Cazan a un ciberdelincuente de Abarán, «el más buscado de España»
El joven fue arrestado por la Policía Nacional y la Guardia Civil en Rumanía, y tiene 33 requisitorias relacionadas con más de 300 denuncias
Daniel M. V. era una obsesión. Una pesadilla que ha durado casi tres años para los equipos de delitos tecnológicos de la Policía Nacional, Guardia Civil y las policías autonómicas. Pero, finalmente, este joven de Abarán, de 29 años y refugiado desde hace años en Rumanía, «el ciberdelincuente más buscado de España», según los investigadores, fue detenido en Bucarest. Su historial no tiene parangón en el mundo de las estafas en red en España: tiene 33 requisitorias por más de 300 denuncias de todo tipo imaginable de delitos 'online' y por todo el territorio nacional. Y nadie descarta que tras su captura se le puedan imputar nuevos timos y estafas a través de internet.
La denominada 'operación Kalinka-Tirano', que ha dado con el paradero de Daniel M. V. comenzó en agosto de 2021 cuando se personaron en dependencias de la Guardia Civil cinco personas denunciando haber sido estafados previo secuestro de sus cuentas de WhatsApp. Aquello fue solo el principio de una enorme cascada de denuncias por delitos idénticos. Solo ante la Policía Nacional por las mismas fechas se personaron otras ocho víctimas.
Los equipos conjuntos de ambos cuerpos en poco tiempo llegaron a contabilizar más de tres centenares de denuncias por todo tipo de fraudes 'online', pero con origen en los mismos puntos: suplantación mediante secuestro de cuentas de WhatsApp y solicitud de dinero a contactos; estafa de alquileres vacacionales; contratación de micropréstamos a nombre de terceros; apertura de cuentas bancarias usurpando la identidad de terceros; 'phising' –método para obtener claves bancarias haciéndose pasar por una institución de confianza en un correo electrónico–, y 'smishing' –ataque de ingeniería social que utiliza mensajes de texto móviles falsos para engañar a los usuarios–. En los últimos tiempos este supuesto ciberdelincuente se había volcado en el cibertimo del 'hijo en apuros', esto es, la remisión de mensajes por aplicaciones de mensajería en los que se hacen pasar por los hijos de las víctimas solicitando dinero de manera urgente para cubrir una supuesta emergencia.
En el registro de su casa de Bucarest, se intervinieron una estación de minado de criptomonedas y una impresora industrial
En un primer momento, los agentes llegaron a identificar en Murcia, Málaga, Alicante y Tenerife a cinco de los miembros de la organización y a raíz de ellos llegaron al líder del grupo, «autor principal y destinatario final del dinero» y que buscado por decenas de delitos en España se encontraba huido en Rumanía.
Diez millones de euros
Una vez localizado Daniel M. V. en el extrarradio de Bucarest gracias a la colaboración de la Policía de aquel país, los funcionarios españoles descubrieron que había adquirido una impresora industrial para la impresión de documentos de identidad en soporte físico, «los cuales empleaba para la apertura telemática de cuentas bancarias con identidades usurpadas o falsas, utilizadas para la obtención y el blanqueo del dinero», según explican fuentes del caso.
El presunto ciberdelincuente empleaba ese dinero en la compra de criptomonedas. Con esas 55 identidades robadas, y con cientos de cuentas abiertas, el detenido, según el Ministerio del Interior, habría realizado «movimientos» por valor de más de 10 millones de euros. En el registro de su domicilio del Bucarest, se intervino una estación de minado de criptomonedas, dos ordenadores portátiles, discos duros, varias tarjetas bancarias fraudulentas, una impresora industrial para la impresión de tarjetas, más de medio centenar de documentos nacionales de identidad españoles falsificados.
En el registro de su domicilio del Bucarest se intervino una estación de minado de criptomonedas, dos ordenadores portátiles, discos duros, tarjetas bancarias fraudulentas, una impresora industrial para la impresión de tarjetas, más de medio centenar de DNI españoles falsificados, y cientos de soportes de tarjetas para su impresión.
24 horas con el ordenador
La detención de Daniel M. V. ha sorprendido en Abarán, su localidad natal. Casi nadie en el municipio pensaba que este joven exjugador de fútbol base se podía convertir en el presunto ciberdelincuente más buscado de España. No obstante, algunas personas que trataron con él hace unos años definen al joven como «raro pero a la vez abierto y dicharachero».
Afirman que siempre tenía un ordenador portátil entre sus manos, «pero nunca dejaba que nadie se acercara a mirar lo que estaba haciendo», detallan. «Algunas veces no llevaba dinero encima y otras mucho, lo que nos extrañaba porque no se le conocía trabajo alguno pese a que pasó de tener un Ford a un Mercedes deportivo con el que se paseaba por la comarca».
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«Mi cliente ha podido ser víctima de una suplantación de identidad»
José Luis López Cano, el abogado que defiende los intereses de Daniel M. V., aseguró ayer a LA VERDAD que la detención de su cliente se produjo en febrero, pasó a disposición judicial en un juzgado de Madrid y desde el mes de marzo se encuentra en libertad sin medidas cautelares. Asimismo, Cano desmintió parte del contenido de la información divulgado por el Ministerio del Interior a través de una nota de prensa, ya que, «adolece de una distorsión y tergiversación palmaria, agravadas de una forma desmedida y sacada de contexto, pues mi defendido no pertenece a un grupo u organización, ni tiene 300 denuncias como se asegura, ni vinculación alguna con alquileres fraudulentos o criptomonedas».
Para el abogado, el hecho de que el juzgado no le haya impuesto medida cautelar alguna indica que «es imposible que haya cometido unos hechos de tal magnitud, no entendemos de dónde ha podido salir esto». Además, Cano señala que están investigando si su cliente también ha podido ser víctima de una suplantación de identidad, «puesto que le acusan de delitos que él nunca pudo cometer». El representante de Daniel M. V. concluye que las publicaciones «no se ajustan a la realidad, lo que provoca un quebranto grave en la imagen de mi patrocinado y un perjuicio irreparable».