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La silueta de la montaña litoral de Cabo Cope, fotografiada desde la playa de La Cola. MARIO NAVARRO
La lección de ANSE en Cabo Cope

La lección de ANSE en Cabo Cope

La compra del espacio protegido aguileño por parte de la organización ecologista deja en evidencia la política medioambiental de la Comunidad Autónoma

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Viernes, 24 de abril 2020, 02:29

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El miércoles, Día de la Tierra, adelantamos en LA VERDAD una de las noticias medioambientales más importantes de las últimas décadas en la Región de Murcia, dejando aparte el desastre del Mar Menor (2016) y el corte del chorro contaminante en la bahía de Portmán (1990): la compra de Cabo Cope por la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE). Los ecologistas han pagado al 'banco malo' 500.000 euros (que se dice pronto) por uno de los emblemas de la conservación en España y dan otro paso al frente como principales gestores privados de la naturaleza en la Comunidad Autónoma.

Al margen de la carga simbólica de la operación, de su elevado coste económico (que tratarán de sufragar con una campaña internacional apoyada por WWF), de la valentía y la decisión de custodiar espacios naturales de primer orden, la adquisición de esta imponente montaña litoral deja en muy mal lugar a nuestros gobernantes, que rechazaron la compra del enclave más valioso del parque regional, en manos de entidades bancarias durante las últimas décadas. Hubiera sido una salida digna al papelón que hicieron tratando de enladrillar las playas desiertas de la Marina de Cope (desprotegida ilegalmente según el Tribunal Constitucional) con miles de viviendas, hoteles, campos de golf, centros deportivos de alto rendimiento y una marina interior.

Han tenido que llegar los melenudos ecologistas, a los que normalmente miran por encima del hombro, para demostrar que sí es posible otra forma de proteger el medio ambiente. Acercándose al modelo anglosajón del National Trust: comprar para conservar donde no puede (o no quiere) llegar la Administración. Menuda lección para el Gobierno regional. Cuando se apruebe el plan de gestión de Red Natura 2000 para esta zona y se constituya la Junta Rectora del Parque Regional de Cabo Cope-Calnegre, los ecologistas se sentarán en la mesa de reuniones no como invitados, sino como propietarios de la joya de la corona. E influirán decisivamente en la planificación de usos del conjunto del espacio protegido, que la agricultura intensiva se está comiendo a bocados. Empezará una nueva etapa, sin duda.

También es una lección para Iberdrola, una idea en la que ha insistido estos últimos días el director de ANSE, Pedro García: mientras la compañía eléctrica publicita su energía 'verde' sigue peleando en los tribunales por sus derechos de construcción en el parque regional. Es legítimo que agote sus bazas mientras legalmente sea posible, aunque incoherente.

La Asociación de Naturalistas del Sureste suma Cabo Cope a su red de reservas, entre las que destacan la Cueva de las Yeseras (otro Lugar de Interés Comunitario, en Santomera, que alberga una valiosa comunidad de murciélagos), parte de las Salinas de Marchamalo (Cartagena, junto a La Manga y el Mar Menor), Malcamino (Mazarrón) y Charca de El Prado (Carrizales de Elche, Parque Natural de El Hondo).

El precedente de la central nuclear

Se puede decir que al pie del Cabezo de Cope (como lo conocen los aguileños) nació el movimiento ecologista en España hace casi cincuenta años, cuando una plataforma social liderada por el ingeniero aguileño Pedro Costa Morata se enfrentó al Gobierno de Franco para evitar la construcción de una central nuclear a cargo de Hidroeléctrica Española (actual Iberdrola) en los terrenos de la Marina. En 1973 no debía de ser fácil oponer argumentos ecologistas frente al Régimen, pero la firmeza de los vecinos de Águilas, Lorca, Mazarrón y Pulpí (Almería), con sus alcaldes a la cabeza y la audacia de Costa Morata, que contó con el apoyo del actor Paco Rabal y del profesor y escritor Pedro Guerrero, frenaron la instalación de un armatoste atómico igual que el de Garoña (Burgos) en una costa entonces sí completamente virginal y aislada.

Tantos años después, vuelven a ser los ecologistas los que ponen las cosas en su sitio en Cabo Cope. Lo que me lleva a una reflexión que repiten en las últimas semanas científicos, intelectuales y en general personas con una brillante trayectoria humana, profesional y académica: el cambio climático y la pesadilla del coronavirus nos están indicando claramente que el único camino para seguir vivos es cambiar nuestra relación con la naturaleza, aprovechar sus recursos de forma sostenible, respetarla para respetarnos.

A ver si tomamos nota. No nos queda mucho tiempo.

PD. El domingo publico en LA VERDAD con mi compañera Izania Ollo un reportaje sobre Cabo Cope que os va a sorprender. Creo que merece la pena que compréis el periódico.

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