Menos para vivir más
Uganda reduce drásticamente su natalidad con ayuda internacional para mejorar su nivel de vida
ANTONIO CORBILLÓN
Lunes, 13 de junio 2016, 11:13
África tendrá más opciones de sobrevivir como continente cuando sobre ella habiten menos africanos. Pero vivan mejor. Es la gran contradicción del territorio más pobre del planeta, lastrado por las peores cifras de desarrollo humano y acceso a condiciones de vida dignas. Malaria, tuberculosis, sida o mortalidad infantil son los grandes enemigos de sus habitantes, por encima incluso de todos los conflictos bélicos.
Un situación que se agudiza aún más cuando se baja en el mapa, se cruza el Sahara y en las pieles se impone la pigmentación negra. Uganda es un buen ejemplo de toda la región subsahariana. Ubicado en la problemática zona de los Grandes Lagos, la paz y estabilidad que impuso la presidencia de Yoweri Museveni (30 años en el poder) ha derivado en uno de los estados más emprendedores del continente. En los últimos tres lustros, el crecimiento no baja del 6% anual y su capital, Kampala, es un hervidero de construcciones y empresarios de todo el mundo (en especial chinos) que llenan los hotelazos para cerrar grandes operaciones mercantiles.
Poco de esto llega en cuanto se cruza el extrarradio de la gran ciudad. Menos del 1% de los ugandeses (el país ronda los 40 millones) tiene un seguro de salud. Las familias dedican el 10% de su escasos ingresos a gastos médicos, lo que está empobreciendo a miles de ellas. Un drama para un país en el que el 7,2% de la población sufre VIH/sida (200.000 nuevos contagios infantiles cada año) y la malaria mata a 110.000 personas cada año. El avance de la tuberculosis ha añadido otra pesada carga a la salud de sus habitantes.
¿Cómo romper este círculo vicioso? «El progreso de Uganda es muy rápido pero está vinculado a la mejora de la salud. Y el descenso en el número de hijos», introduce su Ministro de Salud para Asuntos Generales, Chris Baryomunsi. «Hemos logrado reducir el número de niños por mujer de 7,6 a 5,3 en apenas dos años», afirma. Unos dígitos sorprendentes que se explican por la importante ayuda que llega de un buen número de organizaciones no gubernamentales y fundaciones como la del laboratorio Pfizer en colaboración, entre otros, con la de Melissa y Bill Gates (dueños de Microsoft), colaboradoras de PATH, el conglomerado que lleva cuatro décadas promoviendo la mejora de la salud en países en desarrollo. «Estamos comprometidos a transformar nuestra sociedad empezando por la planificación familiar», insiste Baryomunsi.
La práctica de toda esta retórica se puede observar en lugares como Mubende, un humilde poblado a hora y media de coche al oeste de Kampala. En la casa del líder comunal, apenas un gran cajón de madera de una sola estancia, la partera del pueblo Teddy (50 años, cinco hijos, dos muertos) se afana en explicar las nociones básicas del control de natalidad. Se arremolina un auditorio de mujeres jóvenes y algunos (pocos) varones. Otras dos mil promotoras como Teddy dan sus charlas por un país con medio centenar largo de dialectos distintos.
Control femenino
La vasectomía, el DiU (dispositivo intrauterino), los condones... hasta que las mujeres reparan en las ventajas (e inconvenientes) de Sayana Press, un anticonceptivo inyectable que la Fundación Pfizer promueve en 69 países. Permite tres meses de relaciones sexuales sin riesgo de embarazo. La joven Fiona, 23 años, tiene ya tres hijos (de 2 a 6 años) y se ofrece como 'probeta'. «Quiero tener más espacio para criar a mis hijos. Mi marido está de acuerdo en hacer planificación familiar», proclama. Tiene suerte, porque «ni en Uganda ni en el resto de África suelen apoyar los hombres estos planes», admite George Barigye, oficial de PATH. En la charla, apenas un par de varones. Uno de ellos pregunta si con los 'pinchazos' su mujer «perderá el deseo sexual».
Uganda reparte su sanidad en 130 distritos hospitalarios. De momento solo se ofrece Sayana Press (medicamento que Pfizer facilita al coste de un dólar por dosis) en 20 de ellos. A pesar de ser un país de mayoría cristiana (católicos y anglicanos), la gente no se deja influir por sus reticencias.
En el poblado de Bwaise Bubajjme, un suburbio de 12.000 vecinos no muy lejos de Kampala, mujeres y hombres se juntan alrededor de las charlas de contracepción. «A veces llegan después de probar el conocimiento local y ya es tarde», reconoce Milly Nanyombi, que gestiona la clínica del lugar. La presidenta de Vacunas de Pfizer, Susan Silbermann, admite lo duro que es luchar contra los que desconfían de grandes laboratorios como el suyo. «Pero lo triste es que los niños puedan morir o las madres no puedan controlar su salud reproductiva cuando hay vacunas y medios para ello».