«Nunca olvidaré los abrazos entre compañeros con los EPI»

«Siento incertidumbre, inseguridad y miedo a lo que pueda venir, porque la alerta por el coronavirus aún no ha terminado y lo hemos pasado muy mal», confiesa Marifé Conesa, auxiliar de enfermería en la UCI del Hospital Santa Lucía de Cartagena. Recuerda haber vivido episodios de pánico antes de entrar a trabajar e incluso de reflexión una vez que terminaba su turno, pero tenía muy claro que de cara a los pacientes y sus familiares debía armarse de valor para dar lo mejor de sí misma. «Mi trabajo me reconforta porque me gusta ayudar a los demás, y en estos momentos esa gratitud se ha acentuado un poquito más», confiesa, brotando de sus retinas situaciones imposibles de olvidar como la angustia a la hora de colocarse los EPI, las escaras en la nariz y orejas a causa de la mascarilla, gafas y gorros, o el temor de poder contagiar a su entorno.

Además, Conesa se autoimpuso medidas de prevención en casa durante las semanas más críticas, como usar mascarilla, dormir sola y mantener la distancia de seguridad, aunque reconoce que necesitaba sentir cerca a los suyos (marido y dos hijas), quienes «me han dado mucho ánimo y fuerza, pero sé que han estado muy preocupados».

Con sus compañeros del Hospital Santa Lucía, la auxiliar de enfermería afirma sentirse más unida: «Hemos reído y llorado, y nunca olvidaré los abrazos cuando teníamos los EPI puestos. Nos hemos apoyado muchísimo».