Un agente traslada a Miguel L. a dependencias judiciales después de ser detenido por el homicidio de su progenitor, en Los Garres. G. CARRIÓN / AGM

La confesión que permitió esclarecer un parricidio en Los Garres: «Hay un muerto en el aljibe»

Miguel L. afronta 15 años de prisión acusado de matar a su padre de un disparo en la cabeza en su casa de la pedanía murciana

Domingo, 18 de septiembre 2022, 07:39

Provisto con guantes, para no contaminar la escena del crimen, y con mascarilla, por el enorme hedor que desprendía el cadáver en avanzado estado de descomposición, un bombero fue descendiendo con una cuerda atravesando el angosto hueco del aljibe, hasta llegar al cuerpo. Estaba envuelto en una manta y sumergido en un charco de agua de dos palmos de profundidad desde hacía diez días.

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Así encontró el bombero el cuerpo de Miguel, de 56 años, conocido como El Rajao, en la noche del sábado 28 de septiembre de 2019. Su cadáver estaba en el fondo del pozo, situado en medio de su vivienda, en el carril de Los Sauras de la pedanía murciana de Los Garres.

A El Rajao le habían pegado un tiro en la cabeza y tenía signos de estrangulamiento en el cuello. Esa misma tarde, los agentes del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional capturaron al principal sospechoso, tras una persecución atravesando una hilera de huertos. El hijo de la víctima, también llamado Miguel L., no dudó en poner pies en polvorosa cuando advirtió los destellos de las luces azules de los vehículos policiales que cercaron la casa.

Atravesó la montaña de restos de fruta que había junto a la vivienda, bordeó la ciénaga que ocupaba una parte del terreno de la propiedad, y se adentró entre los limoneros, como alma que lleva el diablo. Pero, a pesar del ímpetu empleado por salvar el pellejo y de unas piernas aún fuertes y ágiles de un chico de 28 años, no llegó muy lejos en su huida y fue detenido. Junto a él, los agentes arrestaron a su novia.

El hedor envolvía la vivienda

Los investigadores tenían claro que, de algún modo, Miguel estaba implicado en la muerte de su progenitor, y que su pareja lo sabía y lo había encubierto. Esa decisión fue justo la contraria a la que tomó un amigo de Miguel, cuando este se fue de la lengua y le contó que le había dado pasaporte a su progenitor.

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«He matado a mi padre», le confesó pocos después del 20 de septiembre, el día que el forense fija la fecha del deceso. Al principio, el confidente tomo tal revelación como una chanza, una ocurrencia para, sin saber muy bien por qué, fardar, y no le dio más importancia. Sin embargo, la ausencia prolongada de El Rajao y, sobre todo, el hedor que envolvía la casa de su amigo cuando fue a visitarlo, le llevaron a pensar que aquella confesión de su amigo podría ser cierta.

El temor a una posible acusación de encubrimiento le llevó a contarle a su abogado el comentario que le había hecho Miguel, y este le aconsejó, con buen criterio, acudir a la comisaría más próxima y relatarle todo a la Policía. «Hay un muerto en el aljibe de una casa del carril de Los Sauras», le dijo a los agentes. El testimonio llevó a los investigadores del Grupo de Homicidios a pedir una orden de registro de la casa y ese sábado de finales de septiembre montaron el operativo que acabó con el macabro hallazgo del cuerpo del hombre y el arresto de Miguel como sospechoso de parricidio.

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Fachada de la casa donde fue hallado el cadáver de El Rajao. j. carrión / agm

«No se llevaban bien»

Ningún miembro de su familia supo nada de lo ocurrido hasta que al día siguiente, por la mañana, LA VERDAD publicó la noticia en su edición digital, tal y como afirmó aquel día Manuel, el tío de Miguel. «Al ver la foto de la casa en la publicación me ha dado un vuelco el corazón. Sabía que había sido mi sobrino, porque desde que vive con su padre no se llevan muy bien», manifestó.

Miguel y su novia vivían en la pedanía murciana de La Alberca, pero cuatro meses antes del crimen se mudaron a la casa de su padre, «para que no estuviese solo, porque estaba separado». Aquella madrugada del 20 de septiembre se inició una discusión en la cocina de la casa entre padre e hijo, al parecer porque el chico estaba envuelto, de alguna manera, en el negocio de la marihuana.

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Los residentes de la zona confirmaron la presencia de numerosas personas en la casa «con coches de alta gama», hasta altas horas de la madrugada y un constante olor a 'maría' durante todo el día proveniente de la vivienda. «No sé si solo fumaban, si la vendía o la cultivaba, pero había días que la entrada estaba atestada de vehículos caros, un olor insoportable a hierba y mucha gente joven», advirtió un vecino.

Esa posible relación con la droga podría ser, según apuntan sus allegados, el motivo por el que se desencadenó la pelea entre ambos. En la disputa, Miguel cogió por el cuello a su padre, apretando fuertemente hasta estrangularlo y dejándolo tirado en el suelo. Acto seguido, se dirigió a uno de los dormitorios y cogió una escopeta, una carabina semiautomática, con la que descerrajó a su padre un tiro en la cabeza.

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Sellaron el pozo con silicona

Con el cuerpo de su progenitor inerte en el suelo, buscó un saco y, con ayuda de su pareja, lo metió en él y lo arrojaron al aljibe, situado en el patio de la casa, y lo sellaron con silicona, señala el fiscal en su escrito de calificación, que pide 15 años de prisión para Miguel por un delito de homicidio.

El informe forense de la autopsia determinó como causa de la muerte un «traumatismo craneoencefálico con destrucción de centros vitales por herida de proyectil de arma de fuego y asfixia mecánica por estrangulación antebraquial». Miguel fue arrestado y el Juzgado de Instrucción número 4 de Murcia, en funciones de guardia, decretó el 1 de octubre su ingreso en prisión provisional por un delito de homicidio y otro de tenencia ilícita de armas, y desde entonces ha permanecido entre rejas. A partir de mañana, un jurado popular será el encargado de juzgarle, en la Audiencia Provincial de Murcia.

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