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Una batalla que libraron seguidores del Efesé y murcianistas desde que sonó el despertador
El partido más deseado por los fieles del Cartagena y del Real Murcia arrancó desde bien temprano y tiñó la ciudad portuaria de color seis años después
Suena la alarma, pero la sintonía es diferente. Es festivo, pero eso no es suficiente placer. No hay que ir a clase, tampoco al trabajo. ... Es el día D, a la espera de la hora H. Son seis años aguardando pacientemente. Es un Cartagena-Real Murcia y no hay que pensar el 'outfit'. La camiseta grana y la elástica albinegra están preparadas. Es el momento de afinar la garganta y colgarse la bufanda. Los murcianistas ponen rumbo a la ciudad portuaria. Los cartageneros, de local, llenan de color las calles y suben la temperatura en el entorno del Cartagonova. Es mediodía, aún faltan seis horas para el pitido inicial, pero el partido ya ha comenzado.
Aunque en Lobosillo, Valladolises y Balsapintada apenas se hayan enterado de que se disputa un Cartagena-Murcia, hasta el Puerto de la Cadena amanece con pancartas. 'Capital-Pueblo' se puede leer en un letrero incrustado en el muro que separa la autovía de las idas y venidas entre ambos municipios. Quién se iba a esperar un derbi sin batalla social. El picante también estaba servido.
Las seis y cuarto del día de la Inmaculada Concepción. Tiempo suficiente para arrancar la mañana con un asiático; continuar con el aperitivo, rociado, algunos por una Estrella Levante, y otros por cualquier otra marca para no sentir que empiezan perdiendo el duelo. En la alameda de San Antón se funde el olor a café con el sonido de los primeros brindis. La mayoría visten de albinegro, sus bufandas llevan el escudo y el nombre del Cartagena y las banderas violetas del sentimiento municipal decoran los coches. Algunos lo llevan tan dentro que sacan el amor por su ciudad por la ventanilla. «Hoy es el día; vamos, Cartagena», grita un copiloto; «Le vamos a mojar la oreja», contesta otro desde el paso de cebra. El que no está en 'modo derbi' es el raro en la ciudad.
Pasan los minutos, aunque demasiado lentos. Mientras tanto, las principales calles de Cartagena comienzan a teñirse de color grana. Del parque de Los Juncos emana un sonido con olor a pimentón: «Rojo y blancos, tus colores, Real Murcia, ale, ale». Dos amigos, engalanados cada uno con los colores de ambos equipos, pasean por las inmediaciones: «Y no querías venir», interpela el del Efesé. «Pues menos mal; qué ambientazo», responde el grana.
Entre brindis, cánticos y un ambiente cada vez más caliente florece la parte más romántica del derbi. Álvaro Torres, murciano y murcianista, y Carmen Egea, cartagenera y del Efesé, ponen la nota más cariñosa del encuentro. Pareja desde hace 5 años, hoy viven su primer derbi juntos: «Si gana él, se vuelve a casa andando», dice ella, también conductora. «Yo prefiero regresar en coche, así que me vale el empate», contesta él, que renuncia a los tres puntos pero no a su amor.
Una calurosa bienvenida
A un centenar de metros suena el rugido albinegro. Es la afición más caliente de un Efesé que aterriza en el Cartagonova escoltada por la Policía, minutos después de que el autobús de los pupilos de Javier Rey aparcase junto al escenario del convite. Al son del himno de la Virgen de la Caridad, la parroquia cartagenerista trasladaba la previa al calor del Cartagonova. Unos instantes después, los 20 autobuses de las peñas murcianistas hacían su entrada por el puente de Soldado Rosique. Dentro, golpes a los cristales y seguidores mostrando sus bufandas granas. Fuera, una afición local con ganas de dar la bienvenida a unos vecinos a los que hacía demasiado tiempo a los que no les veía las caras.
Los más pacientes seguían aguardando para la hora H en los locales de hostelería más cercanos al estadio. Familias albinegras apuraban el café antes de poner rumbo al campo: «Vamos, nene, que se nos hace tarde», vociferaban al camarero. Al lado, David Martínez y Roberto Parrilla, dos abonados granas desde que tienen uso de razón, se fotografían mientras repelan el último trago de un vaso al que le queda menos que al partido. «Cruzo los brazos, como el Ruso García en 2011». «Como Flakus en 2025 quieres decir», bromean.
A las puertas del estadio, varios bebés descansan en los brazos de sus padres vestidos de ambos colores. A pesar de los gritos ensordecedores de los seguidores del Efesé. A escasos metros, casi 3.000 aficionados murcianistas ponen rumbo al fondo norte, no sin antes acordarse de aquellos que minutos antes le dieron una calurosa bienvenida. La tensión no pasó a mayores y a excepción de unos pocos, ambas aficiones dieron un gran ejemplo de rivalidad.
El momento de las gargantas
Mientras los seguidores del Cartagena enfilan las cuestas para para ocupar su butaca, dentro del estadio suena con fuerza Arde Bogotá. «Incendiaré el Cartagonova en algún día especial», resuena con fuerza. Una estrofa que no escuchan, desde su sitio, miles de aficionados granas, pero que sí tararean en su cabeza como pensamiento intrusivo. No les dejan pasar al fondo norte. «Dicen que no hay sitio; han reubicado en el fondo a genteque iba a grada lateral. Es una vergüenza», señalan. El enfado es mayúsculo, pero se queda ahí.
Ya con todos dentro, es el momento de poner a jugar a esas gargantas, afinadas desde temprano. De soltar todo lo que hay guardado desde hace seis años. Toca volver a disfrutar. Rueda el balón. Ha vuelto el derbi. Hoy sonríen en la capital. En febrero, segundo capítulo de una película cuyo final llega en el mes de mayo.
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