«No hay que actuar según la gravedad que tenemos sino la que esperamos»
«Antes de Navidad los contagios ya estaban en ascenso y, en lugar de dar un paso atrás, se echó gasolina a un fuego que estaba creciendo», dice Antonio Guirao Piñera, profesor de Física de la Universidad de Murcia
Ya le habría gustado equivocarse al profesor de la Universidad de Murcia (UMU) Antonio Guirao Piñera cuando a mitad de diciembre, en el informe ... que periódicamente manda al Instituto de Salud Carlos III, advirtió de que los contagios estaban repuntando y que, de no adoptar medidas restrictivas, las consecuencias serían graves en enero. Lejos de dar un paso atrás, lo que se hizo en Navidad fue «echar gasolina al fuego». «Una tormenta perfecta» que ha convertido esta tercera ola en un maremoto.
–Ya son tres días con descensos leves de los contagios. ¿Hay motivos para la esperanza?
–Es lo que estaba previsto y lo que parece estar confirmándose, teniendo siempre en cuenta que nunca nos movemos por certezas y que puede haber otras variables que se nos escapen, como que la incidencia de la cepa británica sea mucho mayor. Siempre situándonos en el mejor de los escenarios, lo esperado era que, pasado el periodo explosivo de contagios de la Navidad, donde hubo mucha interacción social, el efecto fuera cesando. Con las medidas adoptadas en la Región desde la pasada semana, lo normal es que la curva vaya hacia abajo a partir de la semana que viene, aunque lo hará muy poquito a poco porque hemos subido muy alto. Esto no va a ser cuestión de dos semanas como en la segunda ola y no alcanzaremos una incidencia baja hasta finales de febrero. Ahora bien, la advertencia es que hay que analizar los datos día a día. Porque si no fuera así y los contagios, en vez de ir a menos, se quedan estabilizados en una situación de meseta con alrededor de un millar diarios, la situación sería insostenible. Si se observara eso, habría que pasar a un plan B. Espero que no sea así.
–¿Ese plan B sería el confinamiento domiciliario?
–Si las medidas actuales no funcionan, bien porque actúan otras cepas del virus como la británica o porque el cansancio de la población le lleva a no cumplirlas a rajatabla, estaríamos abocados al confinamiento. Pero hay que agotar todas las posibilidades, porque un confinamiento como el de marzo sería desastroso. Además, el número reproductivo, el que te marca la evolución de la epidemia y que debe estar por debajo de 1 para poder controlarla, nunca llegó a 0 en la Región con el confinamiento estricto de marzo. Se redujo a 0,7, la misma cifra que con las medidas del pasado otoño. La ciudadanía piensa que mejoraremos antes con el encierro domiciliario, pero no siempre es así. Portugal ha optado por una especie de confinamiento mixto. Llegado el caso, y si no hay más remedio, pienso que aquí se podría optar por algo similar.
En dos frases
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Encierro domiciliario «La caída del número reproductivo en noviembre fue similar a la de marzo sin confinamiento»
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Restricciones «No valen las medidas de quita y pon. Lo digo pensando ya en la cuarta ola»
–Advirtió usted antes de Navidad de lo que podría pasar en enero si no se adoptaban medidas. Sus predicciones se han cumplido. ¿Siente rabia de que no le escucharan?
–Lo que espero es que sirva para aprender de los errores. Porque en las dos desescaladas que hemos tenido desde el inicio de la pandemia ha pasado algo similar. Pero centrémonos en la segunda ola. En la Región, una vez que bajamos de 1.000 a 200 contagios diarios relativamente pronto, las medidas restrictivas se empezaron a flexibilizar. Se estabilizaron los contagios en 200 al día y entonces fue cuando vino la alegría general, el 'viva la Pepa'. Pero hubo un momento, a mediados de diciembre, en el que empecé a notar que los positivos subían. Lentamente, pero cada vez eran un poquito más. Tenga en cuenta que las epidemias tienen un crecimiento exponencial. Es decir, que se multiplican. De 2 casos pasas a 4, de 4 a 8, de 8 a 16, y así sucesivamente. En principio parece que no pasa nada, pero en cuatro semanas tienes contagiada a media España. Ahí fue cuando realicé mi advertencia: que relajar las medidas no estaba funcionando y que había que dar un paso atrás. No solo no se dio ese paso atrás, sino que en Navidad se echó gasolina a un fuego que crecía. Fue la tormenta perfecta. La lección es que hay que adelantarse a estos fenómenos exponenciales, anticiparse cuando la incidencia todavía es baja. No hay que actuar según la gravedad de la situación que tenemos, sino a la gravedad que esperamos tener. Tampoco valen las medidas restrictivas de quita y pon, sino que deben ser prolongadas en el tiempo. Lo digo ya pensando en la cuarta ola.
–Entonces, ¿si conseguimos reducir la incidencia, habrá que prolongar mucho más tiempo las medidas restrictivas como el confinamiento perimetral o el cierre de la hostelería?
–Yo le hablo desde el punto de vista estrictamente numérico. Y pienso que sí, que hay que mantener las medidas hasta alcanzar una incidencia acumulada mucho más baja de la que se logró en noviembre. La UE, que se mueve en unos umbrales más estrictos que los de España, considera riesgo alto de transmisión todo lo que sea una incidencia acumulada por encima de 50 casos por 100.000 habitantes. Debemos aspirar a alcanzar ese nivel, porque en un escenario así ya no habría estrés sobre el sistema sanitario y sería mucho más fácil hacer los rastreos, acudir a cortocircuitar un rebrote en el caso de que apareciera. No es lo mismo apagar una barbacoa que un incendio forestal.
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