El otro 'murciano' que se expone en El Prado
La Murcia que sí vemos ·
Supongo que estará que trina, el pobre. Lógico. Acaba de convertirse en la prueba incontestable de la terrible desmemoria que padece nuestra Muy Noble, Muy ... Leal y Muy Olvidadiza Ciudad de Murcia. Hasta el extremo de que, siendo como es el Jefazo, su propio discípulo le ha mojado la santa oreja. Ya veremos si la polémica no termina en un apocalipsis.
Les cuento. Los medios regionales vienen contando que en el Museo del Prado, la primera pinacoteca del mundo, se expone la impresionante talla de San Juan, obra de Francisco Salzillo para la Cofradía de Jesús. Es esa increíble pieza que representa a un gallardo zagal que parece recogerse la túnica con la mano derecha, dibujando una media verónica taurina.
Normal. San Juan, cada Viernes Santo y en la mañana más bella del año, porque es morá, no sale a las calles de Murcia en procesión, que también. Sale a darle capotazos de arte, devoción y tradición a la ciudad deslumbrada por la belleza de su primavera.
Sin embargo, el discípulo amado igual lo es menos a partir de ahora. ¿Cuál es el problema? San Juan es el absoluto protagonista murciano de la exposición. Sin embargo, allí también anda su jefe, el mismísimo Señor. Y nadie le echa cuentas. Y nadie se las hubiera echado si el muy avispado historiador Álvaro Hernández no me lo hubiera contado a mí y yo, en estas líneas, a ustedes.
La exposición luce un curioso Crucificado del siglo XVIII tallado en alabastro rosa. Ese material permite que su tono rosáceo recuerde la carne; las vetas grises, la sangre que resbala; y hasta las manchas oscuras parecen moratones. Espectacular. El Cristo está todo el año en Santa Eulalia, donde tampoco nadie ha dicho ni pío del viaje.
La pieza atesora su historia, desconocida por los murcianos. Miren que lo lamento. Es una joya donada por Belluga. Era aquél cardenal y militar que, con similar determinación, igual partía al pueblo la Palabra de Dios que la cara a quien se le opusiera.
Me cuenta otro avisado profesor e historiador, Manuel Pérez Sánchez, que el Cristo procede de la siciliana localidad de Trapani, donde existen canteras de la llamada pietra incarnata, por su color. ¿Es o no es interesante?
Belluga lo donó al Oratorio de San Felipe Neri, congregación que estableció en la antigua ermita de San José en 1706, pared con pared con la parroquia. Por eso, la escultura se conoce como Crucificado de Belluga o de la Clemencia.
Para avivar más el estropicio, la Cofradía de Jesús anuncia que su San Juan les ha salido correntillero, sabroso término que define en esta tierra a la persona que no para un segundo en su casa.
-Lo de para, ¿lo dice usted en su acepción de detenerse o en la murciana de ponerse en pie?
-En la primera, follonero.
El caso es que el discípulo ya suma nueve salidas del joyero que es la iglesia de Jesús. No queda claro si cobró dietas de desplazamiento. Y su Jefe, que yo sepa, solo participó en la exposición Huellas. Gratis et amore, ojo. Encima, por si querían caldo, resulta que Salzillo se inspiró en su traza para tallar sus propios Cristos, pongo por caso el de la Esperanza de San Pedro.
Estoy convencido de que cuando cierre cada tarde el Prado, cuando el silencio invada sus salas, el Cristo de Santa Eulalia mirará a su discípulo. Y, entornando sus bellos ojos, le advertirá lo mismo que tantas madres advierten a los hijos revoltosos cuando dan por saco donde no deben: «¡Ya te engancharé en la casa, ya!».
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