Fotohistoria de Cartagena

La última pena de muerte en Cartagena

Sábado, 14 de octubre 2023, 08:32

La historia nos ha enseñado que la venganza y la represalia perpetúan un ciclo destructivo que afecta a generaciones enteras. Romper con este ciclo implica ... reconocer la humanidad en cada individuo, incluso en aquellos que puedan haber cometido crímenes atroces en el pasado. La justicia debe ser buscada, pero no a expensas de los principios más básicos de respeto por la vida y la dignidad.

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El relato histórico que a continuación vamos a documentar es complicado pero necesario en el sentido de su conocimiento y reflexión. Al abordar este caso, se debe ofrecer una narrativa que fomente la reflexión crítica, el diálogo y el entendimiento de un período de la historia española caracterizado por la oscuridad y la injusticia. La búsqueda de la verdad y la memoria histórica son esenciales para construir una sociedad basada en la justicia y el respeto a los derechos fundamentales.

Hoy la pena la pena de muerte esta abolida en España, pero vamos a referirnos a un momento de nuestra historia en la que estaba vigente. Eran años oscuros de nuestra historia, en donde una Guerra Civil lo había desvirtuado todo en un ciclo de violencia y en donde la reconciliación estaban en un segundo plano frente a la represión y venganza.

Venganza y represión

En los lúgubres días que siguieron al final de la Guerra Civil, la justicia se convirtió en una herramienta de venganza y represión. En este oscuro panorama, destaca Tomás Rubio Martínez, un joven marinero que, a la tierna edad de 19 años, se convirtió en el último fusilado después del conflicto en nuestra ciudad.

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El telón de fondo de esta historia es el campo de deportes del Arsenal, un escenario que, durante la guerra y después de ella, fue testigo de desmanes vengativos por ambos bandos enfrentados. Posteriormente, se convirtió en el lugar de ejecución de aquellos que, según las causas instruidas por la Marina, fueron condenados a la pena capital. Martínez se convirtió en la última víctima de esta cruel serie de ejecuciones. Fue el fusilado número 179, el 13 de enero de 1945, casi seis años después del fin de la guerra.

El relato comienza con los juicios militares que siguieron al conflicto, donde las acusaciones de rebelión, auxilio y adhesión a la misma pesaban sobre los encausados. Sin embargo, el caso de Tomás Rubio Martínez destaca por su singularidad, marcada por la ausencia total de justicia. Se utilizaron el odio, la venganza y el ensañamiento sin límites, dejando de lado cualquier principio de imparcialidad y equidad.

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El sumario, iniciado con información del Servicio (SIP) de Información Personal revela la manipulación y falta de integridad en el proceso judicial en aquellos días. El joven Tomás, un madrileño de 19 años, ingresó como marinero voluntario en 1943 y fue destinado al Destructor Almirante Miranda. Su carrera, inicialmente destacada, se vio truncada por una carta dirigida a un familiar, una carta que se convirtió en el punto de partida de su calvario.

La carta, aparentemente inocente, fue interpretada de manera retorcida por el SIP, que no solo informaba sino que prácticamente dictaba sentencia. Las palabras de Tomás, expresadas con la ingenuidad de la juventud, se convirtieron en prueba de conspiración y traición. Su entorno, su familia, y su propio comandante se convirtieron en elementos que contribuyeron a su condena.

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El proceso judicial estuvo plagado de contradicciones. El comandante del buque, inicialmente elogió la conducta moral de Tomás, aunque se retractó durante el sumario, demostrando la falta de fiabilidad del testimonio en estos juicios.

Una carta lo condenó

El fallo del tribunal, que condenó a Tomás a la pena de muerte por conspiración para la rebelión, en base a una simple carta dirigida a un tío suyo, en donde de manera inocente declaraba ciertas simpatías hacia la ideología comunista, muestra la gravedad de la situación.

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La ejecución se llevó a cabo aquella fría madrugada del mes de enero de 1945, en el patio de deportes del Arsenal, ante la atenta mirada de cientos de testigos que, vieron como el pelotón de fusilamiento acabo con la joven existencia de un muchacho que sin intervenir en la guerra pagó con su vida, los delitos cometidos por otros.

Este caso, como muchos otros, revela la falta de templanza en la justicia de los vencedores de aquella horrible guerra. La historia de Martínez es un recordatorio sombrío de cómo la manipulación, la venganza y el odio desmedido pueden eclipsar la verdad y la justicia, incluso en los momentos posteriores a la guerra. Es necesario aprender de este oscuro capítulo de la historia española para construir un futuro basado en la justicia y la reconciliación.

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Ante un hecho tan oscuro y trágico como el fusilamiento de Tomás Rubio Martínez, el último ejecutado a pena capital en Cartagena, la historiografía tiene el desafío de ofrecer una visión equilibrada y crítica que contribuya a la comprensión profunda de aquellos acontecimientos, para que nunca más puedan repetirse.

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