El colegio de Lobosillo, en Murcia, que ensaya el 'modelo EGB'
El CPEIBas Profesor Enrique Tierno de la pedanía murciana ya imparte los dos primeros cursos de la ESO para evitar el salto temprano al instituto
La distancia entre el colegio de Primaria Profesor Enrique Tierno de la pedanía murciana de Lobosillo y el instituto de Fuente Álamo es de unos ... 15 kilómetros. Ese tramo es en la práctica un abismo académico, pedagógico y social para los niños que, con doce años, tenían que dar el salto al terminar la Primaria y comenzar la ESO. Después de diez años de intenso trabajo vecinal, el colegio ha logrado implantar los dos primeros cursos de Secundaria en el centro, para permitir así que los alumnos puedan seguir hasta los 14 años en Lobosillo y postergar el salto a Fuente Álamo hasta tercero de la ESO.
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El colegio de Lobosillo, con otros seis centros de Primaria también radicados en entornos rurales, es la avanzadilla del nuevo 'modelo EGB' que pretende implantar la Consejería de Educación en los centros que así lo prefieran. El proyecto parte de la base de que, a juicio de la Administración, el tránsito del colegio al instituto a los 12 años es prematuro, y en algunos casos, puede propiciar el fracaso y abandono escolar. La jefa de estudios y tutora de sexto del colegio de Lobosillo, Carmen Bernabé, comparte esa idea. «El ritmo de Secundaria es distinto; se trabaja de otra manera, y se está menos encima de los alumnos. Aquí les conocemos desde los 3 años, sabemos de sus necesidades y fortalezas concretas. Si se enfrentan a ese cambio con 14 años, están ya más preparados y maduros», afirma.
Con un 65% de alumnado de procedencia extranjera y una tasa destacada de familias residentes en parajes dispersos, el desplazamiento a Fuente Álamo es, en el caso de Lobosillo, un problema añadido a la hora de pasar al instituto. Los estudiantes menos motivados y con menor presión en casa dejaban incluso de asistir a clase. El menor control de la asistencia, si el estudiante no está por la labor, supone un peligro para otros. «En los dos institutos confluyen alumnos de todas las pedanías y parajes de la zona, y es complicado que conserven a su grupo de referencia de Primaria. En el colegio lo mantienen, y tienen una atención más personal», resalta Ana María Conesa, madre de un alumno que se ha beneficiado del cambio de modelo, y este año cursa segundo de Secundaria en el centro de Primaria.
El próximo curso, irá al instituto, «pero ya tendrá 13 años, y estará más maduro para el cambio de ritmo, los viajes en autobús...». La madre, junto con la pedánea de Lobosillo, Carmen Conesa, fue una de las impulsoras del cambio, que ha necesitado también de la complicidad del equipo directivo del centro, que cuenta con 450 alumnos de 3 a 14 años. La directora, María Isabel Jiménez, está satisfecha del resultado de ese trabajo: «Es bueno para los alumnos, y eso es lo importante». Salvador Hernández es uno de los profesores de Secundaria, el de Matemáticas, con destino en el colegio. El pasado curso le 'tocó' como destino, pero este, ha sido él quien ha elegido: «Puedo trabajar mejor con los alumnos que de momento van muy bien. Llegarán a tercero preparados».
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El abrupto salto de Primaria a la ESO tiene más efecto pedagógico y social que en lo académico. Los colegios ofrecen, en su mayoría, centros más pequeños, próximos a las familias, grupos consolidados de compañeros y mayor acompañamiento al alumno. En Secundaria, en cambio, se fragmenta la experiencia del alumnado en un momento vital delicado, el de la pubertad, con ocho profesores y un menor control del día a día del alumno. Un tránsito severo que, según llevan años denunciando padres y expertos, le queda grande a algunos alumnos.
Hasta mediados de los 90, el modelo general era similar al que ahora se quiere implantar. La LOGSE extendió la escolarización obligatoria hasta los 16 años hace treinta años, y unificó la Secundaria (de primero a cuarto de la ESO), pero también dio lugar al problema. Para trasladar la nueva organización física y laboral a los centros educativos, se marcó la frontera al acabar Primaria, que se mantuvo en los antiguos colegios, mientras la ESO (de 12 a 16 años) se trasladó a los institutos. Hasta entonces, los alumnos seguían en el colegio hasta los 14 años.
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Para otros docentes, la cuestión clave no es en qué edificio cursa el alumnado de la pública los primeros cursos de la ESO, sino qué políticas garantizan que el salto de Primaria no sea un problema. «Lo fundamental es que los alumnos sean atendidos con los recursos que necesitan», reclama la presidenta de la FAPA, Marisa Maldonado. Para los docentes, la medida plantea dudas laborales a los profesores desplazados, y otros opinan que romper la ESO en dos puede partir la continuidad de la etapa y desplazar la dificultad a tercero.
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La mayoría de los concertados mantienen la ESO
Impartir Secundaria en el mismo centro que Primaria es una práctica habitual en los colegios concertados de la Región. La medida ya implantada por la Comunidad de Madrid, también del PP, de dejar hasta segundo de la ESO en los colegios, se aplica en otras comunidades: en Galicia (PP) funciona desde 1999 el modelo de Centro Público Integrado (CPI). En Andalucía (PP) también existe el mismo modelo de centros, los Ceipsos, en zonas rurales, y el gobierno de Castilla-La Mancha (PSOE) lo tiene en proyecto. En la Región se ha pilotado en siete centros educativos públicos de Primaria de zonas rurales: los CPEI Bas Arteaga (Sucina), Isabel Bellvis (Corvera), Salzillo (Espinardo), Profesor Enrique Tierno (Lobosillo), Nuestra Señora de los Dolores (Torre Pacheco) y Guadalentín (El Paretón-Totana).
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