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Richard Evelyn Byrd, a bordo de uno de los buques que formaron parte de la expedición en el Polo Sur. GETTY

Confinamiento extremo en la Antártida

'Solo', o cómo Richard E. Byrd sobrevivió a -71ºC en el invierno de 1934 en el Polo Sur

Miércoles, 22 de diciembre 2021, 22:18

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Volcano publicó 'Solo' en octubre de 2017. Supe con casi tres años de retraso, gracias a su segunda edición, de la versión en castellano de 'Alone', la increíble aventura en la Antártida durante el invierno de 1934 del contraalmirante estadounidense Richard Evelyn Byrd (Winchester, 1888-Boston, 1957). El editor Javier García me envió un ejemplar a principios de julio de 2020, poco después del primer confinamiento pero con buena parte de nuestra organización doméstica y profesional aún patas arriba. No llegó a mis manos hasta más de un año después. Nunca podrá saberlo, pero el valeroso explorador vivió una última e inesperada expedición a través de la garita de seguridad de LA VERDAD, un cajón cerrado con la llave extraviada y los almacenes del periódico.

El caso es que a mitad de julio pasado encontré un paquete con una nota sobre mi mesa: «Para usted, estaba dentro de una caja con correspondencia atrasada. Quedó apartado por error». Recibí el relato gélido del retiro voluntario en el Polo Sur con fines científicos de Richard E. Byrd cuando ya no lo esperaba. Con otras lecturas pendientes, en ese momento más urgentes, y bastante trabajo por delante antes de salir de vacaciones.

Desde entonces y hasta hace unas semanas, 'Solo' (traducido al español por Lidia Pelayo Alonso) me ha acompañado en la mochila a todas partes: a las playas solitarias de Cabo Cope, a la sombra de un almez en la huerta de Murcia, al otoño melancólico de Cabo de Gata, al fragor cosmopolita y festivo de Madrid, al frío seco de Sierra Nevada. Lo he leído despacio, sin prisa y con asombro. En ocasiones con placer y un punto de envidia, casi siempre con angustia.

'Solo', publicado originalmente en 1938, es la crónica de una experiencia extrema: el aislamiento elegido del militar Richard E. Byrd durante el invierno de 1934 en una estación de control meteorológico situada en la barrera de hielo de Ross, en el Polo Sur. Una cabaña de madera prefabricada y encajada en la nieve es el precario refugio en el que este aventurero resiste durante cuatro meses a varios cientos de kilómetros de distancia de sus compañeros destinados en la base Little America, con los que apenas puede comunicarse por radio.

«Todo, yo incluido, está cubierto por el frío. Durante dos semanas el registro del termógrafo ha estado entre -40ºC, -50ºC y -60ºC. Hace un momento, cuando alumbré con la linterna el termógrafo, la aguja estaba llegando a los -65ºC. El hielo que se está extendiendo sobre el tragaluz, y amenaza con unirse al hielo de las paredes, ha alcanzado la altura de mis ojos. Espero con fervor que el hielo disminuya, simplemente porque debo tener más calor, aunque sea a costa de menos ventilación y más gases», escribe en un evidente momento de bajón uno de los grandes héroes estadounidenses del siglo XX. Tenía motivos: el termómetro se desplomó hasta los -71ºC unos días después de esta anotación en su diario.

Durante su duro periodo de investigación para recopilar datos climáticos, el militar sobrevive en un ambiente insalubre por los gases que emanan del motor de la calefacción, averiado con frecuencia; se alimenta con conservas y tiras de carne de foca congelada; se obliga a leer y escribir; escucha música en un tocadiscos que milagrosamente funciona en mitad de ese infierno blanco; pierde el contacto con la base principal; enferma y se ve al borde de la muerte.

«No había contado con descubrir lo cerca que un hombre puede estar de la muerte y no morir, o querer morir», escribe Richard E. Byrd en este relato adictivo, cautivador y extraño, en el que revela su debilidad, sus sentimientos y sus miedos, en un estilo bien diferente del tono épico de otros exploradores.

Es tremendo descubrir con qué ropa afronta una espiral de ventiscas y rachas de viento congelado, cómo se le despega la piel de las yemas de los dedos en contacto con el metal, cómo es incapaz de salir del saco de dormir para alimentarse, y cómo se debate en la duda de si pedir un rescate urgente por radio podría suponer un trampa mortal para sus amigos.

En este tiempo de pandemia en el que 'confinamiento' ha sido una de las palabras más sobadas, avanzar penosamente entre las páginas de 'Solo' ha sido toda una experiencia literaria.

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