para el Control de la Reproducción del Atún rojo), pero en realidad trabajamos con los atunes desde hace más de veinte años. Creamos un grupo internacional de domesticación del atún rojo y colaboramos con el grupo Ricardo Fuentes. El IEO se planteó el cultivo integral del atún rojo, al igual que ha ocurrido con otras especies, como la dorada, la lubina, el salmón y el rodaballo. Es decir, que no haya que coger el atún del mar como se hace ahora para aumentar la calidad de la carne, en cuanto a grasa, y venderlo, sino criarlo en ciclo cerrado. En 2016 cerramos el ciclo en cautividad en jaulas en el mar y en 2023, por primera vez a nivel mundial, logramos la reproducción del atún rojo en instalaciones en tierra.
Consorcio en ciencias marinas
-Será un nuevo paso en la acuicultura. Además, en el ámbito de las ciencias marinas usted coordina el proyecto 'Think In Azul'.
-La domesticación el atún rojo es un proceso largo y complejo. Lograrlo contribuiría a alcanzar una producción industrial capaz de satisfacer la cantidad y calidad que requiere el mercado, respetando las poblaciones naturales de esta especie para evitar la sobreexplotación. Desde 2006, la población se ha venido abajo, debido sobre todo a la demanda asiática. Especialmente los japoneses pagan fortunas por un atún de calidad tope. En cuanto a Think In Azul, es un macroproyecto financiado con fondos europeos del que soy coordinador científico. Hay un consorcio formado por IEO, Universidad de Murcia, UPCT, UCAM, Imida, Cebas-CSIC y CTNaval, con tres líneas de actuación: observación y monitorización del medio marino y litoral; innovación en economía azul; y acuicultura sostenible, inteligente y de precisión. Es un proyecto relevante e ilusionante, que pone a la Región de Murcia a la vanguardia en ciencias marinas.
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«Hemos duplicado el personal adscrito a proyectos, pero falta en administración»
El Centro Oceanográfico de Murcia echó a andar en 1966 en las Encañizadas de La Torre y El Ventorrillo, al norte de La Manga, enclaves que el IEO juzgó idóneos para el estudio y la experimentación de cultivos intensivos de peces autóctonos. Fernando de la Gándara se incorporó en 1992.
-¿Qué destacaría de su trayectoria en el IEO durante más de treinta años?
-Yo aprobé la oposición y me incorporé como ayudante de investigación en 1992 en Santander. Antes, estuve siete años como director técnico de varias empresas de acuicultura, de cultivo integral de dorada y lubina, en la Región de Murcia y Almería. Ya en el 96, llegué al Centro Oceanográfico de Murcia, donde realicé estudios sobre el metabolismo de la seriola o lecha. Conseguí venirme aquí, que era mi objetivo, Mi familia es de aquí, de Cartagena, aunque yo nací en Barcelona. Mi padre era marino y estuvo destinado en Barcelona y en Cartagena. Yo me vine a vivir aquí y aquí estudié mi Bachillerato. Y he tenido la fortuna de trabajar siempre con la acuicultura.
-¿Qué balance hace de sus nueve años como director?
-En 2015 sustituí a José María Bellido como director. Han sido unos años muy difíciles, porque el IEO tenía muchos problemas. Era curioso, porque teníamos muchísima capacidad de conseguir financiación externa, pero problemas para acceder a los fondos que conseguíamos. Nos comimos los fondos propios para responder a los proyectos de investigación y se creó un agujero. Estos años difíciles concluyeron con nuestro rescate, entre comillas, por el CSIC [en 2021]. Gracias a una encomienda del Ministerio sobre las estrategias marinas y a otros proyectos hemos duplicado el personal adscrito a proyectos. A día de hoy, somos 99 trabajadores, 41 de los funcionarios y 58, contratados laborales. Entre los funcionarios hay catorce investigadores. Y participamos en más de un centenar de proyectos. No obstante, en las tareas de administración, el departamento de gestión no ha crecido de igual forma y está al límite. Es un déficit general del el CSIC, que genera quejas de los investigadores.
-También hay protestas por el deterioro de las instalaciones del IEO en Lo Pagán.
-Sí, efectivamente tenemos edificios muy antiguos. Estamos llevando a cabo unos trámites para estudiar a fondo su estado y poner los medios necesarios para renovarlos. Hemos hecho un estudio preliminar y nos dice que las instalaciones son seguras para trabajar, pero recomienda hacer un estudio más en profundidad. Cuando lo tengamos, plantearemos las obras necesarias.
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