Arrecife Gastrobar, un espectáculo marino

El espacio dispone de unos grandes ventanales que dan al paseo y al mar. Al fondo, como a doscientos metros, bastantes barcos en lo que parece una zona del puerto. El local, sencillo, limpio y con una temperatura muy agradable, aunque lo que más destaca son los techos del comedor, que han sido diseñados para simular el interior de una cueva marina.

La carta recoge grandes clásicos como croqueta de jamón, canelón de cordero, mini burguer de bacalao, arroz socarrat con gamba roja de Águilas, jamón ibérico o la marinera; pero, además, recoge varios platos de influencia internacional como el tiradito de vieiras, alga wakame y perlas de trufa; el tartar de pez limón con aguacate, espuma de maracuyá y perlas de yuzu; gambón al curry, hierbabuena y mayokimchie; o las patatas bravas de Sergi Arola, que si bien no son de fuera de España, son más internacionales que Iker Casillas. Que por cierto, es el segundo local donde las podéis encontrar en Águilas, ya que Garum las tiene desde que abrió sus puertas.

La apuesta de la cocina es contundente. La sobrasada de mar, que es un paté de albacoreta en escabeche de cítricos y esferas de esturión está lejos de ser una sobrasada marina. El sabor escabechado persiste y la textura es muy agradable, pero de sobrasada tiene poco. Eso sí, sale de cocina con un estupendo humo a modo de nube por el efecto del hielo seco. La zamburiña viene tapada con una mahonesa de kimchi gratinada, una salsa tan sabrosa como protagonista en el plato. Algo parecido le ocurre a la vieira con papada de cerdo y reducción de su propio jugo, donde el sabor de la salsa no deja ver, ni de lejos, el delicado sabor a mar del crustáceo.

Mucho más equilibrado encuentro los huevos rotos con camarones, salmón y katsobushi –láminas finas de bonito seco–. Un plato de verano, de fiesta y con poco margen de error para los que hacemos los prepostres con un huevo frito con puntilla. Del mismo modo, me parece uno de los mejores platos el pulpo seco que hacen en Arrecife. El resultado es una mezcla del clásico al horno y del típico aguileño, dando como resultado un pulpo crujiente por fuera y tierno en el interior. Imprescindible.

La gamba roja de Águilas no ha llegado a puerto y el restaurante me ofrece la de Garrucha. Aunque me niego por principios, termino cediendo y reconociendo que es la misma que la murciana. Perfectamente cocinada, por cierto. Termino con una impresionante gallineta de un kilo y pico, que pido mitad rebozada y mitad a la plancha. Un espectáculo de producto y de técnica en cocina que me hacen elevarme un palmo del suelo repelando huevecitos de la cabeza. Un frito de tomate y pimientos de guarnición y unas buenas patatas confitadas y fritas dan por finalizada la velada. Águilas está de moda desde hace años y Arrecife confirma el buen estado de forma de la ciudad en cuanto a gastronomía se refiere.