36 horas de asedio en Cañada Hermosa
La Policía desplegó uno de los operativos más críticos en años y cercó la casa de un hombre armado, que tomó a su hermana como rehén
La pedanía murciana de Cañada Hermosa fue escenario hace una semana de la que ya ha sido calificada como «la situación más crítica a la que se ha enfrentado la Policía Nacional de la Región en muchos años». Esta valoración coincide con la que expresaron los agentes de élite del Grupo de Operaciones Especiales (GEO) que llegaron a Murcia desde su base en Guadalajara.
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«Ellos han estado en muchas coyunturas violentas en el extranjero, pero no han visto en España semejante ataque por parte de un atrincherado tan preparado y con un intercambio de fuego tan intenso y prolongado». Quien afirma esto es uno de los mandos de la Policía Nacional que estuvo al frente del operativo en el que participaron un centenar de agentes, que se desplegaron en torno a la vivienda de Cañada Hermosa. «Fue una bestialidad».
La crónica de una de las actuaciones policiales más meritorias en décadas comienza dos días antes de Nochebuena.
Jueves 22 de diciembre por la tarde
El rapto y la valentía de los testigos en Molina de Segura
Sobre las 18 horas del jueves 22 de diciembre, agentes de la Policía Nacional de la comisaría de Molina de Segura reciben una llamada perturbadora. Un testigo asegura que un hombre de mediana edad acaba de meter en el maletero de su coche a una mujer a la fuerza, tras propinarle una paliza, en la avenida del Chorrico, a escasos cinco kilómetros de la urbanización de Altorreal.
El denunciante explicó que varias personas, en un acto de gran valentía, habían tratado de impedir lo que parecía un secuestro y llegaron a abrir el maletero del coche para liberar a la víctima. El raptor, sin embargo, empuñó una pistola y les amenazó con disparar. «Como toquéis eso, os pego un tiro», advirtió. Ante tal amenaza, le dejaron marchar. No obstante, uno de ellos consiguió grabar con su móvil un vídeo de la secuencia del rapto y quedó registrado el modelo y la matrícula del coche. El archivo se lo envió a los agentes.
Las alarmas saltaron en las dependencias policiales e inmediatamente se avisó al jefe de servicio de la Brigada de Policía Judicial de la Policía Nacional de Murcia, que movilizó a todas las unidades, entre ellas, al Grupo de Homicidios.
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¿Quién es el autor? ¿Dónde ha ido? ¿Qué intenciones tiene? ¿De qué medios dispone? ¿Quién es la víctima? ¿El arma empleada es buena o simulada? Son algunas preguntas que, en los primeros momentos de la crisis, rondan las cabezas de los investigadores. Los interrogantes fueron despejándose poco a poco con la toma de declaraciones de los testigos y la visualización de la grabación del rapto. Los agentes empiezan a orientarse esa misma noche del jueves, al tiempo que se adoptan medidas de extrema urgencia y activan el protocolo de incidentes críticos «porque la vida de una mujer corría peligro», apunta el policía. Tras una ardua labor de investigación, los agentes consiguen situar la vivienda del sospechoso en la zona de Cañada Hermosa, donde se monta un dispositivo de vigilancia.
Viernes 23 de diciembre. Por la mañana
'Operación bloqueo' en la vivienda de Cañada Hermosa
La casa donde se encuentra el secuestrador está perfectamente localizada. Se establecen dos círculos de protección alejados varias decenas de metros de la casa y se confina en sus viviendas a los vecinos. Nadie puede salir a la calle. Acuden las unidades de intervención UPR y las de los grupos de élite, GOES y GEO, que llegan desde Valencia y Guadalajara, respectivamente. La vivienda, Villa Paquita, situada en el camino del Motor, junto a la plaza del Pino, está cercada por más de cien policías y un helicóptero que la sobrevuela.
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El negociador establece comunicación telefónica con el sospechoso. Su función es clave para obtener información. Es crucial determinar si se encuentra solo o está acompañado, porque en ese momento se desconoce si hay más secuestradores. También es imprescindible conocer exactamente lo que está ocurriendo: si la rehén está viva, si está con él, cuáles son sus exigencias, si pide algo por el rescate...
