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Diego Rodríguez Arcas, esta semana en la playa de La Azohía, en su Cartagena natal. J. M. Rodríguez / AGM
Experto en tsunamis y asesor de EE UU

Diego Rodríguez Arcas: «El riesgo de tsunamis en la costa de la Región de Murcia es bajo, pero conviene estar preparados»

Exjefe de investigación en la NOAA, la agencia oceánica federal, el ingeniero de Cartagena asiste como consultor al gobierno americano

Domingo, 10 de agosto 2025

El megaterremoto de 8,8 grados en la escala de Richter ocurrido el pasado 29 de julio en la península rusa de Kamchatka y el posterior tsunami, que obligó a activar las alertas en distintas zonas del Océano Pacífico –desde Alaska a Hawai pasando por California y Nueva Zelanda– ha puesto en primer plano el trabajo de los expertos en este tipo de fenómenos naturales. La emergencia en Estados Unidos y el resto de países afectados ha coincidido en las últimas semanas con varios temblores frente a las costas de la Región de Murcia, Alicante y Almería. Esta actividad sísmica ha sido de mucha menor intensidad (el de Cabo de Gata del 14 de julio llegó a 5,3 grados, a 35 kilómetros del litoral), y no ha supuesto una amenaza por grandes olas.

Pero estos movimientos geológicos se han dejado sentir en tierra, tanto en poblaciones marítimas repletas de vecinos y veraneantes –Águilas, Mazarrón, La Manga, Torre de la Horadada y Torrevieja...– como en Murcia y otros municipios del interior. En este contexto, adquiere especial interés el trabajo de Diego Rodríguez Arcas (Cartagena, 54 años). Doctor y máster en Ingeniería Aeroespacial, en la especialidad mecánica de fluidos, trabaja como asesor externo de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, agencia federal donde desembarcó en 2004 y donde durante varios años fue director del Laboratorio Ambiental Marino del Pacífico, dentro del Centro de Investigación de Tsunamis. En la actualidad, combina el trabajo presencial en Seattle (Washington) durante seis meses con el teletrabajo desde Cartagena la otra mitad del año.

En verano se establece en La Azohía, donde atiende a LA VERDAD y disfruta del paisaje, del baño y de la navegación en un Mar Mediterráneo que, avisa, tiene un riesgo bajo de tsunami en esta parte occidental; pero un riesgo ante el que conviene que autoridades, empresas y ciudadanos estén preparados con estudios de inundabilidad, planes de prevención e incluso infraestructuras de evacuación.

–¿En qué consiste su trabajo actualmente para la NOAA?

–Después de la pandemia, me decidí a cambiar un poco de vida. Dejé el puesto que tenía con la NOAA como funcionario federal del Gobierno de Estados Unidos y exploré la posibilidad de trabajar en remoto desde España parte del año. Me ofrecieron trabajar de asesor como autónomo, como contratado externo. Y me ha funcionado muy bien. Estuve de director del centro de investigación de tsunamis de la NOAA. Y ahora trabajo más en la consultoría, en evaluación de riesgos para los gobiernos, los estados y las empresas. Me ocupo de cuestiones de asesoramiento administrativo, de propuestas de investigación y financiación...

–¿Le movilizan ante eventos como el megaterremoto de Rusia?

–La NOAA tiene dos centros de alerta de tsunamis, uno local en Hawái y otro en Alaska que cubre aspectos internacionales. En la sección para la que yo trabajo desarrollamos herramientas de predicción, pero no tenemos responsabilidades operacionales. No obstante, cuando ocurre un evento grande, como el de la semana pasada, estamos a disposición de la agencia. En este caso, no me llamaron porque saben que estoy en un huso horario diferente y que tampoco tengo el nivel de responsabilidad de antes. Pero se dio una casualidad. Yo creo, que a través de los años, he desarrollado un sistema interno de alerta de tsunami. Resulta que me desperté como a las cuatro de la mañana, me desvelé e hice una cosa que no suelo hacer, que es ponerme a mirar el correo electrónico. Y vi un mensaje de un terremoto. Todo el mundo estaba haciendo lo que tenía que hacer. Y yo me puse a trabajar en cosas que iban a necesitar en la rama de investigación. También les ayudé un poco con entrevistas. Había mucho revuelo a nivel mediático porque se esperaba un impacto en Hawái y la costa oeste de Estados Unidos.

¿Diría que, de algún modo, intuyó el temblor marino y el tsunami?

–Tengo el sueño muy ligero y muchas noches me despierto. No sé si realmente lo intuí o no. Me ha pasado ya un par de veces.

¿Cómo describiría este tsunami y hasta qué punto funcionaron los sistemas de alerta?

