El molino Armero de Murcia busca convertirse en BIC
El Consistorio solicita a la Comunidad Autónoma la máxima protección para unas instalaciones que constituyen todo un símbolo de la industria tradicional de la huerta
Tan solo una quincena. Es ese el número de molinos pimentoneros que permanecían en pie a principios del siglo XXI en la huerta de ... Murcia. Así lo recoge un estudio redactado con motivo de la presentación en 2009 de la candidatura ante la Unesco para la declaración del Consejo de Hombres Buenos como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. De milagro resisten estos a día de hoy, atendiendo al estado de conservación en el que se encuentran la mayoría y dado que alguno, como el molino Oliver, sufrió, incluso, hace más de tres lustros un intento de derribo que se llevó por delante buena parte del edificio.
Son dichos inmuebles el vestigio de una industria tradicional que llegó a sumar en todo el municipio más de doscientas instalaciones hidráulicas de este tipo, las cuales funcionaron vinculadas a la red de riego tradicional de la huerta murciana. De hecho, de las que aún perviven –ya sin uso, claro está– una docena se encuentran vinculadas a azarbes y acequias, mientras que solo tres tomaban el agua directamente del río Segura. Probablemente, de entre las primeras, el mejor ejemplo de este patrimonio lo constituya, por estado de conservación, el molino del Amor, en ruina hace tan solo unos años y que fue restaurado en 2020 por el Consistorio.

El inmueble, ubicado en la pedanía de La Albatalía, junto a la acequia mayor Aljufía, se encuentra inmerso, en estos momentos, en un proceso de conversión y consolidación como centro de visitantes y de interpretación de los usos y costumbres de la huerta. Un futuro similar debe esperar, en principio, al molino del Amor, enclavado en pleno Sitio Histórico de Monteagudo y Cabezo de Torres. De hecho, la Urbanizadora Municipal (Urbamusa) se encuentra redactando en estos momentos el proyecto de rehabilitación de unas instalaciones de gran valor histórico, a las que, además, se pretende dotar de un uso ciudadano por parte de los vecinos de Cabezo de Torres.
Con el fin de reforzar la protección de todo este símbolo de la industria pimentonera murciana y reafirmar el propio compromiso de la Administración local con su recuperación, el Ayuntamiento, a través del Centro Municipal de Arqueología y de la Concejalía de Planificación Urbanística, Medio Ambiente y Huerta, acaba de solicitar la catalogación del molino Armero como Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Lugar de Interés Etnográfico.
Recoge la propuesta remitida a la Consejería de Turismo, Cultura, Juventud y Deportes una delimitación de este elemento patrimonial que incluye tanto la edificación del propio molino, como los muros de la balsa medieval islámica adyacente y el tramo en superficie de la histórica acequia Churra la Vieja, de la que estas instalaciones tomaban su fuerza de trabajo y que emerge junto a ellas tras discurrir entubada prácticamente desde su nacimiento a varios kilómetros de distancia, en La Ñora. Suma, por tanto, el conjunto propuesto para catalogación una superficie total de 7.420 m2.



Origen en el siglo XVII
Buque insignia de esta solicitud es el casal y la maquinaria de una aceña que hunde sus raíces, como poco, en los inicios del siglo XVII (año 1608), cuando nació dedicado a la molienda del trigo, según está documentada su escritura en la localidad. No obstante, el edificio inicial sería remodelado a mediados del siglo XIX para posteriormente, en 1912, merced a una nueva reforma de carácter más profundo, adquirir el aspecto con el que hoy en día se lo conoce. No solo sufrieron las instalaciones a lo largo de los siglos una transformación arquitectónica, sino también productiva.
Por un lado, se cambió la producción harinera por la del pimentón dulce, al compás de la evolución experimentada por el sector agrícola murciano desde mediados del siglo XVIII. Dio lugar esta al nacimiento de una floreciente industria pimentonera –de la que el Armero es claro ejemplo–, con denominación de origen propia, una importante capacidad de exportación y con epicentro en Cabezo de Torres y Espinardo.
Por otro lado, no fue ajeno este molino a los procesos de modernización tecnológica, incorporando a principios del siglo XX un motor que permitió cambiar una de sus cinco piedras por otras dos, de menor tamaño, accionadas con energía eléctrica. Lo cierto es que el establecimiento, a finales del siglo XIX, de la compañía de producción pimentonera fundada por Juan Armero Muñoz –que da nombre a esta joya patrimonial– convirtió a Cabezo de Torres en un punto de referencia empresarial, impulsando la prosperidad laboral y económica de la pedanía, según señala el informe presentado a la Comunidad por el Consistorio.
De hecho, fue Armero, fundador de la Sociedad Exportadora de Pimiento, una persona de relevancia para la sociedad murciana de la época. Lo certifica, por ejemplo, su presencia en la delegación que acudió a Madrid en 1914 para solicitar la creación de la Universidad de Murcia. A su muerte, su hijo se haría cargo de un negocio que produjo marcas tan reconocibles como 'Los Dos Caballos' o 'La Llave'. Fue ya en 1993 cuando las instalaciones cesaron definitivamente su actividad.


Estado de conservación
Señala el documento elaborado por el Consistorio que «a diferencia de otros molinos de la huerta murciana, el Armero presentaba aún un estado íntegro de conservación hasta el momento de su cierre, siendo inevitable el deterioro que desde entonces ha venido sufriendo por causas naturales». «Todavía sería posible hacerlo funcionar presionando un botón», ha señalado alguna vez su último propietario privado, José Marín Armero. Junto al inmovilizado, también se conservan gran cantidad de documentos y elementos muebles inventariados.
Defiende el edil de Planificación Urbanística, Antonio Navarro, que iniciativas como la de ampliar la protección del molino cabezotorrense «confirman la clara apuesta del equipo de José Ballesta por la recuperación del patrimonio histórico del municipio, especialmente en un año como este, en el que la ciudad celebra su 1.200 aniversario». No obstante, a esta salvaguarda legal debe sumarse la inclusión el año próximo de partidas presupuestarias para afrontar una rehabilitación que, según las estimaciones iniciales, puede alcanzar los 1,8 millones de euros. También el molino del Batán –en Zarandona– es BIC y se cae a pedazos. El papel lo aguanta todo, o casi, porque al patrimonio lo que lo mantiene en pie es la inversión.
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