Cristina Ortiz, 'La Veneno': reír en el suelo
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La memoria de nuestra España más reciente nos la muestra deslenguada, divertida, graciosa y vulgar. Cristina fue un animal televisivo que cruzó el Mississippi, que ... subió a lomos de un pelícano, que grabó un disco. Que ganó dinero a espuertas y lo perdió.
Se cruzó en su camino una joven estudiante de Periodismo, Valeria Vegas, y la memoria de Cristina Ortiz, 'La Veneno', es otra muy diferente. Valeria dignificó la figura de una chica trans que bajó varias veces a los infiernos antes de morir. Valeria y Los Javis, claro, con esa magnífica serie que muestra la cruda y cruel realidad que han vivido –y viven en muchos casos– las personas trans de este país y probablemente de todos los lugares.
Nacer diferente, nacer mujer con cuerpo de hombre o viceversa, te convierte en un puzle imposible de encajar. En muchos casos estas mujeres son repudiadas por su propia familia y la sociedad circundante. Son marcianas, como decía Paca la Piraña, condenadas en muchos casos a vivir en un universo de lumpen y delincuencia.
Cuando en el año 96 la reportera Faela Sainz se la encontró en el Parque del Oeste, Cristina ejercía la prostitución. Antes se llamó Tanya, se cambió el nombre en honor a una compañera fallecida. 'La Veneno' disparó la audiencia en 30 gloriosos segundos de historia televisiva. España se enamoró de ella. Los audímetros volaban.
Cristina, con sus luces y sus muchas sombras, vivió una infancia triste en Adra. Sufrió el odio furibundo de una madre que no soportaba su pluma. Que le agredía verbal y físicamente. Vistió de monaguillo. Fue su oportunidad de vestir faldas. En Adra recibió su primera paliza tras organizar un desfile de modelos. Joselito huyó sin mirar atrás.
De joven fue peluquera en Granada y como era guapo, fue Míster Andalucía en 1989. Sus caracteres sexuales masculinos sí que encajaban en una estética normativa perfecta.
En Valencia conoce a Paca la Piraña y debutará en un local de transformismo. De allí marcha a Madrid en busca de gloria y fortuna. El resto ya lo saben.
Después del salto a la fama llegaron los mánagers sin escrúpulos y los novios sádicos sacaperras. El italiano la convenció para quemar su casa e intentar cobrar el seguro. Él mismo la denunció a la policía. Los tres años que pasó en la cárcel de hombres fueron devastadores. Sufrió terribles vejaciones a manos de los presos. Estaba sola en el entorno más peligroso imaginable.
Regresó a los platós, perdió 35 kilos como parte de un reto televisivo. 'La Veneno' estaba de vuelta, pero Cristina ya no era la misma. Padecía bulimia, depresiones severas, crisis de ansiedad. Las pastillas, el deseo, los miedos, los malos hombres, el disparate que se instala en las cabezas.
Otro de sus novios huye y le roba 60.000 euros. Se ve obligada a vivir con una pensión mínima del Estado. Por entonces, Valeria ya conocía a Cristina. La ilusión de un libro sobre su vida le puso chispitas en los ojos. No iba a ser fácil. Siete años costó parir ese trabajo que al final la propia Vegas tuvo que autoeditarse.
'¡Digo! Ni puta ni santa' fue un éxito. Las ediciones se agotaron y no sabemos si queda algún ejemplar que no tenga la propia autora y los coleccionistas. Su muerte llega un mes después de la publicación de su biografía. Hay diversas teorías alrededor de la misma. El cuerpo llega al forense con infinitos moratones, traumatismo craneoencefálico y dosis letal de Xanax y whisky.
Se dice que en el libro aparecían varias iniciales de clientes famosos que la subieron en su coche, que, quizá, fue un ajuste de cuentas. La verdad completa la desconocemos.
Lo cierto es que Cristina fue una valiente. Que la biografía de Valeria y posterior serie expone las historias de otras 'venenos' que sufren el estigma terrible de la diferencia. Que mostrar la verdad de una mujer trans dignifica su memoria, la arranca de ese magma pegajoso de la vergüenza. Así le cantó Leyva: «Bajo el aguacero, curtida en el oeste. / Que no te hablen de gloria, brillantina y presente. / De eso sabes tú, limusina y puchero. / De reírte en el suelo / Joselito, Cristina Veneno».
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