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75 años domando el viento
La Escuela Militar de Paracaidismo Méndez Parada cumple tres cuartos de siglo desde su fundación en la Base Aérea de Alcantarilla, cuna de esta especialidad en España
El capitán Méndez Parada (Segovia, 1899) y el soldado Fortunato, de 23 años, terminan los preparativos para iniciar el despegue de un avión Havilland, para ... realizar un vuelo de prueba. Pasaban pocos minutos de las 9.30 horas y antes de despegar ese 7 de marzo de 1930, el mando le dijo al subordinado que cogiera dos paracaídas, «por si nos hacen falta». Ya en el aire, la aeronave voló con normalidad a manos del piloto durante un cuarto de hora sobre el parque regional de Cuatro Vientos, en Madrid. Cuando se encontraban a medio kilómetro de la base, cerca del municipio de Leganés, Méndez Parada se dio cuenta de que algo no marchaba bien.
«Tírate que tenemos avería; vamos sin dirección», ordenó al soldado, que, alarmado, tomó el paracaídas, se lo colocó, lo abrió y se lanzó al vacío, con tan mala fortuna que quedó enganchado al tren de aterrizaje.
El militar quedó suspendido en el aire prendido del paracaídas, dando vueltas sobre sí mismo. El capitán se dio cuenta de la situación y, temiendo por segunda vez por la vida del soldado, comenzó a maniobrar con el avión hasta que el soldado se liberó y cayó con el paracaídas abierto.
El tiempo que el piloto empleó a los mandos de la aeronave averiada para salvar al soldado hizo que se quedara sin tiempo para usar el paracaídas. El avión ya caía en barrena, se estrelló y se incendió el motor. Méndez Parada murió quemado entre el fuselaje. Un paracaídas y la ayuda del piloto, que sacrificó su vida por salvar la de un recluta, se considera una de las mayores gestas de heroísmo del paracaidismo militar español.
Fue en esa época en la que se acuñó una frase que todo paracaidista conoce y que alude al artefacto de salvamento: «Si una vez me necesitas y no me tienes, nunca más volverás a necesitarme». Y fue casi 30 años después de su muerte, el 16 de septiembre de 1959, cuando la Escuela Militar de Paracaidismo de Alcantarilla adoptó el nombre de Escuela Militar de Paracaidismo Méndez Parada (Empmp), como recuerdo de la hazaña.
HITOS
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1947: Se funda la Escuela Militar de Paracaidismo en el aeródromo de Alcantarilla.
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1948: Se realiza el primer salto en la Base Aérea de Alcantarilla desde un Junquer 52.
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1959: Se amplió el nombre de la Escuela para denominarse Escuela Militar de Paracaidistas Méndez Parada.
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2006: Se incorpora el mayor avance para el aprendizaje con la inauguración del túnel de viento.
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2020: Se consigue el millón y medio de saltos, a los que contribuyen más de 118.000 paracaidistas.
Pero la historia de la Empmp comenzó mucho antes. El 15 de agosto de 1947 se creó la Escuela Militar de Paracaidistas y a partir de septiembre se desarrolló el primer curso de paracaidismo, que fue culminado por 165 alumnos bajo la dirección del capitán Ramón Salas Larrazabal.
La historia de la Escuela es la de 75 años acumulando un caudal de experiencia que la sitúa entre las más avanzadas del mundo. Las campanas de los paracaídas han formado parte de los cielos de Murcia durante tres cuartos de siglo y no se concibe la Región de Murcia, cuna del paracaidismo militar español, sin sus paracaidistas y sin la Base Aérea de Alcantarilla, situada en el territorio de la pedanía murciana de Sangonera la Seca.
En los 75 años de enseñanzas, se han impartido 1.965 cursos de formación y de perfeccionamiento (anualmente se titulan más de mil alumnos); se han formado casi 119.000 paracaidistas: 84.511 del Ejército de Tierra; 24.607 del Ejército del Aire; 4.770 de la Armada; 1.051 guardias civiles; 440 policías nacionales, y 3.189 ciudadanos extranjeros.
Se han realizado más de un millón y medio de lanzamientos, atravesando el cielo de la Región a 200 kilómetros por hora para, en un instante, tirar de la anilla, soltar la campana y domar el viento, amansando las rachas para estabilizar el cuerpo en el aire, hasta volver a tocar tierra firme.
Referencia mundial
La Escuela cuenta para la enseñanza y práctica del paracaidismo militar con unas instalaciones que constituyen una referencia para las escuelas de paracaidismo. Actualmente, cuenta con varios simuladores, tanto para apertura automática como para apertura manual.
