«Himilce y yo solo somos amigos y es una ventaja para ser creíbles en la ficción»
Adolfo Sánchez Moreno interpreta al General Aníbal en las representaciones de carthagineses y romanos
Con solo 30 años, Adolfo Sánchez Moreno (Cartagena, 1987) se enfrenta al líder romano Escipión, quien en esta Fiestas de Carthagineses y Romanos le saca más de ocho años. «Lo cual es curioso, porque la historia deja claro que el mayor debía ser yo, Aníbal. Pero no importa tomarse algunas licencias, si la cosa funciona», comenta el festero que da vida al general carthaginés.
- ¿Hay alguna cuestión históricamente discutible que los legos en la materia deban conocer?
- Pues que mi esposa en la ficción, la princesa Emilia Paula, y yo solo somos amigos. Eso sí, muy buenos amigos.
- ¡Vaya! ¿Y no le pone eso más dificultades a la hora de ser convincentes en su romance?
- Para nada. Yo creo que es una gran ventaja. No le diré cuáles, pero hay antecedentes de sonoras rupturas de parejas justo antes o en mitad de las fiestas. No me extraña, porque llevarse el papel, la armadura y los vestidos a casa debe ser complicado. Yo, desde luego, prefiero no abrir una puerta para guardar mis trastos de hacer la guerra y encontrármela llena de trapos de princesa.
- ¿Y entonces que es lo que le une a su amada en la ficción?
- Pues que los dos somos de los Ilergetes. La verdad es que no es la primera vez que en mi tropa pasa esto. Hay un precedente de un Aníbal y una Himilce que también eran amigos y a los que les fue muy bien como personajes. El año pasado, el primero para nosotros en los puestos de honor, también quedó todo fenomenal. Así que esperamos que este todo vaya rodado.
-¿Y es usted una persona 'libre' para tomar esas decisiones o tiene quien le vigile por si se toma el papel en serio?
- Bueno, tengo novia. Pero ella fue de las primeras personas que nos dio ánimos para optar a los papeles. Así que no hay riesgo de celos por ninguna parte.
-¿Usted ha representado ya algún papel importante en la parte carthaginesa de la acción?
- La verdad es que he hecho de todo. Fui Malco, un personaje secundario en la Fundación de Qart Hadast, luego Magón, el que defiende la ciudad de Escipión, y en los últimos años incluso he hecho de druida, un personaje menor en un acto.
- La verdad es que el papel de Aníbal es importante, pero ni está ni se le espera en la Batalla. ¿No le gustaría ser usted el que se enfrenta a Escipión?
- Pues claro. Reconozco mi error al marchar hacia Roma (ríe). Es que me puede la ilusión de conquistarla y para allá que me voy, sin pensar en las consecuencias. El delegado que dejo, Magón, no puede hacer gran cosa en mi ausencia y perdemos Qart Hadast.
- ¿Este año también toca que pierdan los carthagineses?
- Así lo dice la historia y en estas fiestas, la historia manda.
- El día 30 se le acaba el bienio de liderazgo de las tropas. ¿Cómo piensa aprovechar estas últimas fiestas al mando?
- Las voy a exprimir al máximo, como el año pasado. Pienso ser de los que le echen el cierre al campamento, de madrugada. Prefiero ir a muerte, aunque eso suponga estar hecho polvo al día siguiente, que perderme un instante que puede ser irrepetible. La verdad es que el año pasado no me fue mal, aunque acabé bastante roto.
- La agenda de los personajes principales de las Fiestas ha crecido on los años y ahora les exigen un gran compromiso.
- Se ha intensificado mucho nuestra actividad, sobre todo en lo referente a dar una imagen impecable y representativa de los valores culturales e históricos de las Fiestas. Y no solo hay que hacerlo ahora durante estos días, aquí en Cartagena. Es casi más importante estar convicente en las ferias y en los viajes de promoción que tenemos.
- ¿Tanta resonancia han alcanzado las fiestas?
- Bueno. Recientemente hemos estado en Túnez, visitando la cuna del pueblo carthaginés, el lugar desde el que vinieron. Incluso hemos recibido notificaciones de Japón.
- ¿Qué me dice?
- Lo digo en serio. La verdad es que me gustaría que el proyecto que hay de hacer un viaje promocional a Roma me coja aun en el papel de Aníbal. Si no, estoy dispuesto a irme de soldado raso para ayudar a conquistarla (ríe).