El habla de los huertanos que se inmortalizó en bandos
La Murcia que no vemos ·
El panocho, ahora propuesto para ser Bien de Interés Cultural, se nutre de un dialecto más histórico y belloExistió, qué duda cabe, un habla tradicional en la huerta, arraigada desde antiguo y enriquecida, como se enriquecen los michirones con paticas de cerdo, durante ... generaciones. Luego vino un tiempo en que los «churubitos», las gentes de la capital, la emplearon para componer bandos jocosos, no sin evidente maestría en contenidos y letras.
El dialecto murciano, que algunos consideran una lengua, adquirió la denominación de panocho, transformado en gracioso entretenimiento lingüístico que comenzó su andadura cuando, allá por 1851, un grupo de entusiastas de la tradición fundaron el Bando de la Huerta.
Joaquín López se encargó durante años de componer el bando oficial que, por ejemplo en 1862, leyó ante la mismísima reina Isabel II durante su visita a Murcia. El periodista Martínez Tornel también lo escribiría en alguna ocasión, además de fijar una especie de modelo para su composición.
A Joaquín López lo sustituyó, ya entrado el siglo XX, el poeta Frutos Baeza, a quien debemos que se recuperara el Bando en 1900 tras el paréntesis por la trágica riada de Santa Teresa de 1879. Juan José Navarro Avilés, panochista e investigador, destacó en su obra 'La palabra Panocho' cómo en 1919 se constituyó una comisión para seleccionar los mejores textos escritos para el Bando. Jara Carrillo, López Almagro y Peña Séiquer eran sus miembros.
El habla tradicional no sirvió solo para hacer reír a la gente. Muchos investigadores mantienen que el dialecto murciano tuvo suficiente entidad para más tarde degenerar en lo que se denomina panocho. La bibliografía sobre la cuestión es abundante. Hay quien mantiene que panocho proviene del término árabe banuch, esto es, «el arraigado, el de aquí». Para Gómez Ortín, en su estudio 'El dialecto murciano y sus variedades', es «una modalidad literaria, un lenguaje artificioso y deformante, creado por escritores murcianos sobre la base del habla huertana».


El autor apunta como arabismos los términos alhábega, aletría, inda (hasta) o tahúlla y catalanismos podrían ser bajoca (judía) o boria, llanda, traspol o companaje. De Aragón proceden vocablos tales como rasera, abonico, calentor, abercoque, postizas, grillo o panocha; y junto a estos otros arcaísmos (truje, vide, naide, cuasi, fuera parte, encomedio). En la actualidad existen unas 400 palabras admitidas por la RAE como murcianismos.
El poeta Vicente Medina calificaría en 1933 al panocho como «un lenguaje de soflamas carnavalescas, que imitando el habla regional, la ridiculizaba con acopios de deformaciones y disparates grotescos».
La belleza del lenguaje
¿Cuándo empezó la decadencia del panocho? Martínez Tornel la situaba a finales del siglo XIX. En 'El Diario de Murcia', rotativo que dirigía, afirmaba en 1882 que «hemos perdido a los panochos» en aras de una modernidad que impone vestir «pantalón estrecho, sombrero hongo y zapatos». Además, advertía de que hablar en panocho «no es decir un barbarismo tras otro. Es dar a las frases el giro peculiar que dan en la huerta».
Es cierto que en aquellos años ya no era habitual vestir zaragüelles, ni jubones encarnados o amarillos, ni fajas, calcetas o esparteñas, ni siquiera los recordados pañuelos de «seda crúa» sobre los que se ajustaban monteras de felpa. Así lo constata la prensa de la época. Muchos usos y costumbres sufrían una franca decadencia.

El consumo de pan de trigo había desterrado los bollos de panizo y las tortas de cebada cocida. «Los buenos tragos de vino y sendos trozos de carne frita» arrinconaban las remotas ensaladas de camarrojas y cerrajones. «La civilización ha llegado a la Huerta –clamaba Martínez Tornel–; pero no con todos sus esplendores y bienes».
El habla murciana tendría su último resuello del siglo en 1884 en un nuevo periódico gratuito para los suscriptores de 'El Diario'. Se trataba de 'El Panocho', dirigido por Frutos Baeza, quien recogía en el prospecto de la publicación su objetivo: «Recoger la belleza del lenguaje, de los cantares, las costumbres y las cosas de nuestra huerta».
«Piazos e magra»
El valor de esta publicación reside, como destacó Alberto Sevilla en el diario 'El Tiempo' en 1936, en que presenta la original lengua huertana despojada de vocablos inventados por algunos escritores, más preocupados en acertar una rima que en respetar el vocabulario que empleaban los huertanos.
Frutos Baeza dejó la dirección de 'El Panocho' en marzo de 1885. Tras este ilustre panochistas vinieron otros, como José Alegría o Emilio, apodado 'El de los muebles', pues muebles vendía y quien fue nombrado en 1958 por el Ayuntamiento Panochista de Honor y en 1959 Perráneo Mayor del Bando. También José Ros y su viuda Marita Abellán, Nicolás Rex, Diego Ruiz Marín, Francisco Rodríguez o el más actual y afamado, Emilio Soler, 'El Corcho'. Y, citando a Francisco Rodríguez, «aquí remato mi Bando, pidiendo a Dios que nus traya, agua pa nuestros bancales, munchas veviendas baratas, un bozo pa los pulíticos que no saben ni lo que hablan, y pa to er mundo morcillas, güen vino, piazos e magra y crillas cocías con ajo pa comer en las barracas. Y aquí pás y dimpués loria y, al mal tiempo, güena cara. He dicho».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.