La comunicación da sus frutos. El secuestrador está solo. Se llama Eduardo, es vecino de Murcia, tiene 46 años y la rehén es su hermana. Asegura que quiere ver a su hijo. Aunque sus exigencias giraban en torno a una supuesta custodia que su familiar tenía sobre su hijo, luego se supo que realmente se trataba de su sobrino. Con las facultades mentales gravemente afectadas, mantenía que él era su padre y que ella, su hermana, quería introducirlo en una especie de secta.
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Viernes 23 de diciembre. Mediodía
Una armadura y un coche blindado
Eduardo accede a salir de la casa sobre las 13 horas. Los agentes, que ya sabían que sufría problemas mentales, ven algo extraño cuando abandona la vivienda a pie, justo a la puerta. Lleva puesto un casco balístico, dos chalecos antibalas y otros elementos que cubren el resto del cuerpo. Tiene puestas protecciones hechas con placas de metal para cubrir el cuello, los hombros, los brazos y las piernas. Se había fabricado una armadura. Este detalle dejaba entrever un dato preocupante: se había preparado para que le disparasen. Era una certeza, ya que él también iba a abrir fuego con la escopeta que llevaba colgada en un hombro y con la pistola que agarraba con una mano. En ese momento, todos se temen lo peor. De repente da la vuelta sobre sus pasos, camina hacia el interior de la parcela y regresa a bordo de un coche, un Audi A8 blindado con el que sale de la casa. Los policías intentan intervenir, pero él comienza a disparar con la escopeta y regresa a la casa. En ese tiroteo hiere a un subinspector de los GOES, que recibe el impacto de dos perdigones, uno en la cabeza y otro en un brazo.
Viernes 23 de diciembre. Tarde-noche
Una batalla planeada
Los investigadores ya saben que Eduardo ha planificado ese momento desde hace cuatro años. En ese tiempo, adquirió el vehículo blindado, las armas y la munición. La casa, a la que él mismo denomina como su «búnker», era un campo de batalla estructurado con trampas para hacer frente al asedio que ya sabía que iba a ocurrir. «Él quería ir allí a montar su guerra», explica el investigador.
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Eduardo alquiló Villa Paquita el pasado septiembre. La vivienda se compone de un sótano, una planta baja y una planta alta. A cada movimiento que observa en el exterior, responde con tiros contra los agentes desde las distintas alturas de la casa. Dos 'geos' son alcanzados con perdigones, uno recibe un impacto en una rodilla y el otro en un muslo.
Lanza un cóctel molotov contra unidades del GOES, a las que no alcanza. Según aseguran testigos del enfrentamiento, sí consigue abatir uno de los dos drones que la Policía utiliza para seguir sus movimientos desde el aire. Además de la gran capacidad de fuego que ofrecen dos armas cortas, un rifle con mira telescópica y una escopeta, los 'geos' observan que la parcela de la vivienda está sembrada con bombonas de camping-gas, trampas que Eduardo amenaza con hacer estallar en el momento en que alguien intente entrar en su terreno. Es más, asegura que ha cortado la goma de una bombona de butano por la mitad y que no dudará en utilizarla a modo de lanzallamas.
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Sábado 24 de diciembre. Por la mañana
Objetivo: liberar a la rehén
Eduardo cortó el contacto con el exterior durante toda la noche del viernes. A pesar de que el negociador logró un acercamiento con él el día anterior, al retomar la comunicación a primera hora de la mañana del sábado, advierte que el raptor ha vuelto al inicio de sus delirios y se ha vuelto a mostrar más agresivo con su hermana. En las conversaciones que mantiene, el atrincherado asegura que la vida de su hermana acabará allí y que él también iba a morir, «matando policías». Varias muestras de extrema violencia provocan que el policía rechace seguir negociando y ordene el asalto inminente, ya que la víctima corre peligro. A las 10.40 horas desarrollan una estrategia de distracción y la rehén, con gran valentía, aprovecha para escapar y llegar al punto donde le esperan los geos, quienes la ponen a salvo.
