Cumbres, amigos y pies de gato
Libros del Asteroide publica 'Alimentar a la bestia', de Al Alvarez, un relato adictivo sobre la camaradería y la escalada
Mi lectura revelación de este verano ha sido 'Alimentar a la bestia', del escritor británico Al Alvarez (Londres, 1929-2019), un relato adictivo sobre la escalada, la amistad y las expediciones publicado originalmente en 1988 y que Libros del Asteroide editó por primera vez en castellano el pasado mes de julio, con traducción de Juan Nadalini. Da igual que nunca te hayas calzado unos pies de gato, que sufras de vértigo o que no sepas distinguir un arnés de una cinta de rápel: este librito tan divertido como profundo lo pone muy fácil para que trepemos con placer por sus páginas y lleguemos tranquilamente a la cumbre de la página 155, donde se cierra el emocionante epílogo. Eché el libro en la mochila junto con tres o cuatro tochos en principio más interesantes, pero dos semanas después de terminar las vacaciones mi mejor recuerdo literario tiene que ver con ascensiones verticales colgados de una cuerda, tormentas de nieve y rescates a 7.000 metros.
'Alimentar a la bestia' cuenta la vida de Mo Anthoine (1939-1989), un excéntrico y célebre escalador galés con quien el autor compartió una larga amistad y aventuras en la montaña. Mo Anthoine no fue un deportista al uso: muy dotado técnica y físicamente para superar paredes de piedra lisas como un espejo, era cero competitivo. Escalaba para divertirse y lo más importante no era el objetivo deportivo, ni siquiera hacer cumbre, sino pasar un buen rato con los camaradas.
Doble de peligro en películas de acción como 'La Misión' y 'Rambo III', operador de cámara en documentales y fundador de una fábrica de material técnico de montaña de primera calidad, Mo Anthoine fue una referencia para los escaladores de su época, pero sobre todo el mejor compañero de cordada que se pudiera tener. El más fiable, resistente y seguro socio en la montaña. Y un tipo divertido y ocurrente.
Así que esta obra de Al Alvarez (poeta, escritor y crítico literario, apasionado del atletismo, la escalada y el póker) no va de grandes gestas al límite de la supervivencia, que también, sino sobre todo de la dimensión humana de un deporte extremo en el que Mo Anthoine se manejó con humildad y mucho sentido del humor. Porque se divertía igual subiendo por una vía sencilla en una montaña de su pueblo que liderando una expedición en los Alpes, los Andes o el Himalaya. Echar un pitillo en una repisa mirando hacia el vacío y comentando el lance con el compañero de cordada era lo que más le gustaba.
Por ejemplo:
«Nunca escalo al límite de mis posibilidades», decía siempre Mo. «Si me encuentro en una situación en la que creo que puedo llegar a caerme, me retiro, fijo un pitón o descanso en una cinta. No me parece necesario volar 50 metros por el aire para demostrarme que el movimiento que intento ejecutar excede mis habilidades. Nadie piensa jamás que puede morir escalando; hasta los más chiflados creen que han calculado todos los riesgos y que se saldrán con la suya. Pero cuando se fuerzan tanto los límites, cuando el margen de seguridad queda reducido al mínimo, muchas cosas pueden salir muy mal. A mí me gusta tener siempre un margen de seguridad bien amplio. Ese reaseguro es mi fortaleza».
O bien:
«El compañero de escalada es casi tan importante como aquello que se va a escalar, sobre todo porque el quién influye en el cómo. Algunos escaladores están tan poseídos por su deseo de completar una vía que todo lo demás les resulta indiferente; ascender con ellos es como ir atado en el exterior de un tren de alta velocidad: llegaremos a destino, sí, pero sin divertirnos demasiado y casi sin disfrutar del paisaje. Otros confían tan poco en sus propias habilidades que solo parecen hallar algo de placer cuando su compañero encuentra dificultades en algún movimiento que a ellos les ha resultado fácil».
Al Alvarez cuenta con gran calidad literaria algunas de las incursiones de Mo Anthoine en cumbres de varios continentes, en ocasiones con él mismo como testigo, y relata sin dramatismo los últimos días de su amigo en un libro que con los años se ha convertido en un clásico de la literatura de montaña.
Así que espero con ilusión que Libros del Asteroide se anime a publicar también la última obra de Al Alvarez, 'En el estanque. Diario de un nadador' (2015), en la que narra su afición a nadar en invierno en los estanques del parque londinense de Hampstead Heath.