Bar Julio: Contundencia molinense
El bar Julio ofrece una cocina casera, rotunda y de toda la vida en un ambiente muy familiar
En el bar Julio no se andan con tonterías. Juan Pedro e Inma son de ese tipo de empresarios que entienden la hostelería como quien ... recibe en su casa a los amigos. Y esa sensación se respira desde que entras por la puerta. Juan Pedro controla desde la barra todo lo que pasa en el comedor e Inma se encarga de los fogones.
El bar Julio es uno de esos sitios que recuperan la esperanza en el ser humano, en el sentido común y en el trabajo bien hecho en hostelería manteniendo el legado de nuestros abuelos en esos locales de toda la vida que nos recogen, nos guardan y nos protegen durante unas horas del caos de las redes sociales y del postureo culinario. Aunque una camarera levante la voz al pasar junto a tu mesa, o aunque el mobiliario no sea la última moda, el bar Julio es de esos sitios donde uno es feliz.
Bar Julio
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Dirección: Calle Paz, 25.
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Teléfono: 968 61 28 56
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Horario: Cierra los lunes.
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Precio medio: Unos 25 euros por persona.
En la carta hay esturión confitado, un magnífico pulpo a la murciano, chipirón trufado, crujiente de alcachofa, croquetas rebozadas en fideo fino –pelochos– y marisco los fines de semana. Pero donde yo creo que el bar Julio adelanta por la izquierda es en la carne a la brasa y, sobre todo, en las cazuelas de guisos murcianos y en la nueva cava de vinos. El local ha ganado espacio con su última reforma, aunque es recomendable reservar con tiempo porque está siempre lleno.
Matrimonios y pulpo
Los matrimonios llevan un boquerón y una anchoa XXL sobre un pimiento de piquillo de la marca Modesto –más dulces–, con una gran cantidad de cebolla roja, aceitunas y guindilla en vinagre especial para piparras. El pulpo al horno, tierno y jugoso y las almejas a la plancha, las cuales quedan jugosas y no secas de haber tenido una cocción larga. Menos acertadas encuentro las alcachofas en conserva con una salsa de queso y una loncha de jamón que no me dice nada. Muy rico el atún en salazón con piel de limón y aceite de oliva en un improvisado sashimi a lo molinense y muy recomendable la lengua en salsa que llega a la mesa en una de esas cazuelas de barro que tanto me gustan. Para terminar, me decanto por un pepito de solomillo de ternera de buen calibre y bien hecho por fuera y tierno y jugoso por el centro. Todo un homenaje de productos de primera servidos con contundencia.
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