En el primer caso, una torre de salto simula la salida del avión, determina la decisión del alumno y los procedimientos desde que abandona la aeronave hasta la apertura de su paracaídas. También cuenta con un descensor que imita la llegada a tierra para practicar correctamente los volteos al llegar al suelo.
En el segundo caso, el simulador de realidad virtual instruye en el uso del paracaídas desde su apertura, control y maniobrabilidad hasta la llegada al suelo.
Pero el evento que marcó el aprendizaje en el centro fue la inauguración del túnel de viento, que simula las sensaciones de caída libre y donde se practican los ejercicios para asegurar los descensos hasta la apertura del paracaídas. Este simulador fue el mayor avance alcanzado a finales del año 2006 para el entrenamiento y enseñanza de paracaidismo militar manual y situó a la Escuela entre las más avanzadas del mundo.
Saltos de fe en los inicios
Pero los recursos con los que cuentan hoy los alumnos distan mucho de la precariedad de los inicios de una especialidad con un alto componente de riesgo. El coronel Antonio Martínez Tajadura (Burgos, 1944), paracaidista retirado y fundador de la Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire (Papea) en 1978, recuerda que los paracaídas actuales incluyen uno principal y otro de reserva. «Pero antes los únicos paracaídas de los que se disponía eran los que llevaban los pilotos de aviones, que son de salvamento. Así, para el primer salto militar en 1948, desde un avión Junquer 52 -el principal hito del paracaidismo español- se utilizaron unos paracaídas que estaban dados de baja. Además, se saltaba con casco de tela, rodilleras, tobilleras…. Y mucho coraje. Eran los únicos sistemas de seguridad con los que se contaba».
Martínez Tajadura añade que las técnicas de enseñanza han cambiado mucho con la incorporación de la tecnología, que ha acortado la duración de los cursos a algo más de una semana. «En siete días los alumnos ya están saltando, pero en mi época la instrucción tenía una duración de hasta seis meses. Había que aprender los conceptos en tierra, y después aplicarlos: saltar y saltar y saltar, contabas hasta diez y soltabas la campana del paracaídas hasta que aprendías la técnica para estabilizarse. Las primeras veces empezabas a dar vueltas en el aire, sin rumbo, hasta que con esfuerzo y tiempo conseguías dominar las rachas de viento que te tambaleaban», recuerda.
La gran gesta del paracaidismo militar
El 23 de enero de 1948, en la Escuela Militar de Paracaidismo, en la Base Aérea de Alcantarilla, doce oficiales de la Primera Bandera Paracaidista, bajo el mando del capitán Salas Larrazábal, realizaron el primer salto al vacío. El diario de operaciones de la Escuela militar de Paracaidismo de aquel día recoge:
«El cielo estaba nublado, el viento era de 11 kilómetros racheado, alguna vez de 25 kilómetros por hora. Según la experiencia de otras escuelas extranjeras, no era aconsejable el lanzamiento, pero no podíamos pedir consejo, queríamos saltar. A las 9 de la mañana estaban preparados los oficiales, que iban a tener el honor de ser los primeros paracaidistas de España. Salieron los dos aviones, un Junkers 52 y un Savoia-81. A las 9.15 horas saltó el primer oficial, a la 9.30 horas habían saltado todos. Hubo golpes enormes, algunos tan graves que impidieron continuar los saltos a algún oficial, pero a nadie le importó. Ya había paracaidistas».
Ahora, esa técnica se enseña en los túneles de viento que, por un lado, permiten ahorrar combustible a los aviones y, por otro, incrementa la seguridad. «Con el aprendizaje en los simuladores, los alumnos saltan desde un avión, con toda la experiencia y pericia para estabilizarse. Además, van muy bien equipados con cronómetros y ordenadores que lo miden todo, altitud, presión… Y si detecta algún problema, suelta el paracaídas automáticamente. Todo ha evolucionado hacia la seguridad», afirma. Tal es el empeño en la protección de los alumnos, que en los 75 años de lanzamientos en la Empmp no ha habido accidente mortal alguno.
Aunque, sí que se ha producido algún que otro incidente. El coronel Martínez Tajadura, con 3.300 saltos en su currículum -que le han dejado algunas secuelas, como la pérdida de audición y vista, una operación de cadera y lesiones crónicas en las lumbares-, cuenta que vivió alguna situación complicada. «Salté del avión, abrí el paracaídas y de repente pasó un caza a unos 20 metros de distancia de mi posición. Era un piloto que salía de la academia e iba hacia Albacete. Tuve que liberar el paracaídas, seguir en caída libre y soltar el de emergencia a pocos metros de tocar la tierra. Toqué suelo de forma brusca, digámoslo así».
