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María Ramírez
Viernes, 23 de mayo 2025, 07:36
Hay cafeterías que conquistan por su repostería, otras que atraen por su aroma y algunas que sorprenden desde la fachada. Estas últimas no se eligen solo por su carta, sino por la oportunidad de disfrutar de un espacio tan único como emblemático. La Región de Murcia atesora numerosos rincones que embaucan tanto por el entorno como por su propuesta gastronómica.
Una de estas joyas se encuentra en Cartagena, donde una villa modernista esconde una cafetería que conserva todo el encanto original de su época. Se llama Villa Esperanza y está ubicada en Barrio Peral. Sus dueños han cuidado la decoración para mantener la estética clásica y han habilitado la terraza para aprovechar el buen tiempo. Además, ha sido escenario de rodajes y enlaces nupciales.
«Toda casa tiene una historia, y esta tiene para muchas», revelan en sus redes sociales. La suya se remonta al año 1900, cuando Sandalio Alcantud construyó la villa para mudarse allí con su familia y escapar del bullicio del centro de la ciudad. La vivienda fue una sorpresa para su esposa Matilde, quien no conoció su existencia hasta que la obra estuvo terminada. La arquitectura no era el único atractivo del inmueble. Alcantud trasladó su amor por el arte al interior y decoró cada rincón con sus colecciones.
Sin embargo, con el paso de los años, fue cambiando de manos hasta acabar prácticamente en ruinas. No fue hasta 1999 cuando Jose Piñero, más conocido como Pepe, la adquirió y emprendió su proceso de restauración: «Quedó impactado con la vivienda. Muchos lo llamaban loco, y no era para menos, ya que en ese momento estaba completamente en ruinas». El nuevo dueño, que contaba con un escaso presupuesto, tiró de «gran talento» y «empeño» para devolverle su característica majestuosidad. «Fueron momentos duros pero muy bonitos», explican en el Instagram de la cafetería.
La rehabilitación, que duró un año, permitió volver a darle vida a este encantador local. «La acogida fue impresionante, pero más impresionante era ver los ojos maravillados de la gente que nos visitaba», recuerdan. La trayectoria de esta ubicación volvió a cambiar hace unos años, cuando Pepe falleció: «Dejó muy buenos sucesores para seguir cuidando y manteniendo su sueño». Una ilusión que continúa intacta en quienes han cogido el testigo, que abren las puertas de este icónico lugar todos los fines de semana.
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Con el paso del tiempo, Villa Esperanza no solo ha conservado su esencia, sino que también ha avivado los recuerdos de quienes han pasado por ella. Una de ellas es la de Carmen, una clienta que ha comentado en una publicación que fue su primera guardería. A esta vivencia se suma la de Airam: «Mi suegra contaba que iba a recoger allí huevos». Y es que, como señala otro cliente, este local permite conectar con otra época mientras se disfruta de un buen manjar.
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