–Se podría decir que ha sido un tsunami típico, aunque el impacto, que ha sido muy grande, ha sido más bajo de lo esperado para un terremoto de esa magnitud en Hawái y la costa oeste. Eso sí, los equipos rusos han medido olas de 16 metros de altura, o sea que el tsunami alcanzó un punto sobre la tierra a 16 metros sobre el nivel del mar. Los sistemas de alerta han funcionado bien. El tsunami se produce en el epicentro del terremoto y se va propagando a lo largo de todo el océano, hasta que va llegando a diferentes costas. La predicción es valiosa porque te dice cuánto va a durar el evento. El tsunami no es una ola que llega y golpea y pasa y ya se ha acabado. Hay sitios donde la actividad puede durar 12 y hasta 24 horas y, muchas veces, la primera ola, que llega varias horas después del terremoto, no es la más grande. Es importante tener una predicción, incluso si llega a la población prácticamente al mismo tiempo que llega la primera ola.

De Seattle a La Manga

¿Qué nivel de concienciación y preparación hay en Estados Unidos respecto al riesgo de tsunamis?

–Empieza a haber mucha concienciación en la costa. Hace dos décadas, coincidiendo con el tsunami en el Océano Índico de 2004 [casi 300.000 muertos en 15 países, en su mayoría en Indonesia, Sri Lanka, India y Tailandia], se identificó la costa oeste un riesgo muy alto de terremotos y de tsunamis muy grandes. Se identificó la zona de subducción que va del norte de California a la isla de Vancouver y la Columbia británica, en Canadá, Son unos 2.000 kilómetros donde se puede producir un terremoto que rompa toda la falla, que va por debajo del Océano Pacífico y que es tsunamigénica. Todos los estudios apuntan a que en la costa de Washington y Oregón se puede esperar en cualquier momento un tsunami de 10, 15 y hasta 20 metros de altura. Afortunadamente, hay bastante concienciación y preparación ante el riesgo de exposición a tsunamis. Se han diseñado planes de información y evacuación, se han elaborado mapas de inundabilidad, se han construido estructuras de evacuación vertical en zonas sin elevación del terreno. En la costa de Washington hay una zona similar a La Manga, aunque los riesgos son muy distintos. En el Mediterráneo occidental el riesgo es bajo.

¿Qué similitudes y qué diferencias destacaría?

–En la costa del estado de Washington hay una manga de arena, de tierra, rodeada de mar, sin ninguna elevación y con una exposición muy grande. Ahí lo que se está haciendo es construir estructuras de evacuación vertical donde la gente puede subir y refugiarse en caso de un tsunami. Esto se está haciendo en el programa Tsunami Ready, del Servicio Meteorológico, que es parte de la NOAA. La Unesco lo ha internacionalizado y extendido a países del Pacífico, del Caribe y del Atlántico. En el Mediterráneo, se ha empezado a implementar en Chipiona (Cádiz), gracias a un grupo de la Universidad de Málaga.

¿A qué grado de peligrosidad se enfrentan la Región de Murcia y el resto de España?

–Cambia mucho del Atlántico al Mediterráneo. En el Atlántico está el mayor riesgo, principalmente por la falla que causó el terremoto y el tsunami de 1755 en Lisboa, que afectó de forma grandísima a toda la costa atlántica del Golfo de Cádiz, a Canarias, a Marruecos y al Sáhara. También afectó al norte de España y hasta a Gran Bretaña. Esa falla sí tiene potencial para producir terremotos de magnitud ocho y pico y terremotos tsunamigénicos. Es la fuente de tsunami más peligrosa para la costa española y de Portugal. En el Mediterráneo, el principal riesgo de tsunami está en la zona oriental. Una ola en la zona de Grecia y Turquía tendría que transmitirse entre Sicilia y Túnez, y ahí hay un estrechamiento muy grande y con agua de poca profundidad. Hay como una barrera natural que nos protege, un cuello de botella que no deja pasar mucha energía.

¿Cuál es la situación en la parte más cercano al sureste español?

–La actividad sísmica es mucho menor en intensidad y frecuencia. Pero hay una zona de subducción a lo largo de la costa de Argelia que sí podría mandarnos tsunamis. Es la falla que quizás pueda generar terremotos mayores cerca de nosotros y afectar a la costa mediterránea de España, a las Baleares especialmente. Pero no serían terremotos de magnitud 8. En cuanto a grandes terremotos, en el Mediterráneo occidental estamos más seguros que en el oriental. Ahora, lo que no estamos exentos es de terremotos relativamente pequeños como los que se experimentan aquí en el sur de España, como el de Lorca y el que se vivió hace unas semanas en Cabo de Gata.

¿Qué potencial de generar tsunamis tienen estos seísmos cercanos?

–Hay una dorsal en el Mar de Alborán con potencial para producir tsunamis generados no por el terremoto en sí, sino por desprendimientos de tierra asociados a algún terremoto local. Aunque el seísmo no sea muy grande, puede desestabilizar la pendiente y producir un corrimiento de tierra submarino que genere una ola. Localmente, son terremotos que tienen mucha intensidad, porque ocurren muy cerca de la superficie y producen aceleraciones y vibraciones muy grandes. Y pueden generar un tsunami local con olas bastante grandes. Es el mayor peligro en la zona occidental.

¿Qué altura y qué efectos en tierra podrían tener esas olas?

–Me refiero a olas inusualmente grandes para el tamaño del terremoto. Uno de grado 6 podría producir una ola de un metro de amplitud de onda, que es ya bastante. El peligro del tsunami no está tanto en la altura de la ola, sino en la longitud de onda. Tenemos olas generadas por el viento de tres metros y no pasa nada. El peligro del tsunami es que es una pared de agua que llega a la costa y sigue entrando a lo mejor cinco minutos. Si es de un metro, inunda toda la parte de la costa hasta un metro por encima del nivel del mal.

Chipiona toma la delantera

De ahí la importancia de tener estudios y planificar medidas.

–Eso es. Chipiona ha sido certificada como Tsunami Ready. Tiene mapas de inundación, zonas de evacuación, señalización costera, panfletos en los hoteles para los turistas... Es importante que las autoridades y la población conozcan el riesgo, grande o pequeño, al que se enfrenta un territorio cada vez más urbanizado y con más densidad de habitantes. Para un país con el nivel de afluencia de las playas como España, y la importancia del turismo como fuente de ingresos, yo creo que es muy importante que la gente esté preparada. La cantidad de vidas humanas expuestas en caso de tsunami en verano en la costa española es grandísima. Sin necesidad de exagerar y de alarmismo, conviene hacer todo lo posible para minimizar los daños esperables humanos y materiales. Es verdad que el riesgo aquí es bajo, no estamos en una zona especialmente sensible al impacto de tsunamis, pero nunca se puede descartar. Históricamente, sí han ocurrido en la costa atlántica. Y que va a volver a ocurrir está garantizado, sea mañana o en 200 años. Conviene saberlo y estar preparados.

–¿Qué impresión tiene sobre la investigación científica y el desarrollo y la innovación tecnológicos en España? ¿Por qué cree que la inversión sigue muy lejos de las de otros países de la Unión Europea y del resto del mundo?

–Mi impresión, después de trabajar tantos años fuera de España, es que a pesar de la excelencia de los investigadores cuesta invertir en investigación y desarrollo. Muchas veces, una agencia gubernamental o una empresa quieren un retorno más o menos inmediato o garantizado. Y hay que invertir un poco con fe, como el que no espera un retorno; a fondo perdido. No sabes exactamente cuándo llegará el retorno, pero siempre llega. La inversión merece la pena al cien por cien, se traduce en un impacto positivo para la economía del país. Y es importante ayudar a las pequeñas y medianas empresas.

–¿Cómo valora la situación general de la Región de Murcia? ¿Cómo ha visto su evolución desde Estados Unidos en las últimas dos décadas?

–Pienso que no nos potenciamos lo suficiente. Nos podría ir mejor a muchos niveles y nosotros somos, quizás, los primeros responsables de no potenciarnos. Por ejemplo, veo falta de buenas comunicaciones con Madrid y con otras ciudades europeas. Me da la sensación de que las comunicaciones van a peor, de que están peor que hace veinte años. Para una Región en la que queremos que el turismo sea una fuente económica importante es nefasto que la gente no pueda llegar con facilidad a diferentes localidades, como sí puede llegar con facilidad por ejemplo a las de Alicante. A nivel de desarrollo de industrias, también veo esta situación. Recuerdo que, en su momento, decían que el AVE iba a llegar a Cartagena en 2007; y estamos en 2025 y esperando. Hace veinte años teníamos vuelos directos a Madrid desde San Javier. Y en el aeropuerto nuevo no hay ningún vuelo regular desde Corvera. Son cosas que yo he notado. A mí me cuesta llegar desde Madrid a Cartagena. Así que imagina lo que le cuesta a los turistas llegar a La Azohía, a Águilas, a La Manga o a donde sea. Y si no llegan los turistas, no llega inversión. Y en el ámbito industrial, lo observo también. En general, y es solo mi impresión, no sé cómo lo hemos hecho para estar peor que hace veinte años. Y luego, creo que muchas veces no cuidamos lo nuestro.

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