Federico García Lorca, la realidad y el mito
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Escribir 700 palabras sobre García Lorca y contar algo nuevo es casi misión imposible. Hay tal cantidad de documentación, testimonios y puntos de vista tan ... diversos que el bosque de datos olvida lo esencial del poeta: su magnífica obra. Sus metáforas alucinantes como pintura del aire. Su teatro trágico y oscuro. Su plano detalle de las emociones. La descripción de todo un universo de mujeres, que cargaban su condición como una losa que les amargaba la vida.
La noche de su muerte ha dado hasta para una serie, para varios documentales y libros donde reina la contradicción. Los de izquierdas, que Lorca era socialista. Los de derechas, que no, que más bien él pasaba por allí y le pilló la generación del 27. Los falangistas se lo apropian por su relación con José Antonio Primo de Rivera. Relación que algunos se plantean si existió más allá de la admiración de este último por el poeta. Algún biógrafo se atreve a proclamar que fueron amantes. Como si fuera tan fácil meterse en los dormitorios de la gente.
Sea como fuere, tanto el padre como él mismo, abrazaron la república, razón más que suficiente para que el bando nacional quisiera acabar con él. No sólo eso, la familia era envidiada e incluso odiada por los negocios del padre, que también fue prestamista, y por el talento del joven Lorca: culto, bello. Un ángel al piano.
En 'La casa de Bernarda Alba' se cuenta la historia de una viuda que vive enclaustrada con sus hijas en el hogar. Como Pepe el Romano está liado con todas ellas y espera pegar un braguetazo con alguna. Pues bien. La tía de Federico se llamaba Paca Alba y por allí rondaba, en verdad, un tal Paco el Romano.
Como se pueden imaginar, que Lorca desvelase las intimidades de las primas a sus amigos literatos, desagradó a la familia. Que a Paco el Romano le reventasen un futuro matrimonio con una de las acaudaladas niñas Alba, tampoco le sentaría bien, imagino.
En una Granada donde todo el mundo se conoce, aún hoy en día, estas historias circulan y se han plasmado en algún libro que nadie ha salido a desmentir. La conclusión que sacan algunos es que, en la decisión de ajusticiar a Lorca, lo que menos pesaron fueron los motivos ideológicos y más las rencillas familiares. También los disgustos causados por el negocio del padre. Muy propio de sus tragedias.
Contaba Lorca en una carta: «El ambiente provinciano llena mi corazón de telarañas». También le llenó el cuerpo de plomo. Le gritaron rojo, maricón, al darle el tiro de gracia. O eso contaba Félix Grande.
Pero antes, Lorca se enamoró. Lo hizo de Dalí y luego del mediocre escultor Emilio Aladrén. Ambos bisexuales. El gran drama de Lorca es que encontró sexo y no amor correspondido. Ambos le dieron la espalda. Se casaron. Con el correr de los años, Aladrén se dedicó a hacer bustos a Franco y a otras figuras fascistas de la época. Un horror.
El agudo Luis Antonio de Villena, diserta sobre Lorca en Casa de América y habla de su homosexualidad abierta y desinhibida en aquella época. En cartas que le manda a Aleixandre le explica su «orgía con unos negros», fruto de su viaje a Nueva York. Acto seguido le pide: «Destruye la carta». Aleixandre no lo hizo y esto ha aparecido hasta en el famoso libro de Ian Gibson: 'Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca'.
Otro biógrafo asegura que Lorca tuvo una hija, fruto de una fiesta loca en Buenos Aires, y que la nieta está al caer para hacer valer su autenticidad.
Realmente, lo que me interesa de Lorca no es toda esta chismología. Es su paso por la institución libre de enseñanza, es su espíritu lúdico y trágico al mismo tiempo. Es su 'Romancero gitano', del que luego renegó. Es el espíritu de La Barraca y el 'Llanto por Ignacio Sánchez Mejías'.
Los restos de Lorca andan perdidos (o no) en algún lugar entre Víznar y Alfacar. Guardar su memoria no necesita de huesos. Esto se arregla con un cenotafio al estilo griego o una lápida hermosa en la Institución Libre de Enseñanza.
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