Sábado 24 de diciembre. Por la tarde
'Elko' y el asalto final
Con la rehén liberada, la situación cambia drásticamente. Hasta ese momento, el problema era que matara a un inocente. Ahora, el objetivo es evitar que salga de allí. La estrategia que se iba a seguir era el agotamiento físico y mental de Eduardo. Los policías ya se preparaban para pasar varios días más de asedio en Cañada Hermosa. Sin embargo, el plan cambia sobre las 16 horas, cuando los agentes observan que se dispone a montarse armado y con la armadura puesta en el coche blindado. «No podíamos permitir que saliera con el vehículo a la calle».
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En una acción relámpago, los geos derriban una de las puertas laterales, empleando gases lacrimógenos, y sueltan a 'Elko', un pastor alemán especializado en situaciones de extrema violencia y misiones de alto riesgo. El perro se abalanza sobre él cuando estaba a menos de un metro de la puerta del coche y lo reduce, al tiempo que una bala alcanza al sospechoso en un hombro. Tras dos días de tensión máxima, y 36 horas de asedio en Cañada Hermosa, la amenaza ha sido neutralizada. Fue la operación más compleja a la que los policías nacionales de la Región se han enfrentado y se enorgullecen de que acabara sin víctimas mortales.
Un mando policial escribió un texto en el que utiliza metafóricamente los animales que simbolizan tres de las principales unidades que intervinieron: «Podemos estar tranquilos en la Región de Murcia, los búhos (Grupo de Homicidios) nos sobrevuelan, nos protegen, y si hace falta llamarán a sus hermanas, las águilas (las unidades de élite, GOES y GEO). La esperanza es ver que hay luz a pesar de toda la oscuridad. Fdo. Desmond Tutu», concluye el texto.
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«Estoy a punto de hacer una locura, ya que ni localizo al crío»
Eduardo está siendo investigado, entre otros delitos, por presunto secuestro e intento de homicidio. El titular del Juzgado de Instrucción número 8 de Murcia, en funciones de guardia, acordó el pasado martes su ingreso en el módulo psiquiátrico de una prisión. El magistrado reflejó en el auto que la medida cautelar era la única aplicable ante el número de hechos delictivos cometidos, por su gravedad, penas a imponer y conducta demostrada por el investigado, «que si bien parece tener alterada la voluntad, sin embargo, es capaz de actuar con eficacia y enorme peligro».
De ese peligro al que aludía el juez fueron testigos directos los investigadores y el negociador, que mantienen que nunca hubo opción a un acuerdo con Eduardo. «Su única intención era matar y morir allí», aseguran fuentes del caso. La elección del día 22 de diciembre también tenía un sentido. Según comentó, la fecha tiene que ver con los astros y el comienzo del invierno, tras el solsticio del día anterior. Algún significado que no ha trascendido tendría algo así para su mente, capaz de maquinar una realidad paralela en la que imaginaba que el hijo de su hermana, su sobrino, era realmente su descendiente. El delirio que padece desde hace años le ha llevado a creer, sobre todo, en la existencia de redes gubernamentales dedicadas al robo de bebés.
Eduardo dejó escritos varios comentarios en páginas web donde expone sus enajenaciones, pidiendo ayuda para buscar al supuesto hijo que le arrebataron. «Creo que me han quitado semen e inseminado a alguien y lo está criando la que creía que era mi hermana [...] matrona, quizá roba niños. Estoy a punto de hacer una locura, ya que ni localizo al crío». Lo dejó escrito el pasado 8 de abril, ocho meses antes de atrincherarse en Cañada Hermosa.
En el comentario, también alude a una conspiración contra él de su expareja, quien le denunció por malos tratos: «Por favor difusión ante este delito de intento de inducción al suicidio mediante falsa denuncia de violación a una mujer de color (narcotraficante internacional contratada por Ministerio de Educación y Ciencia para llevar a cabo esta estafa)».
Eduardo se puso en contacto con LA VERDAD hace dos años para denunciar que su vida corría peligro. Lo que contó tenía que ver con este último asunto. Según explicó a este periódico, su exnovia, «una conocida narcotraficante de Puerto Rico», le había amenazado de muerte tras la ruptura de la relación, y dos sicarios intentaron matarle en un piso de San Antolín, donde vivía. Nunca lo denunció a la Policía y nada se publicó en este diario.
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