Gloria lleves, Sánchez Madrigal
El centenario de la muerte del gran poeta y tres veces director de LA VERDAD pasa inadvertido
Era ingeniero de minas; pero sus más preciados tesoros los alcanzó ahondando en la poesía y el periodismo. Me refiero a Ricardo Sánchez Madrigal, quien ... nació en Murcia en 1844 y ahí murió una víspera de San Antonio de 1925, hace ahora un siglo justo. Sin embargo, descuiden, que nadie ha programado, ni tampoco se espera, que yo sepa, homenaje alguno en su memoria. Hasta ahí podíamos llegar.
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Don Ricardo siempre fue un hombre particular. Para él, la poesía se acabó con Zorrilla, aquél que en 1888 dedicó a la capital del Segura el poema «De Murcia al Cielo», aunque los madrileños se lo apropiaran más tarde. Zorrilla, de ascendencia murciana por parte de madre, también consideraba un buen amigo a Sánchez Madrigal. Alguna carta lo prueba.
LA VERDAD fue la principal depositaria de su producción literaria. No en vano dirigió el periódico hasta en tres ocasiones. Por estas páginas desfilaron sus afectos más íntimos, como los 'Versos de abuelo', o la delicadeza excepcional al llorar la pérdida de su esposa, «que no causó más dolor que el de su muerte». También sus emociones al contemplar la espléndida huerta o la inimitable descripción del Ángel de Salzillo: «Que tiene del mancebo su arrogancia y las castas turgencias virginales».
La historia lo recuerda, cada vez menos, como autor del 'Cancionero de don Álvaro Bazán', en homenaje al célebre almirante, marqués de Santa Cruz, conocido por su trayectoria militar en el siglo XVI y por no haber perdido jamás una batalla naval.
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Otra de sus obras muy conocida es 'La Dolorosa de Jesús'. En ella recoge la leyenda que refiere cómo Salzillo aterrorizó a su esposa para obtener el retrato de su más bella Virgen, la que cada Viernes Santo acaricia el sol mientras pasea por Murcia.
Mientras dirigió LA VERDAD, Sánchez Madrigal jamás descuidó recordar a sus lectores grandes efemérides, como el centenario del escritor y periodista Selgas; otro nombre olvidado. A don Ricardo también le gustaba evocar los logros de grandes personajes: es el caso del maestro Fernández Caballero. Por todo eso y por algunas cosas más, me parece justo conmemorar que hace un siglo falleció uno de los más grandes murcianos de su época. E igual de la nuestra.
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