Constituyen uno de los patrimonios más entrañables de la repostería tradicional. Son el testimonio vivo de una cocina que nació humilde, con ingredientes sencillos y ... técnicas accesibles, pero con una extraordinaria capacidad para crear sabores memorables. A diferencia de los postres de horno o de pastelería refinada, los dulces de sartén se fríen en aceite caliente, muchas veces en una cocina modesta, con recetas transmitidas de generación en generación. Más que meriendas o postres, son símbolos de identidad, de festividad y de memoria colectiva.
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La historia de estos dulces está íntimamente ligada a la vida rural y a las celebraciones populares. En muchos hogares, sobre todo en el ámbito mediterráneo y en el sur de España, el horno era un lujo del que se carecía, o bien se reservaba para el pan semanal. Sin embargo, una sartén con aceite, harina, huevos y azúcar bastaba para improvisar un dulce capaz de alegrar la jornada, acompañar un café o celebrar una fiesta religiosa.
Se trata, en esencia, de una cocina de aprovechamiento, ya que utiliza lo que hay a mano. Y a pesar de su aparente simplicidad, cada receta esconde un saber hacer que no puede improvisarse. Hay que conocer el punto del aceite, la textura adecuada de la masa, la manera justa de aromatizar con anís, limón o canela. Así, el dulzor no solo está en el azúcar, sino en el cuidado con que se prepara cada pieza.
En Transilvania, tierra del conde Drácula, ponían un diente de ajo con el dinero y entre el trigo
La elaboración de dulces de sartén no es solo una tarea culinaria, sino también un acto social y casi ritual. Son comunes en celebraciones religiosas como la Semana Santa, el Carnaval, la Navidad o el Día de Todos los Santos. Su preparación convoca a madres, abuelas, hijas y nietas a la cocina, en un ambiente impregnado de aromas cálidos y de recuerdos compartidos. En muchos casos, se hacen en grandes cantidades, no solo para el consumo doméstico, sino también para regalar, compartir con los vecinos o llevar a eventos comunitarios. Buñuelos, cordiales fritos, borrachuelos, torrijas, leche frita, paparajotes, rollos y rosquillas fritas, son algunos ejemplares de referencia en la Región de Murcia. El café de olla, un excelente compañero de todas y cada una.
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Estos dulces son también una forma de marcar el paso del tiempo. En el ciclo anual de la vida rural, el dulzor frito celebraba los momentos de abundancia, las cosechas, las bodas, los nacimientos o las fiestas patronales. Y, a la vez, al estar hechos con ingredientes básicos y de larga duración (como la harina, el aceite o el azúcar), también eran un recurso en épocas de escasez.
Los dulces de sartén tienen algo de nostálgico. Nos remiten a la cocina de nuestras abuelas, a la infancia, al rumor del aceite burbujeando, al mantel de cuadros y a la merienda después del colegio. Son dulces con alma, que nos reconectan con lo esencial. Los dulces de sartén en la Región de Murcia son mucho más que postres: son un acto de memoria, una forma de celebrar la vida cotidiana y las tradiciones más profundas.
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