Excelencia en el aire
Actualmente, el Ejército del Aire cuenta con tres patrullas acrobáticas formadas por los mejores especialistas en cada una de las unidades aéreas: los helicópteros de la patrulla ASPA, los pilotos de caza de la Patrulla Águila y los paracaidistas de la Papea.
Martínez Tajadura fue protagonista del nacimiento de esta última en la Escuela de Paracaidismo Militar Méndez Parada. El 27 de abril de 1978, el jefe del Estado Mayor del Aire (Jema) firmó el escrito por el que se creaba la Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire (Papea) como unidad independiente, con 15 vacantes y ubicada en el aeródromo de Alcantarilla.
La Papea es la más longeva de las patrullas y lleva casi 45 años dibujando en los cielos de todo el mundo los colores de la enseña nacional. Representa la marca España allá a donde va y es reconocida a nivel mundial en todos los campeonatos tanto civiles y militares, como nacionales e internacionales. Martínez Tajadura fue el primer jefe designado para dirigir la unidad en los primeros pasos de los pilotos, paracaidistas y cooperadores que hoy día han hecho posible el reconocimiento alcanzado.
La selección del primer grupo se realizó fundamentalmente entre el personal que había sido habitual componente del equipo español de paracaidismo y de los destinados en las dos unidades paracaidistas con las que contaba el Ejército del Aire: la Escuela Militar de Paracaidismo 'Méndez Parada' y el Escuadrón de Zapadores Paracaidistas (Ezapac).
Esta última unidad, que también se ubica en la Base Aérea de Alcantarilla, es pionera del paracaidismo de alta cota. Todavía hoy conserva el récord de España de altura de lanzamiento, establecido en 1987 a 10.820 metros desde un C-130 Hércules. También se encuentra en posesión del récord de distancia de 50 kilómetros en modalidad 'Haho', el método de transporte a gran altitud mediante un salto en caída libre en paracaídas.
«El silencio en la caída es una sensación única»
La Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire (Papea) es una de las unidades más reconocidas del Ejército del Aire (EA). El palmarés cosechado en los casi 45 años desde su creación, con varios campeonatos y subcampeonatos del mundo, récords mundiales y más de una veintena de campeonatos internacionales, eleva a esta unidad de élite a la categoría de la excelencia dentro del paracaidismo. El teniente retirado Pedro Pedreño Caravaca (Murcia, 1966) fue uno de los responsables en el crecimiento de la Papea, así como de la formación de muchos paracaidistas. En los trece años que compitió en la élite del paracaidismo, realizando un total de 5.270 saltos en paracaídas, participó en cinco mundiales militares. Entre sus títulos, cuenta con un primer puesto en precisión individual en 1992 en el Trofeo Príncipe de Asturias en San Javier y fue campeón de España militar de precisión de aterrizaje en 1995. En competición por equipos, fue campeón absoluto en el trofeo internacional de las Fuerzas Armadas Belgas; campeón del mundo en Granada en 1992, y obtuvo un récord del mundo en un lanzamiento, llegando a 25 figuras en 35 segundos de trabajo.
-¿Qué significa pertenecer a esta unidad?
-Para formar parte de la Papea se exige un alto grado de preparación, que es fruto del entrenamiento constante y donde la técnica, el trabajo, el esfuerzo y la dedicación son las señas de identidad. Ingresé en la Escuela Militar de Paracaidismo en 1979.
Me considero un deportista nato desde mi juventud, y cuando conocí el mundo del paracaidismo, me atrajo el hecho de poder pertenecer a esta unidad. Hice todos los cursos posibles, entre ellos el de apertura manual, y fui instructor de esta modalidad. Esto dio lugar a que el jefe de la Papea se fijara en mí y en 1983 pasé a formar parte de dicho equipo de paracaidismo. Me esforcé mucho para poder conseguirlo y para mí lo ha sido todo. Si volviera a nacer mil veces, volvería a repetirlo.
- ¿Qué se siente al saltar?
-Lleves los saltos que lleves, el miedo siempre está ahí. Pero creo que eso bueno, porque hace que siempre estés en alerta. Cuando lo dominas, se disfruta mucho de la caída libre. Te hace sentir libre. Una vez abierto el paracaídas, el silencio que te acompaña es una sensación única.
-¿Ha tenido alguna complicación alguna vez?
-En más de cinco mil saltos es imposible no tener algún incidente. Acabé con 23 emergencias por problemas de apertura e incluso por no poder abrir, en algunas ocasiones, el paracaídas principal, por suerte salí airoso de todas ellas.
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