Guía improvisada para conocer la más sorprendente Navidad murciana

La festividad de la Purísima Concepción, desde que el mundo es mundo y las 'pavas' de La Arboleja, es el portón de entrada a la Navidad, que en Murcia siempre se llamó Pascua o Pascuas. Ese día, como desde hace siglos, las parroquias acogen sus tradicionales y tempraneras misas de gozo donde, por vez primera desde el año pasado, se entonan aguilandos a cargo de peñas huertanas o cuadrillas.

En 1952, el mundialmente conocido etnomusicólogo Alan Lomax llegó a Murcia para registrar aquellas canciones populares que más identificaban a esta hermosa tierra. Y eligió dos localizaciones. Una, Sangonera la Verde. ¿Y por qué a esta alejada pedanía, a la que se llegaba tras un tortuoso viaje por carretera sin asfaltar? Por la creencia de que consideraba uno de los aguilandos más puros.

En contra de la creencia popular, el término aguilando no es una derivación de aguinaldo, sino al contrario. Ya en la Edad Media encontramos registrado el vocablo. Resulta la banda sonora de la Navidad. Son esas cuartetas improvisadas y respondidas con estribillos que todos cantan al compás laúdes, guitarras, bandurrias, requintos y panderetas, cañas o la inevitable botella de Anís del Mono. Puerta a puerta, en esos días se irá pidiéndose limosna para las parroquias u organizaciones caritativas.

La otra pedanía que visitó Lomax fue Monteagudo. El motivo: sus prestigiosos auroros. La tradición de las Campanas de Auroros, custodios del aguilando más serio y las despiertas de este tiempo, como hermandades religiosas que son, hunden sus raíces en el siglo XVII. En Rincón de Seca y Zarandona, en Santa Cruz, El Palmar o Javalí retumban los ecos de estos cantes que fueron la única distracción del humilde huertano. Con la Purísima, los auroros arrancan su ciclo más festivo del año: el de Navidad.

La fiebre de las compras navideñas no es cosa de este siglo. Nuestros abuelos ya sucumbían, si el bolsillo lo permitía, al acopio de alimentos. De hecho, el mercado semanal de los jueves en Murcia se alargaba varios días. Y todos los alimentos, claro, costaban más.

Los precios, como siempre fue costumbre, también subían hace un siglo. Y si hoy le sucede eso al marisco, hace un siglo le ocurría al pavo. «Ayer vimos ofrecer por dos pavos, que no eran de los más grandes, ocho duros, y negarse a darlos la vendedora», señalaba el redactor de 'La Paz'. Por cierto, que la Lotería de Navidad también se anunciaba en agosto hace un siglo.

La tradición de comerse las doce uvas surgió en el año 1909. Al parecer, el exceso en la producción animó a algún empresario a impulsar una campaña para darle salida al producto. Y tuvo éxito. Los autores discuten si ocurrió en Almería, Murcia o Alicante. Sin embargo, el diario murciano 'El Tiempo' ya publicó aquel año que «la gente joven come uvas, echa los años, tiran los zapatos y ejecutan toda la interminable serie de pruebas cabalísticas para saber si serán felices en el año o se casarán durante sus doce meses». Así que ya entonces era costumbre aquí.

Las exquisiteces gastronómicas para Nochevieja tampoco son algo que los tiempos nos trajeron. Según un anuncio de la tienda La Fonda Negra, a comienzos del siglo XX, para estas fiestas ofrecían a sus clientes «'foie gras' y faisán, jamón en dulce, caviar y langosta, ostras y langostinos, langostas y perdices...». Y para beber: «Vinos y champanes franceses».

El Real Casino de Murcia organiza la llamada Fiesta de las Uvas, donde los potentados acudían disfrazados y el baile se alargaba hasta la amanecida. Para el común de los mortales, las cenas eran más frugales.

Arrancado el nuevo año se observaba la costumbre del denominado 'tarjeteo': enviar tarjetas de presentación para reconocer a alguien la gratitud por algún favor, el arrepentimiento ante un agravio, la recomendación de un amigo... Todo lo que «no haríamos personalmente, lo hacemos por ese pedazo de cartulina que nos representa, evitándonos bochornos y malos ratos», destacaba 'El Liberal'.

El catálogo gastronómico murciano en Navidad, incluidas las buenas ollas de 'pelotas', es de los más ricos de España. Y de los más antiguos, pues hunde sus raíces en nuestros antepasados árabes y judíos. Suspiros, que son magdalenas encaladas, cordiales, tortas de recao, de naranja o de Pascua, mantecados o roscos de vino componen estos días sabrosas bandejas para obsequiar a propios y extraños.

El Auto de los Reyes Magos es una de las más antiguas reliquias teatrales españolas y goza de gran tradición y popularidad en diversos enclaves de la geografía murciana, especialmente en Aledo y la pedanía de Churra. Aquí se celebra desde el siglo XVIII cada 6 de enero. En el lugar se representan típicas escenas de Herodes dialogando con sus ministros y con los Magos de Oriente, así como el diálogo de Jusepe y Rebeca.

Mucho antes de que en España se popularizaran los belenes ya existía tradición de ellos en Murcia, con espléndidos artesanos allá por el siglo XVIII. Los tipos de belenes murcianos más típicos son el salzillesco, que recuerda al gran imaginero; el enlienzado, donde las piezas se recubren con telas ricamente estofadas; y el más popular denominado del 'huevo frito', así llamado por la curiosa aureola que corona la cuna del Niño.