Restaurante El Mosqui, un mar cercano de felicidad
El Mosqui asienta nuevos platos del cocinero Sergio de la Orden, nieto del fundador del restaurante, sin dejar de lado la oferta tradicional
La forma de la fachada de El Mosqui simula un barco pesquero en una clara declaración de intenciones para los clientes que todavía no hayan ... estado, leído o escuchado lo que es y significa este restaurante para Cabo de Palos, para Cartagena y para la Región. Si es que queda alguno. Dentro, mientras espero en una de las terrazas a que me den mi mesa, asomo la cabeza a la cocina, donde una decena de personas van y vienen de un lado a otro, mientras Sergio de la Orden, cocinero y tercera generación del local, saltea algún bicho marino en una sartén, al tiempo que va añadiendo ingredientes con la otra mano y da órdenes a su equipo con voz firme. «Trabajamos y limpiamos. Lo quiero todo limpio. Vamos».
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El restaurante
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- Ctra. Subida al Faro, 50. Cabo de Palos (Cartagena). Tlf. 968 564 563. Horario: cierra martes. Abierto de 09.00 a 16.00 horas. Precio: unos 50 euros por persona.
Es hora punta y, aunque por teléfono me daban mesa para el turno de las cuatro de la tarde, finalmente puedo adelantar la reserva para las dos y media. Vengo en plena Semana Santa a por el arroz en caldero y a por un pescado a la brasa, aunque antes quiero probar los platos de nueva creación que De la Orden ha ido metiendo en la carta en una transición moderada de un chaval que, por lo poco que lo conozco, ni sus abuelos, ni sus padres, ni el mismísimo Neptuno en persona hubiesen podido frenarlo en su afán de llevar el barco junto a su hermano Isidoro al 'top ten' de la gastronomía costera.
Comienzo con la marinera, seguramente el plato más flojo de la carta. La versión sustituye la rosquilla por una tostada de codium y la anchoa por pescado de la zona en salazón hecho en casa. A ver, que la idea de traernos a la tierra cada ingrediente me parece perfecta, pero hasta la fecha no conozco nada que mejore a una buena anchoa del Cantábrico. Imprescindible encuentro el tartar de atún rojo sobre un crujiente de tinta de calamar y una cremita de guacamole que ofrecen a modo de tostada.
El arroz lo hacen en caldero, pero con una proporción de líquido menor de la habitual y, entiendo, que sin darle movimiento para que suelte el almidón. El resultado es un arroz suelto, con el grano en su punto, de sabor elegante y profundo
De gran nivel encuentro el denominado jamón de mújol, aunque lo acompaña una gelatina de tomate con una textura que encuentro mejorable.
Deliciosa se muestra la hueva de mújol. Como viene siendo habitual en las que se hacen en casa, la textura es casi la de una crema, con menos salazón y menos curación para respetar más el sabor del pescado. El primer plato fuerte es el pescado, lubina salvaje, a la sal y a la brasa que llega con unas estupendas verduras en tempura sobre una sedosa crema de calabaza que agradezco enormemente. Para servir el pescado, el propio Sergio sale de cocina para dejarnos los lomos sin una espina y poder darle buena cuenta sin entretenernos. Aun así, yo pido la cabeza y la raspa para buscar hasta el último rincón de carne marina, que es lo que me gusta.
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El caldero de El Mosqui es un arroz seco. Lo hacen en caldero, pero con una proporción de líquido menor de la habitual y, entiendo, que sin darle movimiento para que suelte el almidón. El resultado es un arroz suelto, con el grano en su punto, de sabor elegante y profundo.
Termino con una estupenda torrija elaborada con pan brioche y con la sensación de estar en un local que no solo lleva setenta años dando de comer a toda España, sino de que serán muchos años más a tenor del buen servicio de sala y del buen hacer de Sergio y de Isidoro al frente de la nave.
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