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Concepción Sánchez-Pedreño, en su laboratorio de la UMU, en el año 2000.
Se nos fue doña Conchita
Obituario

Se nos fue doña Conchita

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Martes, 16 de agosto 2022, 23:49

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Se nos fue doña Conchita. Y con ella una de las figuras más emblemáticas de la Facultad de Química, de la Universidad de Murcia y de la Química Analítica Española, porque en todo ello ha destacado siempre, así como por su humanidad a prueba de bombas. Debo reconocer que es una de las personas de las que más he aprendido en la Universidad, porque siempre tenía un comentario tan certero como irónico para cada situación en nuestra querida Facultad.

Como casi todos, tuve el placer de conocerla cuando impartía la asignatura de Química Analítica I, conocida por todos como 'el cuali'; es decir, la determinación cualitativa de los iones. Enseguida pude establecer una empatía que fue a más en el transcurso del tiempo, hasta la última vez que la vi y pude hablar con ella en un consultorio médico, pudiendo observar que, aunque ya mermada, mantenía intacta su conversación amena a la vez que erudita. Su hijo Joaquín es testigo de que no ha habido día que me tropezara con él en que no le enviara un saludo y un beso para su madre.

Decían que era una mujer conservadora, pues ya quisiera yo que hubiera muchas como ella, porque no era para nada conservador, en aquellos tiempos, a principios de la década de los setenta, que una mujer casada, dejara su Universidad natal para desplazarse, en este caso, a la Universidad de la Laguna (Tenerife), para proseguir con su promoción personal. Toda una mujer avanzada a su época.

Su especial forma de ser la convertía en uno de los profesores más y mejor imitados en la obra de teatro que, por los años setenta, llevábamos a cabo los estudiantes de último curso de la carrera en Ciencias Químicas. Y no se me olvidará porque a mí me tocó imitar a su maestro, el entonces catedrático de Analítica, D. Francisco Sierra.

No quiso privilegios

Pero lo que más recordaré de ella es su actitud hacia mí cuando fui decano de la Facultad, y la cantidad de anécdotas que me hizo saber, como que había un afamado catedrático de Derecho que se moría por sus paellas y se apuntaba cada vez que en la casa de doña Conchita se olía a arroz.

También me aportó frases que no olvidaré como cuando, después de un año de trabajos, la Junta de Facultad echó para atrás el borrador de plan de estudios. Recuerdo que me dijo, cuando nadie nos escuchaba: «Gabriel, se nos fue el torito al corral». O cuando en una ocasión, ante un debate intenso, opté por retirar el punto en cuestión. En este caso concreto me dijo, «Gabriel, muy bien, si hay que bajarse los pantalones, es mejor que sea al principio que al final. Cuanto antes, mejor».

También fue siempre de alabar el que, mientras algunos profesores querían aparcar en la puerta de la facultad y disponer de plazas de uso individual, ella, la más antigua de la casa, nunca quiso privilegios y cruzaba el anillo del campus con el peligro que ello conllevaba. Su hijo Joaquín era el que la traía usualmente.

En fin, por desgracia, se nos ha ido uno de los estandartes de la Facultad de Química, pero su legado se queda aquí para enseñanza de generaciones presentes y futuras.

Descanse en paz.

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