De la fiesta al drama en el Tibari, 'cuartel' marroquí en Torre Pacheco
Los aficionados de Marruecos se resignan tras una derrota ante Francia de la que culpan al ariete Hamdallah y al árbitro mexicano César Ramos
Dicen algunos que Torre Pacheco es el nuevo Molenbeek (barrio de Bruselas donde se criaron y vivían los terroristas que atentaron en París en 2015 ... y Bruselas en 2016). Pero basta con darse una vuelta por allí para comprobar que no lo es. Son las 19.45 horas de una agradable tarde prenavideña y en el parque infantil de la plaza Amalio Fernández Delgado, en un lateral del viejo Ayuntamiento, juegan un grupo de niños mientras sus padres miran el móvil. Lo mismo que en cualquier otro parque de cualquier otro sitio. Ninguno es marroquí.
Publicidad
En el municipio, capital agrícola del Campo de Cartagena y sexta localidad más habitada de la Región, viven 37.000 personas y hay 6.200 ciudadanos marroquíes empadronados. La mayoría de ellos trabajan en el campo. A esa hora no se ve a ninguno por el centro. Varios senegaleses bajan de una furgoneta en la Avenida de la Estación. Vienen del tajo, claro.
Son las 20.00 horas y arranca la semifinal entre Marruecos y Francia, la primera con una selección africana en la historia de la Copa del Mundo de fútbol. Decenas de personas siguen el partido en una pequeña tetería situada en la calle Maestra Doña Pilar. Un grupo de jóvenes, todos españoles, salen de una autoescuela cercana como si el partido no fuera con ellos. Unos metros más allá, junto a la tienda Deportes Román, se escuchan los primeros aplausos. Vienen del Bar Tibari, que antes se llamó Café Nuevo Centro y que está completamente abarrotado. Todos marroquíes.
«Vine con 14 años y tengo amigos aquí. Muchas chicas salen con nosotros y no pasa nada», cuenta Khalid en el descanso
Al entrar, griterío y primeras quejas por una falta no pitada por el árbitro, el mexicano César Ramos. Más de 200 personas (todos hombres) se amontonan delante de tres gigantes pantallas en las que siguen el encuentro en árabe, a través de Bein Sports. Tibari es el dueño del bar. Lo abrió hace dos años y lleva 20 en España. Antes trabajó de albañil. Sirve mucho té con leche, café solo, leche con azúcar y refrescos de naranja. Ninguna cerveza. Ninguna mujer.
Publicidad
Ichad está colocado en la puerta y anima a todo el que pasa por allí a entrar en el bar. Una silla cuesta 1,50 euros y da derecho a una consumición. «Antes venía la gente, se metía para el fondo y muchos no consumían. Ahora le damos un vale en la puerta y así le obligamos a consumir a todos», alega Tibari, a quien le ayuda en la barra su hijo mayor. El pequeño, en pijama, anda por allí.
Ver fotos
Marca muy pronto Theo Hernández para Francia y Laqdaq se sale a la puerta a terminarse el té. «Hace mucho, cuando era joven, bebía cerveza. Ya no. El fútbol no me gusta, pero vengo porque juega Marruecos y me sirve para socializarme. Tengo mujer e hijos en Oujda. Les mando entre 200 y 300 euros cada mes. Soy albañil y cada mañana me levanto a las seis para ir a la obra, en Torrevieja. Quiero comprarme una casa en Pozo Estrecho o en La Palma y traer a mi familia. Ya tengo 48 años y llevo desde los 26 en España», cuenta.
Publicidad
La semifinal se anima. La gente se indigna cuando César Ramos transforma un claro derribo a Boufal dentro del área en una amarilla al jugador marroquí. Los chicos de Walid Regragui rozan el empate antes del descanso. Antes de cada córner, todos cantan al unísono en el Tibari. «Dicen 'Dios es grande, Dios nos va a ayudar'», traduce Ichad. En el intermedio los más jóvenes salen a fumar. Ahmed tiene 30 años y llegó a España con 6. También es de Oujda. Sus padres se han vuelto, pero él lleva 15 años sin pisar Marruecos. Es feriante.
«Los moros vienen a trabajar»
«Aquí hay racismo, pero esto no va a explotar ni se va a montar ningún lío gordo. Hay robos, pero no solo roban los marroquíes. Nosotros tenemos claro que los moros aquí vienen a trabajar y a ganarse la vida. Algunos quieren que nos vayamos. Perfecto. ¿Van a ir los españoles a las seis de la mañana a coger las lechugas al campo? Ya te digo yo que no», suelta un locuaz Ahmed. Su colega Jamal asiente. A unos metros observa la escena un cincuentón que va vestido con la sudadera de Bárbol, un semillero que tiene su sede en Lobosillo.
Publicidad
Antes de que se reanude el juego habla Khalid, de 18 años. «Yo no quería estudiar y estoy trabajando en un almacén. Vine con 14 años y tengo amigos aquí. Muchas chicas salen con nosotros y no pasa nada. El día que estuvimos celebrando la victoria contra España había chicas españolas con nosotros», cuenta. «¡Hermano, estamos en el siglo XXI!», interrumpe Ahmed. «Si te vienes este sábado a la Montecristo [discoteca situada en el polígono de Torre Pacheco] verás a todas las chicas marroquíes bebiendo whisky, fumando cachimba y divirtiéndose. ¿Qué quieres? ¿Que estén aquí con sus padres viendo el fútbol y bebiendo café? Y verás a chicas españolas con moros. Es lo más normal», dice.
El partido acaba mal, con la parroquia echándole la culpa al árbitro, a Regragui por los cambios que ha hecho y al ariete Abderrazak Hamdallah por su torpeza en una ocasión en la que Marruecos perdonó el empate. «Hay de todo, pero en nuestra tienda han robado mucho», subraya la dependienta de Deportes Román, que quería que ganara Francia. Una familia de «pachequeros de toda la vida» cena en una larga mesa en una terraza cercana. Se les pregunta por sus vecinos marroquíes. «Hay mucho maleante y por la noche tienes que ir con mucho cuidado por el pueblo», responde el más mayor, que supera los 50.
Publicidad
Más adelante, en lo que en su día fue 'La calle del ritmo', un conductor hace sonar el cláxon al cruzarse con unos adolescentes que portan una bandera de Marruecos. Le responden con insultos, pero la cosa no va a más. No pasa nada. Esta noche no hay fiesta en Torre Pacheco. Empieza a llover. A las seis sonará el despertador de Tibari, Ichad, Laqdaq y Khalid.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión