El Entierro de la Sardina, la diosa Selene y el marketing pseudocientífico
¿Para conseguir el selenio que precisamos es necesario recurrir a caros complementos?
Si tuviera que elegir una sola carroza de entre todas las que desfilarán esta noche en el maravilloso Entierro de la Sardina sería, sin lugar ... a duda, la que pertenece al Grupo Sardinero Selene. Las razones son dos: una relacionada con la química y otra con el marketing pseudocientífico. Les cuento.
En 1817, los químicos suecos Jöns Jakob Berzelius (considerado como uno de los padres de la química moderna y reconocido por haber sido el primer analista del siglo XIX) y Johan Gottlob Gahn, observaron que en una planta química cerca de Gripsholm (Suecia), donde producían ácido sulfúrico, apareció un precipitado rojo. En un principio pensaron que se trataba de un compuesto de arsénico. Sin embargo, al quemar este precipitado se dieron cuenta que emitía un olor a rábano picante que no era típico del arsénico, sino de los compuestos ricos en telurio. Por ello, al principio creyeron que el precipitado era un compuesto derivado del telurio.
Pero Berzelius no estaba del todo convencido por lo que analizó detenidamente el precipitado rojo y llegó a la conclusión de que se trataba de un elemento similar al azufre y al telurio, pero diferente a ellos. Debido a su similitud con el telurio, que había sido bautizado con ese nombre por la palabra tellus («tierra» en latín), Berzelius decidió relacionar al elemento recién descubierto con la «luna» y bautizó al nuevo compuesto como Selenio en honor a Selene, considerada la Diosa de la Luna en la mitología griega.
20 céntimos de atún podrían publicitar las mismas propiedades que un complemento que vale 22 euros
El selenio, cuyo símbolo es Se y su número atómico 34, se encuentra muy distribuido en la corteza terrestre en la mayoría de las rocas y suelos. Sin embargo, raramente se encuentra en estado nativo, obteniéndose principalmente como subproducto en los procesos de refinamiento de otros elementos. Pertenece a la familia de los calcógenos (elementos presentes del grupo 16 de la tabla periódica, conformados por oxígeno, sulfuro, selenio, telurio y polonio) y una de sus principales características es que presenta alotropía, la propiedad de algunas sustancias simples de poseer estructuras atómicas o moleculares diferentes.
Esta alotropía del selenio hace lo que podamos encontrar como polvo de color rojo ladrillo, como sólido amorfo vítreo de color castaño oscuro, como cristales monoclínicos rojos y como cristales brillantes de color gris. Su versatilidad provoca que se emplee en sectores muy diferentes como la fabricación de células fotoeléctricas, la elaboración de vidrio de color rojo e incluso se usa en champús y lociones como tratamiento para la dermatitis seborreica.
Como comprenderán, para un químico como yo esta maravillosa historia justifica que la carroza dedicada a la Diosa griega Selene sea mi favorita. Sin embargo, hay una segunda razón casi más poderosa. Atentos.
Cantidad recomendada
En muchas superficies comerciales hay carísimos complementos alimenticios que prometen infinidad de propiedades saludables debido, aparentemente, a la presencia en su composición de estrambóticos ingredientes que publicitan a bombo y platillo en sus envases. Sin embargo, la ley vigente no permite que esos ingredientes puedan asociarse a propiedades saludables. Y entonces, ¿cómo pueden las empresas responsables de esos complementos usar dicha publicidad? Porque existe un reglamento (absurdo pero vigente) que se lo permite siempre y cuando añadan en su composición el 15% de la Cantidad Diaria Recomendada (CDR) de... ¡selenio!
Concretamente, cualquier complemento que contenga 8.25 microgramos de selenio (su CDR son 55 microgramos) puede publicitar que contribuye al mantenimiento del cabello en condiciones normales; al mantenimiento de las uñas; al funcionamiento normal del sistema inmunitario; a la espermatogénesis normal; a la función tiroidea normal y a la protección de las células frente al daño oxidativo.
¿Y para conseguir el selenio que necesitamos es necesario recurrir a esos caros complementos? En absoluto. Este elemento, que recordemos debe su nombre a la Diosa Selene, se encuentra a concentraciones muy altas en alimentos que forman parte de nuestra dieta diaria, por lo que son rarísimos los casos de personas que presentan déficit de selenio. Lo tenemos en las nueces de Brasil, carnes (cerdo, cordero...), semillas (mostaza, girasol...), ajo, pescados (atún, salmón, bacalao...), mariscos (ostras, almejas...) o cereales (arroz, trigo integral...).
Citaré un ejemplo. En 100 gramos de atún, cuyo precio no llega a los dos euros en muchos supermercados, hay 82 microgramos de selenio, casi 10 veces más de la cantidad de selenio necesaria para que un complemento alimenticio pueda prometer que «ayuda a la protección de las células frente al daño oxidativo». En otras palabras: por su contenido en selenio, 20 céntimos de atún podrían publicitar las mismas propiedades que un complemento alimenticio que vale 22 euros. ¿Qué les parece?
Estimados lectores de LA VERDAD, esta noche aplaudan a rabiar a la maravillosa carroza de Selene, Diosa amante de la química que jamás consentiría el marketing pseudocientífico.
¡Feliz Entierro de la Sardina!
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