Carlos Garranzo: «Si pensáramos que vamos a morir, obviamente no iríamos a la montaña»
«Voy a seguir escalando ochomiles. Ya perdí a grandes amigos y continué. No descarto volver al K2 esta próxima primavera», anuncia
Son «momentos duros», reconoce Carlos Garranzo (Madrid, 60 años). Cinco de los ocho alpinistas que le acompañaban en la expedición invernal al K2 han perdido ... la vida allí. Solo han vuelto los italianos Mattia Conte y Tamara Lunger, el rumano Alex Gavan y él, afincado en Cartagena desde hace 35 años y un auténtico apasionado del alpinismo. Del grupo que «estábamos siempre juntos en la tienda comedor del Campo Base» han muerto Sergi Mingote, Juan Pablo Mohr, Ali Sadpara, Jon Snorri y Atanas Skatov. Con Mingote, con el que iba a todas partes, tenía una relación especial.
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–¿Cómo está?
–Bueno. Tirando. Hay que seguir adelante y aceptar lo ocurrido.
–Tenía usted mucha ilusión en esta aventura invernal al K2 y peor no ha podido ir la cosa.
–Ha sido un desastre, desde luego. Lo peor obviamente son las muertes. El tema de Sergi [Mingote] me ha tocado muy de cerca, puesto que me he encargado de toda la labor de la repatriación del cadáver. Lo consideraba uno más de mi familia.
–Fue bastante rápido, ¿no?
–Sí. En una semana pudimos volar desde Islamabad y hacer el funeral en su pueblo, en Parets del Vallés (Barcelona). Las cosas en Pakistán suelen ir bastante más despacio, pero tengo que decir que tanto el embajador como el cónsul se volcaron desde el primer momento con el tema. De hecho, yo he estado alojado en la residencia de la Embajada todos los días que estuvimos esperando a que el Gobierno de Pakistán gestionara la repatriación del cuerpo de Sergi [Mingote].
«Al ir al K2 estás comprando unas papeletas y te pueden tocar. Pero no piensas en ello»
Máximo riesgo
–¿Qué ha fallado?
–Esto hay que aceptarlo. Sabemos lo que es el K2 y sabemos que al ir allí, y más todavía en invierno, estás comprando unas papeletas y te pueden tocar. Pero nunca piensas en que te va a tocar a ti. Si pensáramos en que vamos a morir, obviamente no iríamos a la montaña. No somos unos inconscientes.
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–Hay gente que piensa que sí.
–Hay gente que desde la comodidad del sofá de su casa, a 25 grados, puede decir lo que quiera. Yo no entro en eso.
–Pero Mingote deja a una hija. Y el chileno Mohr, a tres. ¿No es un comportamiento demasiado egoísta este de jugarse la vida cada vez que pones un pie en el Himalaya teniendo detrás a gente que te va a necesitar a lo largo de su vida y no te va a tener nunca más?
–Eso no lo piensas. Y tampoco lo piensa la gente que te quiere, que vive contigo y que sabe cómo piensas tú. Asumen el riesgo. Te vas a la montaña y buscas retos para sentir que estás viviendo una vida plena. La otra opción es quedarte en casa, no hacer lo que te gusta de verdad y vivir una vida de mierda. A la larga, eso es peor. No vas a ser feliz y no vas a poder dar felicidad a los que están junto a ti.
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«Si te quedas en casa y no vas a la montaña, al final vives una vida de mierda»
Su filosofía
–¿Estas muertes le hacen replantarse las cosas? ¿Piensa seguir adelante o lo deja?
–Lo tengo claro. Yo voy a seguir escalando ochomiles y poniéndome retos. Ya perdí a grandes amigos y continué. Lamentablemente, esto de perder a compañeros en la montaña no es nuevo para mí. Llevo muchos años y esto es lo que me apasiona y me da vida. En abril tenía previsto ir al Annapurna con Sergi [Mingote]. No sé si lo mantendré. Voy a ver lo que hago. No descarto volver esta primavera al K2.
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