La actividad milenaria de la destilación a partir de materias primas agrícolas (vino, cereales, remolacha, caña, frutas, bayas, flores, semillas, hierbas y hojas, maderas aromáticas...), ... empleando unos métodos de elaboración tradicionales para producir bebidas espirituosas, está profundamente vinculada al territorio y a nuestras tradiciones. El pasado año el consumo de bebidas espirituosas en nuestro país alcanzó los 180 millones de litros. Se destilan en cada rincón de España, siendo un motor de desarrollo rural. En el mapa nacional destacan 19 indicaciones geográficas que son sinónimo de calidad diferenciada. Las bebidas espirituosas no son sólo productos de consumo: son parte de nuestra cultura, de la gastronomía y de las celebraciones sociales.
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España es el país con mayor número de bares y restaurantes per cápita del mundo con más de 280.000 establecimientos, predominando los bares y cafeterías. La hostelería y el turismo son motores esenciales de la economía española y, para el sector de bebidas espirituosas, aún más. También cerca de 200 millones de botellas de bebidas espirituosas viajan cada año desde España a más de 170 países y, con ellas, parte de la cultura, materias primas y hasta las tradiciones españolas. Y es que realmente las bebidas espirituosas son embajadoras de la marca 'España' proyectando la imagen de nuestro país que combina tradición, innovación y calidad.
Las bebidas destiladas contienen etanol, que es el alcohol apto para consumo humano y está presente en todas las bebidas alcohólicas. En el caso de las bebidas espirituosas el etanol procede de la destilación. Este es el proceso tradicional de separación física –mediante aplicación de calor– del alcohol del resto de componentes presentes en todo líquido obtenido por fermentación de un producto vegetal de origen agrícola. Mediante este procedimiento el proceso de destilación no sólo concentra el alcohol sino que, además, elimina una considerable cantidad de impurezas de sabor poco agradable. También tenemos los destilados sin alcohol donde no hay que preocuparse de tomar de más dado que puedes conducir y, muy importante, no tienes resaca.
Los destilados llegan a nuestras mesas en forma de aguardientes: whisky, ron, gin, brandy, anís, vodka, licores, cremas... y los consumimos solos o combinados con refrescos, zumos de frutas y, también, en postres (tartas de licor o bombones), sorbetes, dulces o helados. El origen de la destilación no se conoce a ciencia cierta; si bien se asocia a la civilización egipcia, la primera referencia escrita aparece en textos chinos del siglo IV. Los primeros maestros destiladores fueron los árabes. De hecho, tanto la palabra 'alcohol' como 'alambique' son de ascendencia árabe. Los primeros licores obtenidos en la Edad Media fueron destilados por monjes, algo que todavía continúan realizando ciertas órdenes religiosas tanto en España como en otros países. En sus orígenes los alquimistas perseguían obtener elixires que curasen diversas enfermedades. Termino con esta reflexión: «Un mono, después de emborracharse con brandy, no volverá a beber un vaso de eso en su vida. Y eso lo hace mucho más inteligente que la mayoría de los hombres».
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