Una huerta libre
Este ecosistema es un riquísimo patrimonio detodos los murcianos, que tenemos el derecho adisfrutar de su paisaje tal y como se formó
Hace algunos años recorrí la acequia Pitarque, en la pedanía de El Esparragal, durante un día de riego del mes de abril. El agua saltaba ... libre y alegre bordeada de unos quijeros repletos de vegetación, incluidos árboles de profunda sombra. Estar allí y mirar todo aquello tenía un efecto terapéutico sobre el espíritu.
Pero la acequia Pitarque, como tantas otras en la huerta, ha sido soterrada en gran parte, han aniquilado su vegetación y discurre metida en un hermético tubo de hormigón, evitando que sus filtraciones beneficiosas proporcionen al subsuelo la humedad que tanto aporta a los cultivos. La Junta de Hacendados, que debía hacer lo posible por conservar la huerta, sueña con convertirla en una triste urbanización sin personalidad ni distinción alguna, entubando acequias, talando árboles, envolviéndola en una capa de asfalto y cemento. Les gusta vivir en la huerta, sí, pero en una huerta «urbana», es decir sin las incomodidades de la huerta y sí con sus ventajas. Es como si alguien quisiera vivir en una ciudad pero sin tener sus mil inconvenientes. La huerta tiene sus tareas propias, como la ciudad tiene las suyas. En la huerta hay que hacer la monda, trabajo costoso y antipático, y los regantes pagan para ello y para la restauración de cauces 63 euros por tahúlla y año a la Junta de Hacendados, a lo que el Ayuntamiento añade también 150.000 euros anuales. ¿Qué pasa entonces? ¿Por qué las acequias presentan ese aspecto tan abandonado? ¿Por qué las dejan desmoronarse y después exigen su entubamiento?
El Ayuntamiento ha ofrecido en ocasiones aportar su ayuda si las reparaciones se hacían con mampostería a junta abierta, porque este sistema permite conservar la vegetación de los quijeros y también permite las filtraciones necesarias para alimentar el acuífero, pero la Junta de Hacendados prefiere entubar y encementar para aumentar así el valor de sus terrenos.
La huerta no es de unos pocos, la huerta es un riquísimo patrimonio de todos los murcianos, que tenemos el derecho a disfrutar su paisaje tal y como se formó: acequias, árboles y plantas, pájaros y peces.
Nadie debe apresar el agua de sus cauces porque en ella está el alma libre de la huerta.
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