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Un momento del desfile de este lunes.

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Un momento del desfile de este lunes. VICENTE VICENS/ AGM

«Los Moros y Cristianos merecen un día festivo propio»

El pregonero Yayo Delgado ensalza en un Romea abarrotado de público la tradición de kábilas y mesnadas

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Lunes, 3 de septiembre 2018, 22:35

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Cantaba el más célebre murciano de todos los tiempos, el sabio Ibn Arabí, allá por el siglo XIII, que su corazón podía adoptar «todas las formas. Es pasto para las gacelas. Y monasterio para monjes cristianos y templo para ídolos, y la Kaaba del peregrino, y las tablas de la Torá, y el libro del Corán. Yo sigo la religión del Amor. Cualquiera que sea el camino que recorran los camellos, ésa es mi religión y mi fe». Y fue eso mismo -amor por la historia, tolerancia cultural y fe en el trabajo bien hecho- lo que este lunes evidenciaron los cientos de Moros y Cristianos que comenzaban su más grande semana.

El Teatro Romea acogió, apenas a unos cuantos metros del yacimiento de San Esteban, epicentro de aquella remota urbe de esplendor cristiano y musulmán, el anuncio del arranque, entre marchas y estruendo de arcabuces, de una semana de atractivas propuestas.

El pregón corrió a cargo del periodista y escritor Yayo Delgado, quien, desde la primera vez que abrió su boca ante un auditorio abarrotado, evidenció la calidad literaria del texto en pinceladas de esos otros símbolos, al margen de escudos y luminarias, que resumen la fiesta: «Manzanas de caramelo, un jersey fino atado a la cintura y un niño a coscoletas -advertía el pregonero-. Luces en las calles, sonido de agua, arcos de medio punto y torreones con saeteras, barbacanas, cimitarras y almenaras... Leche de camella, parrillas y maíz a la plancha y paparajotes… y una noria gigante en el horizonte».

Parecía Delgado describir cuanto sucedía en ese mismo instante más allá de las puertas del teatro. Las calles y plazas andaban cuajadas de murcianos en su Feria mientras las kábilas y mesnadas, después de una agotadora semana de preparativos, ultimaban en el Malecón la apertura del Campamento, que fue inaugurado tras el pregón. Allí se repartieron manjares como la leche de camella y muchos se rindieron a la oferta gastronómica de los mesones aderezada por las danzas que cada grupo propone. A todo ello se sumó también la apertura oficial del Mercado Medieval.

La ciudad bulle

Las palabras del pregonero se fundieron con las imágenes y vídeos proyectados -otra novedad- y con la música a cargo de la Banda de Molina de Segura y la Coral Discantus, mientras enumeraba la interminable historia de estas celebraciones que encaran 35 años de historia, aunque atesoran otros once siglos de tradición.

Yayo Delgado bien conoce de lo que hablaba. Por eso evocó los años de su juventud cuando disfrutaba del antiguo Campamento en San Esteban. Aunque otras fiestas también lo ocuparan, era «el Campamento de Moros y Cristianos por encima de todo. Era su lugar inalterable… Lo sigue siendo, y lo será siempre, como lo es ahora el Malecón, porque allí está la cuna de la concordia en la que Murcia se hizo identidad, donde nació la gracia de la generosidad en el culto a la Virgen de la Arrixaca, ya en época musulmana, y donde diferentes culturas aprovechaban lo mejor de cada una para darle sentido a una forma de ser única en el mundo: ser murciano».

Al acto asistieron numerosas autoridades y miembros de la Federación de Moros y Cristianos, que preside Javier Arenas, así como el alcalde de Murcia, José Ballesta y una nutrida representación de la corporación municipal.

Como el Bando o el Entierro

Tanta importancia otorgó el pregonero a las fiestas que proclamaba que incluso propuso que merecen «un día festivo propio en el que celebrar nuestros orígenes y en el que todos tengamos la posibilidad real de conocer y disfrutar». Propuesta que despertó una ovación a la que Delgado correspondió con otro argumento. «Si es fiesta el Bando, lo es el Entierro de la Sardina y la Romería… ¿Por qué no un día en el que Moros y Cristianos celebran Murcia?», aseguró.

Una a una, el pregonero esbozó la historia de cada kábila y mesnada, lo que evidenció la enorme trascendencia de aquella Murcia en la historia de la futura España. Y también citó personajes de no menor talla política y cultural: Ibn Hud, El Rey Lobo, Ibn Arabí, Jaime I, Don Juan Manuel, Alfonso X El Sabio, Fray Pedro Gallego, Ibn Ahmad il Riquti…

Por último, recordó una visita que realizó, guiado por su padre, el escritor Santiago Delgado, a la tumba del Rey Lobo en el Museo de San Juan de Dios. Entonces descubrió que Alfonso X no destruyó el Mihrab musulmán que encontró tras la reconquista, «dejando un legado inalterable y claro de necesaria concordia y respeto». Y concluyó emocionado que «hoy somos concordia, respeto, tradición, luz y agua. Hoy somos más murcianos, porque hoy empiezan las fiestas de Moros y Cristianos». Fiestas que acabarán ya entrada la madrugada del próximo martes.

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