Frente a Cabo de Palos se hundieron barcos con nombres propios y documentado. La imagen es recreación.
Fotohistoria de Cartagena

El galeón fantasma de Cabo de Palos: la leyenda del 'Santo Espíritu'

Sábado, 30 de agosto 2025, 00:09

Cada verano, en esta sección, me gusta detenerme en el recuerdo de algún naufragio ocurrido en nuestras costas cartageneras. El mar, con toda su belleza ... y su fuerza, también guarda en sus entrañas un legado trágico de barcos perdidos, vidas rotas y leyendas que aún flotan entre la espuma.

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He hablado de vapores, de submarinos, de barcos de guerra y de emigrantes que nunca alcanzaron destino. Este año, el turno le corresponde a un caso especial no tanto por el drama humano de su hundimiento, como por la forma en que la historia se ha deformado hasta convertirse en mito. Me refiero al supuesto naufragio del galeón 'Santo Espíritu' frente a Cabo de Palos, un relato repetido en medios modernos, pero que al contrastarlo con los archivos se revela como lo que realmente es: una traslación errónea desde Palos de la Frontera hasta nuestras aguas.

Recreación de una nao española semejante a la 'Espíritu Santo'.

En Cartagena estamos acostumbrados a vivir rodeados de historia, y también de mitos. La línea entre la verdad documentada y el relato popular siempre ha sido fina, y en ocasiones demasiado fácil de manipular. Uno de esos casos, que conviene revisar con lupa, es el supuesto hundimiento frente a Cabo de Palos de un galeón cargado de oro procedente de América, el Santo Espíritu o Espíritu Santo. Una historia que suena épica y tentadora, pero que, cuando se confronta con los archivos, se desmorona como un castillo de arena.

En fechas recientes, incluso medios de comunicación de alcance nacional como la cadena COPE difundieron la idea de que en 1563 un galeón llamado 'Espíritu Santo' naufragó en Cabo de Palos, de regreso del Caribe, con sus bodegas repletas de oro y plata.

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El relato, recogido como si de una verdad incuestionable se tratase, añadía así un tesoro sumergido más a la lista de naufragios que, con justicia, jalonan las aguas de Cabo de Palos. La narración tiene todos los ingredientes para seducir: América, galeones, metales preciosos y un naufragio cerca de nuestras costas. El lector desprevenido puede caer sin dificultad en la trampa.

Archivo General de Indias en Sevilla.

Pero el historiador, el investigador serio, sabe que las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. Y aquí es donde aparece el problema; no hay prueba alguna en Cartagena de que ese hundimiento se produjera. Ni en los fondos del Archivo General de Indias, ni en las relaciones de pecios de la Armada, ni en nuestro Archivo Municipal. La historia no se sostiene.

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¿Cómo hemos pasado de Palos (Huelva) a Cabo de Palos (Cartagena)? Muy sencillo: por un error toponímico repetido y amplificado. La similitud de los nombres y la fascinación que despierta Cabo de Palos como enclave marinero y escenario de naufragios acabaron trasladando el suceso desde el Atlántico onubense hasta nuestro Mediterráneo.

Este fenómeno no es nuevo. La historiografía y la tradición oral están plagadas de casos de traslación de escenarios, donde el rumor o la imprecisión terminan por ubicar un acontecimiento en un lugar equivocado. Con el Santo Espíritu ha ocurrido lo mismo, una confusión geográfica convertida en noticia.

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Aquí se demuestra con nitidez una cuestión fundamental, el relato puede imponerse al dato si no hay espíritu crítico. Una emisora de radio de gran alcance, un titular llamativo y una narrativa con tintes de aventura bastan para que cientos de lectores den por buena la existencia de un galeón hundido con oro frente al Cabo de Palos. Sin embargo, cuando acudimos a las fuentes, el supuesto tesoro se desvanece.

Es un ejemplo perfecto para ilustrar cómo se construyen las leyendas urbanas y cómo, incluso hoy, pueden sobrevivir y difundirse en los medios de comunicación y a través de las redes sociales.

En 1563 se hundió efectivamente una nao llamada 'Espíritu Santo', pero no frente a Cabo de Palos. Era un buque de 120 toneladas, al mando del maestre Gaspar González, que regresaba de Santo Domingo. Así lo registra el Archivo General de Indias (AGI, Contratación 2898, fols. 225v–226), referencia confirmada por estudios académicos como los de Pierre y Huguette Chaunu, Denise Lakey y el Repositorio Abierto de la UNIA. Ninguna fuente menciona oro ni plata en sus bodegas, ni mucho menos su hundimiento en aguas cartageneras. La leyenda nació de una simple confusión toponímica entre Palos (Huelva) y Cabo de Palos (Cartagena).

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Y cuidado, porque no necesitamos inventar tesoros para dar lustre a nuestras aguas. Frente a Cabo de Palos se hundieron barcos con nombres propios y documentados: el Sirio en 1906, el Stanfield en 1916, o los torpedeados por el submarino alemán U-35 en 1917 (Alavi, Doris, Lilla, el célebre 'Carbonero', y Despina G. Michalinos). Todos ellos y otros muchos más son historias trágicas, con víctimas, con documentos, con restos visibles bajo el agua. Esos sí merecen titulares y memoria.

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